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viernes, 12 de septiembre de 2014

SALVE A LA REINA ??


La elección de la reina ha de re-contextualizarse al igual que está pasando en las monarquías que aún persisten.

Cuando hablamos de una reina, término eufemísticamente peyorativo, se hace referencia al sustantivo femenino de rey y este –etimológicamente- significa 'único gobernante'. Las características que por antonomasia han caracterizado esta dignidad son: cargo supremo y estrictamente unipersonal, carácter vitalicio y designación según orden hereditario. De allí la primera pregunta: ¿es eso lo que estamos buscando?

No es para preocuparse, la situación actual de las monarquías está cambiando, comenzando por las casas europeas que tratando de ganar legitimazición popular han incorporado plebeyos a las familias reales, se actualizan con las nuevas tecnologías de la comunicación y tiene páginas en Facebook, son protagonistas de escándalos que alimentan a la prensa de corazón y han reconsiderado el papel de la mujer, para equipararla con el varón en la sucesión. Viene entonces la segunda pregunta: ¿si ellos lo han hecho, acaso nosotros no?

Otra cara de la moneda son los reinados de belleza, que también tienen su historia. Se trata de una competencia basada fundamentalmente en la belleza física de las participantes. En América, el primer concurso se realizó en EE.UU. en 1854, y curiosamente fue cancelado por las protestas populares, ya que se tenía como precedente concursos de perros, bebés y aves. De 1921 data la realización del primer Miss Estados Unidos, que igualmente fue criticado por la sociedad en general. En medio de tanto cuestionamiento un aspecto positivo vino con la Segunda Guerra Mundial, cuando las reinas de belleza se reclutaron para vender bonos y entretener a las tropas, desde entonces se valora más su personalidad y sus actividades sociales. Un buen punto que no logró opacar las manchas del certamen. Las críticas hacia los concursos de belleza radican principalmente en que refuerzan la idea de que las mujeres deben ser valoradas principalmente por su apariencia física, lo cual hace una gran presión para que "sean hermosas", gasten dinero en ropa, cosméticos, productos para el cabello y cirugías estéticas. Esta obsesión por la belleza física lleva a las mujeres a realizar dietas estrictas, con resultados como la anorexia o la bulimia. Aunque algunas competencias tienen elementos que no están basados puramente en la belleza física, las participantes poco atractivas tienen escasas posibilidades de ganar, amén de su talento, inteligencia, educación, ingenio o conciencia social. En lugar de proveerles oportunidades a las mujeres, se discute que estos concursos lastiman a las que no cumplen los cánones definidos de belleza, privilegiando a las que encajan en el patrón y que son vistas como las "mejores candidatas".

Pero existe un mejor significado de la palabra 'rey-reina', es cuando este título se otorga por merecimiento personal:  Débora Andollo, conocida como la novia de Neptuno, y para mí, con el respeto que merece Yemayá, la incondicional reina de los mares; no porque tuviera un cuerpo de sirena, ni estatura de envidiar (apenas alcanza los  163 cms), sino porque es la única mujer en el mundo capaz de bajar a más de 74 metros de profundidad a cuerpo libre, e imponer 16 marcas mundiales en las cuatro modalidades de la inmersión de la apnea, una de ellas incluso para ambos sexos. Estos dos ejemplos de reyes, han llegado a un punto donde a otros les ha sido imposible estar, y podrá ser cuestionable la denominación, pero siempre será merecida.

Cuando hablamos de una reina, ¿qué queremos que sea? Poco sentido le veo a abogar por belleza externa, tal vez inducida, que algún rato desaparecerá. En cambio, me parece bien admirar a quien conoce la realidad de su institución, de su país, de sus conciudadanos, a quien sea batida contraparte del estanco estéril, y guía para los demás.

Pidamos cambios en los aspectos que se evalúan en los concursos de belleza, que ya no sea: armonía corporal, belleza facial, femeneidad, pasarela y postura; que se mantenga: actitud, expresión oral, cultura general y que se agregue la que mejor desempeño muestre en el saber, saber hacer y saber ser; la más emprendedora, la más creativa, las más activista, la mejor estudiante... Tal vez tendremos menos candidatas, pero estaremos más cerca de lo que necesitamos. Es lo menos que podemos pedir en estos tiempos de cambios en los palacios reales.

Aboguemos entonces porque la reina nos lleve por el camino del bien común y el buen vivir.
Por: Melvis González Acosta

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