Con esta simple pero atrapadora línea de tan sólo diez palabras, comienza el inolvidable y trascendental recorrido por un día en la vida de Clarisa y de una docena de personajes más que, a cien años de aquel peculiar miércoles en el que no sucedió nada y sucedió todo, nos tienen aquí hablando y conmemorando de diferentes formas esta invaluable joya de la literatura inglesa y universal.
En 2016 la escritora y crítica literaria norteamericana Elaine Showalter lanzó en el periódico inglés The Guardian, la propuesta de establecer un Día Dalloway para homenajear esta obra de Virginia Woolf publicada en 1925, sin embargo, no fue hasta el 2018 que la Royal Society of Literature comenzó a celebrarlo oficialmente cada año, en el miércoles más cercano a la mitad de junio.
A 98 años de la publicación de La Señora Dalloway podemos ver cuán proféticos fueron los pensamientos que ella tuvo en su caminata hacia Bond Street:
…”Pero, de alguna manera, en las calles de Londres, en la corriente y la marea de las cosas, aquí, allí, ella sobrevivía, Peter sobrevivía, vivían el uno en el otro, y ella formaba parte, estaba segurísima, de los árboles de su casa, de aquella casa de ahí enfrente, fea, cayéndose a pedazos; formaba parte de gente a la que nunca había conocido; yacía como una bruma entre la gente que mejor conocía, quienes la elevaban entre sus ramas como ella había visto que los árboles levantan la bruma, pero se extendía tanto, tan lejos, su vida, ella misma."
Pienso en lo real que es su trascendencia cuando leo que en esta época algunas universidades de Londres y Nueva York son lugares de reunión para los académicos estudiosos de de esta novela, que en la ciudad londinense existen recorridos turísticos que siguen el camino de sus personajes incluyendo una visita a la Biblioteca Británica, en donde se encuentra el borrador del manuscrito de La Sra. Dalloway que inicialmente se iba a llamar Las Horas, cuando sé que existen postales de ella y su autora en la National Portrait Gallery y tés en Dalloway Terrace en Bloomsbury.
En diferentes lugares del mundo se ofrecen exposiciones conferencias y clubs de lectura para rendirle tributo, en lo personal desde la primera vez que mi yo lectora caminó junto a Clarissa hacía Bond Street, avanzado por Picadilly y pasando frente a la librería Hatchards, y yendo a comprar flores en la floristería Mulberry, desde entonces cada año me gusta releerla, comprar una nueva edición para mi o para regalar, participar en algún evento conmemorativo o ver de nuevo la adaptación cinematográfica de 1997.
Este es un libro que nació clásico porque al igual que todos los de su especie, su contenido y su mensaje es atemporal, personal y universal ofreciendo en cada lectura y re lectura reflexiones y enseñanzas nuevas, los clásicos nos ayudan a conocer el mundo pasado y presente al mismo tiempo que nos hacen conocernos a nosotros mismos, a nosotras mismas y a la sociedad en la que vivimos.
La Señora Dalloway en un impresionante fluir de monólogos interiores que nos permiten asomarnos a la vida interior de las personas, a sus recuerdos, a su actual cotidianidad y a sus planes para el futuro, poniéndonos en contacto desnudo y directo con las realidades de la juventud y la madurez, la salud y la enfermedad, el matrimonio el amor y la costumbre, la amistad, la relación madre-hija, la atracción entre mujeres, la superficialidad de la aristocracia londinense, los estragos de la guerra, los problemas mentales y la ineficacia médica, el fanatismo religioso etc.
Clarissa Dalloway es rompedora, pionera y controversial, enormemente comentada analizada y criticada, para muchas opiniones ella sólo es la típica ama de casa adinerada frívola comodina y conformista, mientras que para otras es una mujer feminista en el sentido de que se atrevió a tomar sus propias decisiones.
…”Por eso, todavía hoy se encontraba en St. James's Park, viendo los pros y los contras, todavía hoy seguía preguntándose y diciéndose que había hecho bien -y de hecho así era- en no casarse con él. Porque en el matrimonio debe haber cierta libertad, un poco de independencia entre personas que viven día tras día en la misma casa; Richard se lo daba, y ella a él. (¿Dónde estaba él esta mañana, por ejemplo? En algún comité, nunca le pedía explicaciones.) Pero es que con Peter todo tenía que compartirse; había que hablarlo todo. Y eso era intolerable."
Me encuentro aquí en un miércoles de mediados del sexto mes justo como hace cien años lo estuvo Clarissa, mi yo lectora y mi yo cosmopolita están de fiesta y quiero concluir este escrito-tributo a la maravilla de estar viva y a La Señora Dalloway, citando este otro hermoso fragmento de la novela:
"En los ojos de la gente, en el vaivén, el caminar y la caminata; en el estruendo y el tumulto; en los coches, automóviles, omnibuses, camiones, hombres-anuncio que van y vienen de un lado a otro; en las bandas de música; organillos; en el triunfo, y en el tintineo y en el extraño canto de algún aeroplano que pasaba volando, estaba lo que ella amaba: la vida; Londres; este momento de junio."
Galilea Libertad Fausto
Créditos de la ilustración a quién corresponda.
Bibliografía: La Señora Dalloway, Virginia Woolf, 1925