Cada dos minutos en cualquier parte del mundo muere una mujer por complicaciones en el embarazo o el parto, esto de acuerdo con los informes más recientes publicados por la Organización de las Naciones Unidas.(Esta espeluznante cifra incluye también a niñas embarazadas que han sido víctimas de violación o de matrimonio infantil).
En países como México por ejemplo, aunque la muerte materna es menos común en las ciudades grandes,la realidad es que diariamente en las poblaciones más pobres y en las comunidades indígenas, un alto índice de mujeres y niñas siguen perdiendo la vida durante la gestación o en el momento del parto.
Y la problemática es mayor si a esta grave situación de falta de atención prenatal le añadimos el estrés, ansiedad y depresión que provoca en las mujeres que viven, paren y crían a sus hijos dentro de una estructura familiar machista que las presiona, juzga y condena si las cosas en el hogar no satisfacen sus altas expectativas, y que sin embargo, justifica la no cooperación del padre presente, así como al padre ausente.
Respecto a esto, me parece alarmante e inaceptable que en el 40% de los hogares mexicanos los hijos sean cuidados, criados y sostenidos económicamente sólo por la madre.
Definitivamente sigue existiendo una cultura de permisividad y perdón para los hombres que abandonan de un modo o de otro a a sus familias, y lamentablemente este mismo patrón de mentalidad machista tanto en hombres como en mujeres, se observa en las comunidades latinas que viven en Estados Unidos, donde muchas de las madres en época de crianza no sólo no reciben el respaldo de sus parejas ni de las mujeres de su familia directa o política, sino que además son etiquetadas de “malas mujeres”, “malas esposas” y por supuesto de “malas madres”si todo en la casa no funciona como “debería” de ser.
Analizando todas estas realidades de desigualdad, me di cuenta de que estamos entre la primera celebración del Día Internacional de los Cuidados y el Apoyo que se llevó a cabo el pasado 29 de octubre, y la conmemoración del Día Internacional para la Eliminación de la Violencia contra las Mujeres y las Niñas que será el próximo 25 de noviembre.
Ambas fechas me dan la pauta perfecta para hablar de la falta de comprensión, apoyo, valorización y cuidados que históricamente hemos sufrido las mujeres por parte de la pareja, la familia y la sociedad en torno al acto de dar vida y todo lo que conlleva el hecho de ser madre, ese maravilloso pero difícil proceso del embarazo, el parto y la crianza de los hijos en el que muchas de nosotras seguimos estando solas en más de un sentido, y que a mi parecer constituye una de las violencias de género más frecuentes y menos tomadas en cuenta.
Hasta hace relativamente poco tiempo el asunto de los cuidados no existía como concepto sociológico, en la última década del siglo pasado apenas se empezaba a mencionar el tema en Estados Unidos y Europa pero no en Latinoamérica, en donde los esfuerzos del movimiento feminista académico por poner luz sobre está cuestión desde una perspectiva de desigualdad eran muy obstaculizados, teniendo que nombrar a sus investigaciones “Estudios de mujer y familia” quitándole así cualquier connotación feminista.
Es en esta etapa de la cuarta ola del feminismo que estamos logrando dar una mayor visibilidad al tema de los cuidados dentro del ámbito familiar, analizada y expuesta como una problemática que afecta principalmente al sexo femenino, ya que la gran mayoría de las personas que proveen cuidado a infantes, algún miembro enfermo o con discapacidad y a los ancianos son mujeres, pero la pregunta es…y a ellas quién las cuida?, quién les otorga el apoyo y el cuidado que necesitan cuando por algún motivo no la están pasando bien, cuando se enferman, cuando están embarazadas y después de dar a luz?, quién le aligera la carga a las cuidadoras en sus tiempos de necesidad?.
Por experiencia propia y ajena puedo decir que es durante el embarazo y en las primeras semanas después del parto, en que las mujeres solemos sentirnos más vulnerables y necesitadas de afecto comprensión cuidado y apoyo, especialmente cuando hay complicaciones en la salud del bebé y/o en la nuestra, sin embargo, lamentablemente en muchos casos es uno de los períodos en que la falta de empatía, entendimiento y sostén por parte de la pareja, la familia y la sociedad se hacen más visibles.
Si bien es cierto que mediante el feminismo a mejorado mucho la situación de la vida de las mujeres incluyendo el tema de la maternidad, también lo es el hecho de que aún queda una larga lista de cosas por cambiar, seguimos viviendo en un sistema patriarcal y machista que continúa poniendo sobre los hombros de las mujeres, toda la responsabilidad del buen funcionamiento y las necesidades de la casa la familia y la comunidad, olvidando el bienestar y las necesidades de la mitad de la población mundial que precisamente somos las mujeres.
Es necesario decir también que en ninguna época y en ningún lugar ser mujer ha sido algo fácil, pero ser mujer, ser pobre, estar embarazada y vivir en países en vías de desarrollo es mucho más complicado, por un lado, la falta de acceso a servicios médicos oportunos y de calidad, por el otro, el estrés de la vida cotidiana en labores como el trabajo fuera de casa, los quehaceres de limpieza y cocina en el hogar, el desgaste físico y emocional que causa la atención diaria del esposo e hijos previos al bebé en camino, y los cambios hormonales que ocurren durante y después del embarazo pueden poner en riesgo la salud y la vida de la madre y de su bebé.
Cada vez son más frecuentes los casos de depresión perinatal la cual es un trastorno grave del estado de ánimo que afecta a muchas mujeres durante el embarazo y después del parto, esta última se conoce como depresión posparto, y aquí cabe mencionar que tanto en estas situaciones particulares como en general, el acompañamiento y la ayuda que proporcionan las dulas (profesionales capacitadas en el parto, que proporcionan apoyo emocional, físico y educativo a una madre que está esperando, está experimentando el parto, o ha dado a luz recientemente). es enorme y puede hacer una gran diferencia.
Sin embargo, recibir el servicio de una dula es un lujo que un gran número de mujeres embarazadas no puede darse, sobre todo en un país como México en el que cerca del 45% de la población femenina es pobre, y en donde los honorarios de una doula suelen estar entre $5,000 y $10,000 pesos, y su asistencia en el momento del parto tiene un costo de aproximadamente $8,000 pesos adicionales. Por fortuna para las mujeres que vivimos en Estados Unidos la ayuda de las dulas se ofrece gratuitamente.
No obstante, a nivel mundial es prioritario dar una mayor visibilidad al al trabajo no remunerado, y los cuidados que diariamente realizan las mujeres (embarazadas o no) dentro del hogar de manera tremendamente desigual, estudios de la división sexual y social del trabajo ponen de manifiesto la urgencia de que organismos internacionales, las políticas públicas nacionales y estatales, los sindicatos, la familia y la sociedad empiecen a implementar cambios desde una perspectiva de género, creando sistemas de trabajo y cuidados integrales e internacionales.
Es imprescindible desarrollar desde la casa hasta todos los sectores de la sociedad, una cultura de reconocimiento al aporte diario de las mujeres a la vida y sostén de la humanidad,
Se hace urgente una nueva cultura de igualdad de género y de paridad en todos los ámbitos, para que la educación, el trabajo, la seguridad social y los cuidados sean un derecho de todos y de todas.
Este próximo 25 de noviembre aprovechemos para continuar alzando la voz a favor de la creación de nuevas políticas públicas que sean herramientas de transformación social, para avanzar en el camino hacia la igualdad real y por consiguiente, a la eliminación de todo tipo de abusos y violencias en contra de mujeres y niñas.
Rompamos la naturalización y normalización de los padecimientos de salud física y emocional por exceso de trabajo, falta de apoyo y abandono que sufren las madres, las cuidadoras y las mujeres en general!.
Galilea Libertad Fausto
Créditos de la ilustración a quien corresponda.