Si
bien la menopausia es un evento biológico, el significado atribuido a ésta es
cultural. Nuestras percepciones de la menopausia están ligadas a asunciones
culturales más amplias sobre la feminidad, envejecimiento, y concepciones
médicas en general. En este sentido, tanto la menopausia, como el género, pueden
ser entendidos como construcciones culturales que reflejan y refuerzan valores
y asunciones culturales más amplios (Webster, 1993, 243).
En torno a los 45 años comencé con las
irregularidades finales en la menstruación, que en mi caso siempre fue irregular.
Lejos de sentirme feliz por comenzar una etapa en la que no tener que estar
usando métodos anticonceptivos, parecía que llegaba una fase tenebrosa en la
que quedaban palpables todas las carencias.
Justamente ese año murió mi amiga y cuñada de un cáncer de mama. Frente a esta situación aún no alcancé a pensar que el modelo medico hegemónico
que
impone el patriarcado no ofrece la adecuada respuesta a los procesos de
degeneración humana y por otra parte en muchas ocasiones a las mujeres no nos
permite ser conscientes de cómo está afectada la relación salud / enfermedad/
atención por el género enfrentado la enfermedad sin cuestionarnos ni sus
orígenes, ni su tratamiento ni como plantarle cara.
Por ejemplo: Supe con posteridad que
para la detección del cáncer de próstata en los hombres, las investigaciones al
respecto han hecho que se conozcan unos marcadores tumorales que se pueden ver
en un simple análisis de sangre. La falta de estudios sobre los cánceres de
mama no ha permitido obtener marcadores análogos y hace que las mujeres sigamos
padeciendo los terribles efectos de todo el mundo
Es claro como el cuerpo de la mujer
ha sido planteado como el otro, el raro, el débil, el enfermizo, el necesitado
de medicamentos, pero sobre el que no se ha estudiado ni investigado a fondo
por comodidad para las farmacéuticas y por entender que lo que valía para el
hombre habría de valer para la mujer.
El Patriarcado que ha identifica como órgano exclusivo de mujer el útero
(ὑστέρα en griego), ha identificado a este con la histeria.
Y hoy día se denomina histerectomía
a la extirpación de todo el útero o parte de él
En la época de Hipócrates, se creía que el
útero era un órgano móvil, que deambula por el cuerpo de la mujer, causando enfermedades
a la víctima cuando llega al pecho. A este desplazamiento se le atribuían los
trastornos sintomáticos, esto es, la sofocación o las convulsiones.
La etimología de la palabra recoge, por
tanto, esa idea: la histeria como una enfermedad del útero y, por lo tanto,
propia de la mujer, que causa trastorno en el comportamiento psicológico.
Desde antiguo se conocía el mal suponiendo
que todo partía de lo que los griegos llamaron útero ardiente debido a la
ansiedad de las mujeres, su estado de irritabilidad, las fantasías sexuales y,
sobre todo, una excesiva lubricación vaginal. Lo achacaban al estado de
frustración en que se encontraban.
La biomedicina en su construcción castradora iba identificando la histeria
como el resultado de un estado de frustración pero no iba a la raíz de la causa
del problema. Las vidas de las mujeres a las que se negaba el acceso a la cultura,
se colocaba permanentemente en situación subalterna, no se la permitía salir de
un círculo de obligaciones en el que no se realizaban ni desarrollaban ni las hacían
estar satisfecha negándole el control sobres sus vidas debían ser felices y si
no lo eran estaban enfermas.
En lugar de ser visto como cuna de la vida, el útero se identificaba como un
órgano generador de enfermedad. Que decir de la consideración de las distintas
aportaciones de la mujer y el hombre al desarrollo de la vida. El papel de la
mujer en la procreación era estimado como pasivo y secundario, pues sólo el
semen del hombre contenía el principio vital de ahí su nombre, que significa
“semilla”. El hombre aportaba la forma, el alma y la mujer, la materia,
considerada inferior.
La construcción del cuerpo desde la biomedicina en tanto modelo explicativo
y constructor de realidad, se caracteriza por partir del cuerpo masculino como
modelo de cuerpo humano. Esta idea se ha logrado a partir de construir primero
un cuerpo isomorfo, es decir, un cuerpo único, mientras que se mantenía la idea
de la inferioridad del cuerpo de la mujer. El siglo XVII trajo consigo el inicio
del largo y lento proceso de sexualización del cuerpo y el establecimiento de
un dimorfismo sexual que tuvo como uno de sus primeros rasgos distintivos
resaltar la perfección del cuerpo de la mujer dentro de la idea de la
diferencia entre los sexos (Ortiz: 2002:35).
Este proceso comenzó por considerar el útero como el órgano a partir del
cual construirla diferencia entre los cuerpos. Este órgano sirvió para ensalzar
las diferencias yconstruir una idea positiva de la maternidad, apoyando las
políticas demográficas del momento que buscaban altas tasas de natalidad.
Posteriormente, la sexualización de los cuerpos, es decir, la construcción de
los mismos como diferentes a partir de las ‘marcas sexuales de sexo’, fue más
allá del útero y, alcanzó al cuerpo en todas sus partes, anatómicas primero,
funcional y mental después. La construcción de la imagen de inferioridad física
y social de las mujeres fue apareciendo como parte de este proceso.
La ciencia para Teresa Ortiz llegó a:
(…) oponer inteligencia y feminidad y establecía una ecuación según la
cual, aun admitiendo los beneficios de la educación para el desarrollo
intelectual, detectaba una incompatibilidad entre la instrucción y la capacidad
de procrear (Ortiz, 2002:36)
Tras enfrentar esta realidad no nos queda otra que cuestionarnos con
Foucault cuales han sido los productores ‘de verdad’ en nuestra sociedad, es
decir, los constructores de esta manera específica de ver la realidad, que ha
sido creada por un colectivo e impuesta al resto de la sociedad. Y lo primero a
lo que nos induce es a preguntarnos:
¿Cuál es el estatuto de los individuos que
tienen – y sólo ellos – el derecho reglamentario o tradicional, jurídicamente
definido o espontáneamente aceptado, de pronunciar semejante discurso? (Michel
Foucault, 2002: 82)
Este autor destaca en los últimos siglos el papel de la biomedicina como
creadora de conceptos y realidades en nuestra sociedad. Este modelo explicativo
de la realidad se basa y esta interrelacionado con el modelo religioso y el
jurídico, los cuales impusieron su manera de explicar y afrontar el mundo.
Del modelo religioso y su visión sobre la mujer es interesante destacar el
hecho de que la religión católica anteponga la virginidad de la madre de Dios a
su propia maternidad y así esta es llamada Virgen María. La perversión sexual
de los padres de la iglesia se ha aposentado en el Patriarcado ayudando a
construir un modelo medico hegemónico lleno de prejuicios.
Se requiere un proceso de toma de conciencia y empoderamiento para
enfrentar el modelo explicativo y constructor de la realidad que impone la Biomedicina,
En mi caso este cuestionamiento surgió porque me sentí estafada por la clase médica pues tanto mi amiga como yo seguíamos
regularmente las pautas marcadas para la detección de tumores por lo que no se entendía
que no se lo hubieran detectado a tiempo y actuado salvando su vida.
Este proceso me ayudo a reflexionar sobre la
necesidad de ser feliz para querer vivir más, sobre la relación cuerpo mente y
me plantee analizar las aportaciones que desde otras culturas se habían hecho
para enfrentar diversos tipos de dolencias, introduciendo la acupuntura, la
quiropráctica e incluso la ingesta de determinadas raíces conforme a la
medicina China.
En los pocos contactos que tenía con el modelo
medico hegemónico (MMH) más me lo cuestionaba por los procesos de
medicalización que promovía, la falta de prevención, la falta de relación entre
la vida diaria, las relaciones sociales, alimentación, situación emocional y
sus prescripciones
En uno
de los casos que me acerque al MMH frente a los desarreglos en la menstruación,
tome estrógenos. Debía hacerlo en las noches y notaba una gran sensación de
vértigo al moverme. Un día olvide tomar la pastilla y la tome en el día, estuve
mal y decidí dejarla. En ningún caso me pregunte si ese medicamento estaba
sufrientemente testado y cuáles serían los efectos secundarios. Asumía las
reglas de la Biomedicina sin cuestionarla, dejaba su poder actuar sobre mí sin
reflexionar.
En torno a los 50 años la Comunidad de Madrid nos invitó a una
conferencia sobre la menopausia, la cuestión no podía ser más deprimente,
entrabamos en una fase que quedaba fuera de nuestro control, nada podíamos hacer
más que aceptar el deterioro físico o tomar productos farmacéuticos con estrógenos . Sin duda el doctor que nos dio
la conferencia era de una empresa farmacéutica e insistía en patologizar un proceso
natural de la vida para beneficio de su empresa.
Y es que la menopausia si observamos la
definición
de la
Real Academia de la Lengua, como no podía ser de otra forma reforzando al
Patriarcado nos remite finalmente a la desaparición de la
función genital. Parece contarnos
el diccionario que la función de los genitales es exclusivamente la
reproducción, lo cual demostradamente no es verdad. Los seres humanos tenemos
relaciones en las que usamos los genitales en las que la procreación representa
un mínimo porcentaje. El afecto, la ternura, la pasión pasan por vías genitales
sin pedir un retoño como respuesta y sin tener límite de edad tanto en hombres
como en mujeres.
Pero para la RAE nuestros genitales dejan según
su definición de funcionar en el momento en que no somos fértiles. Este es el
mensaje. Somos seres incompletos negados a una vida plena.
Las mujeres que solo éramos validas en esta
sociedad patriarcal por ser madres, con la menopausia dejamos de tener ese
potencial, perdiendo lo que nos hacía valiosas.
Es complicado para muchas personas entender que
esto es una mentira que forma parte del biopoder que nos quiere controlar,
dirigir y limitar. Todas sabemos que de
los óvulos que la función genital nos proveyó, en mi caso solo use hasta último
término dos. Es absurdo cuantificar el funcionamiento
de los genitales solo por el número de hijas o hijos tenidos. Es preciso
entender a la persona humana de forma más holística como nos enseñan visones de
otras culturas y entender la vida como formada por distintas etapas en las que
el cuerpo modifica la intensidad de comportamiento de sus órganos
Poco a poco entendí que debía utilizar mis
conocimientos y no dejarme guiar como una persona ciega por unas prescripciones
médicas a las que mi cuerpo no respondía como se esperaba, sino que más bien
rechazaba. Traté de escucharme a mí misma y ver el efecto que sobre mi hacían
distintos cambios vitales. Intenté buscar sustitutos a la carencia de mis
propios estrógenos con estrógenos de
origen vegetal, busqué alimentos que de
forma natural incluidos en mi dieta aumentaran mi capacidad autoinmune
como determinadas setas que comencé a
introducir en la dieta, aparte de controlar la alimentación entendiendo que no
daba igual comer cualquier cosa, pues las consecuencias las estaba viendo en
una incipiente artrosis en los dedos de las manos a las que el modelo medico
hegemónico solo daba medicamentos eternos como respuesta. Reduje
el azúcar y la leche a límites mínimos cambiando por un aporte de calcio vía frutos secos. Fui a
acupuntura y comencé a hacer ejercicio de forma regular y a caminar
sustituyendo lo que podía el metro y el autobús. A estos cambios mi cuerpo
respondió muy positivamente reduciéndose mi artrosis y mejorando mi calidad de
vida.
En cuanto al deterioro fisiológico de la vida
es común en hombres y mujeres pero apenas se habla de la andropausia, aunque sí
y mucho de Viagra. Los problemas de envejecimiento de los hombres se tapan
inmediatamente con esa pastilla, pareciera que sus tejidos no se ven afectados
por los cambios hormonales y que sus trastornos se limitan a los de la erección.
El biopoder actúa en la dirección que encuentra necesaria e, inserto desde el
patriarcado, sigue exigiendo a los hombres conforme a los estereotipos de
género, una potencia permanente que a veces los mata.
En el caso de las mujeres, tras el éxito
económico de Viagra han intentado las industrias farmacéuticas resolvernos un
problema que no teníamos y están trabajando por conseguir una píldora similar así
como ha estado a pesar de nuestra salud proponiéndonos los Tratamientos
hormonales sustitutorios que han matado a más mujeres de las que han mejorado
su vida.
Frente a
este poder dirigido por las farmacéuticas el libro LOS CRÍMENES DE LAS GRANDES
COMPAÑÍAS FARMACÉUTICAS de Teresa Forcades i Vila, nos pone de relieve la
necesidad de ser cuidaos@s con nuestras vidas en relación a ellas. Sus deseos
de beneficios pueden claramente atentar contra nuestra salud.
Traemos
el desarrollo de la gestación de un proyecto que podría ser muy lucrativo para ellas
a espaldas a los intereses reales de las mujeres:
En el
año 1997 –pocos meses antes de que Viagra apareciera en el mercado– ya había
tenido lugar en Cape Cod (Nueva York) el primer encuentro de especialistas
médicos para determinar el perfil clínico de la “disfunción sexual femenina”.
La iniciativa, organización y financiación del encuentro corrieron a cargo de 9
compañías farmacéuticas muy preocupadas por el hecho de que no existiera una
definición de este trastorno compatible con un potencial tratamiento
farmacológico.
Los
promotores de tal encuentro eligieron entre sus colaboradores directos las
personas que debían asistir al mismo. El objetivo de la reunión era diseñar la
estrategia adecuada para crear una nueva patología en función de los intereses
económicos de la industria farmacéutica. Un año y medio más tarde, en octubre
de 1998, se celebró en Boston la primera conferencia internacional para la
elaboración de un consenso clínico sobre la disfunción sexual femenina 8 compañías farmacéuticas financiaron esta
conferencia y 18 de los 19 autores de la nueva definición “consensuada
internacionalmente” admitieron tener intereses económicos directos con estas u
otras compañías.
Un año
más tarde, en 1999, apareció un artículo en la revista JAMA titulado
“Disfunción sexual en EEUU: prevalencia y variables predictivas”, en el que se
afirmaba, supuestamente con objetividad científica, que un 43% de la población
femenina de EEUU sufría la “nueva enfermedad” definida según los intereses de
la industria farmacéutica.
Los
pasos seguidos para identificar a la “población enferma” fueron los siguientes:
1) se
elaboró una lista de “problemas” considerados cada uno de ellos de suficiente
peso como para justificar el diagnóstico de la nueva enfermedad si una mujer
los había presentado durante dos meses o más en el último año;
2) se
pasó el cuestionario a una muestra de 1.500 mujeres;
3) se
evaluaron los resultados de forma que responder “Sí” a uno solo de los ítems se
consideró criterio suficiente para identificarla enfermedad.
Uno de
los 7 ítems era la ausencia de deseo sexual. Es decir, que las mujeres que
respondieron que no habían tenido deseo sexual durante dos meses o más en el
último año, automáticamente –independientemente de si estaban de luto por la
muerte de un ser querido, preocupadas por falta o por exceso de trabajo,
atrapadas en una relación insatisfactoria o gozando de una etapa de plenitud
interior–, quedaron etiquetadas de “disfuncionales” y pasaron a engrosar el
porcentaje de candidatas potenciales para el tratamiento que la industria
farmacéutica confiaba poder desarrollar en breve. Dos de los tres autores del
citado artículo tenían vínculos económicos con laboratorios farmacéuticos.
El
mismo año, en octubre de 1999, tuvo lugar un tercer encuentro sobre el tema,
organizado por la Facultad de Medicina de la Universidad de Boston, pero
promovido y financiado por 16 compañías farmacéuticas. El 50% de los asistentes
admitieron tener intereses en la industria farmacéutica. Del encuentro surgió
el Fórum para la Función Sexual Femenina, que celebró dos conferencias más en
los años 2000 y 2001 en Boston gracias a la financiación de 20 compañías
farmacéuticas, lideradas por Pfizer.
En el
año 2003, esta manipulación de los criterios médicos en función de los
intereses comerciales fue denunciada por Ray Moynihan en una de las revistas
médicas de mayor prestigio, el British Medical Journal. Los editores de la
revista recibieron en 6 semanas un total de 70 respuestas y comentarios con
relación al artículo de Moynihan. 2/3 de las respuestas fueron de apoyo y
confirmaron la indignación de los profesionales de la medicina ante dicha manipulación
aunque, como deja bien claro una de las respuestas, sin ellos no
podríaproducirse. Si los médicos no colaborásemos con los abusos de las
compañías farmacéuticas, esos abusos no acontecerían.
En
diciembre de 2004, la agencia reguladora de los medicamentos en EEUU impidió
que se comercializara el primer medicamento destinado a sanar la “disfunción
sexual femenina” (el parche de testosterona de los laboratorios Proctor y
Gamble). Los responsables de los estudios clínicos –todos financiados y supervisados
por Proctor y Gamble– habían presentado sus resultados de forma sesgada, de
modo que lo que eran unos beneficios dudosos y unos más que probables efectos
secundarios peligrosos (cáncer de pecho y enfermedad cardiaca) se anunciaban
como beneficios claros y riesgos negligibles. De momento aún no ha sido
desarrollado ningún otro medicamento para la disfunción sexual femenina, entre
otras cosas debido a una creciente conciencia por parte de todos los agentes
implicados de los efectos nocivos del exceso de influencia de las compañías
farmacéuticas en el ejercicio de la medicina.
La disfunción sexual femenina (como cualquier
otra enfermedad) tendría que ser estudiada en función de los intereses médicos
de las mujeres afectadas y no en función de los intereses económicos de algunas
de las empresas más ricas del planeta.
Otro campo trabajado por las Farmacéuticas ha
sido la Terapia Hormonal Sustitutiva (THS) para paliar los problemas
ocasionados por la menopausia.
Los intereses económicos junto con el
patriarcado son las únicas razones que nos pueden ayudar a entender que se
aplique el THS que aunque pueda disminuir el riesgo de fracturas, aumenta el
riesgo de accidente cerebrovascular, eventos tromboembólicos, enfermedad de la
vesícula biliar e incontinencia urinaria además de otros efectos adversos,
y que sigamos encontrando información que se empeña en entender que es necesaria
para el 80 % de las mujeres:
La
Terapia Hormonal Sustitutiva (THS) es muy efectiva en el tratamiento de los
síntomas menopáusicos. Un gran número de estudios ha demostrado una mejoría de
los sofocos, de las alteraciones psicológicas y otros síntomas generales.
Hay
evidencias de que el tratamiento hormonal sustitutivo es también más eficaz que
el placebo en la atrofia vaginal y en las alteraciones urinarias dificultades
del vaciamiento, de la frecuencia y de la urgencia urinaria.
Numerosos
estudios sugieren que la THS disminuye los factores de riesgo cardiovascular y
el reinfarto de miocardio, mejora la densidad mineral ósea y la atrofia urogenital,
y, posiblemente, disminuye el riesgo de ictus. Además, y debido a recientes
investigaciones, la enfermedad de Alzheimer es menos frecuente en mujeres que
usan THS, hecho que sugiere que el tratamiento hormonal disminuye el riesgo de
padecer esta enfermedad.
Queda
según lo expuesto claras las palabras de Lahitte y Fitte : “la mujer se
representa a partir de lo que el conocimiento médico predica sobre ella. Es
decir, se representa la sumatoria de síntomas que dan cuenta de la menopausia
como proceso patológico. La construcción biomédica de la menopausia se
contrapone a otras concepciones de este proceso surgidas por un lado en
diferentes investigaciones antropológicas y, por otro, desde las críticas del
movimiento feminista. Desde estas perspectivas se propone que la experiencia de
la menopausia es un proceso construido culturalmente, dependiente del contexto
socio-histórico en que se desarrolla y que el carácter patológico que se le
asigna en las sociedades occidentales es también una construcción socio-cultural”.
Seguimos constatando la indefensión de la que
nos habla Carme Valls en su libro Mujeres invisibles y la necesidad de
enfrentarnos al biopoder patriarcal.
Bibliografia :
Barber
Webster, Joy. 1998 Meno-Boomers and
Moral Guardians. An: Exploration of the Cultural Construction of Menopause. En:
The Politics of Women’s Bodies Sexuality, Appearance and Behavior. Rose Wietz, ed. Oxford University Press. 1998.
Blass Lahitte Héctor, Fitte Ana Leticia 2007 . Antropología
y construcciones de género: publicidades gráficas y menopausia
Butler, Judith
1990 El género en disputa.
México: Paidós.
Foucault, Michel, Microfísica del Poder.
Madrid: La Piqueta, 1992, pp. 191-193(2002): La arqueología del saber, Siglo
XIX Editores, Argentina(2003) Vigilar y castigar, nacimiento de la prisión;
Siglo XXI Edit, Buenos Aires.
Ortiz Gómez, Teresa, “El papel del género en la
construcción histórica del conocimiento científico sobre la mujer”, en La salud
de las mujeres: hacia la igualdad de género en salud, Elvira Ramos (ed.)
Madrid, Ministerio de Trabajo y Asuntos Sociales-Instituto de la Mujer, 2002,
pp. 29-42 http://www.ugr.es/~tortiz/Genero%20y%20androcentrismo.PDF.
“Aspectos biológicos y clínicos de las
diferencias”; en http://quark.prbb.org/27/027041.htm (última visita, 8 de abril
de 2014)
Denominamos al modelo médico
hegemónico o biomedicina, a lo que en Occidente denominamos
Medicina. La
ciencia de la salud/enfermedad que se creó y desarrolló en Occidente a partir
de la ciencia
griega y que
se estudia en las facultades en la actualidad.