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Marcela Lagarde y de los Ríos en entrevista con Cimacnoticias en su casa. CIMACFoto: César Martínez López. |
Si hay una teórica feminista en Iberoamérica que ha dado luz para explicar el mundo patriarcal, para darle nombre a todos aquellos cautiverios de las mujeres que mantienen su opresión y a la vez, las claves para salir de ellos, es la antropóloga feminista Marcela Lagarde y de los Ríos.
Sus libros han sido publicados mucho más en España que en México. Los cautiverios de las mujeres, su tesis doctoral, es un parteaguas en el pensamiento modernos feminista mexicano e iberoamericano.
Como buena marxista es dialéctica, se mueve en la teoría y la práctica. Ella va del artículo a la conferencia, de la cátedra a la Cámara de Diputados para construir una ley que no combate nada, que no va en contra de nadie, sino que está a favor de la vida y la libertad de las mujeres: la Ley General de Acceso para las Mujeres a una vida libre de violencia, creada en la LIX legislatura.
Marcela Largarde, una mexicana que fruta vendía y la puedes encontrar lo mismo en una manifestación que en la Constituyente de la Ciudad de México para garantizar los derechos humanos de las mujeres, pues como lo dijo en su presentación como candidata externa del PRD a la Asamblea Constituyente, su objetivo es lograr que el primer artículo de la constituyente inicie reconociendo que todos las personas son libres e iguales.
Se podría decir que su destino estaba escrito, pues nació en el año de la Declaración de Derechos Humanos y cuando el Segundo Sexo, de Simone de Beauvoir, fue publicado en 1948, pero nada de su reflexión teórica es azarosa, mucho menos su feminismo.
Lagarde es producto de su historia y sobre todo de su educación, una educación que, ella define, sirve para que las personas se expandan.
La conversación la hacemos en su casa, rodeada de sus muñecas, sus plantas y su vitrina con representaciones femeninas de todos los lugares a los que ha ido a compartir sus reflexiones feministas. No es una charla fácil, el principal obstáculo es retomar el hilo de la conversación tras cada llamada que recibe, pues está en plena campaña para formar la Constituyente. Hoy es la Presidenta de la Comisión de Carta de Derechos en la Constituyente.
Lucía Lagunes Huerta (LLH):-
¿Qué es el feminismo en la vida de Marcela Lagarde?
Marcela Lagarde y de los Ríos (MLR): Cuando me dijiste de qué se trataba la entrevista te iba a decir: recientemente, hace dos años, publiqué un libro que se llama el Feminismo en mi Vida, Hitos, Claves y Topias. Recién se dio a conocer en las redes, me escribió Diana Mafia, la filósofa argentina que es mi cuata, y me dijo ¡qué bueno! por fin me voy a enterar de tus cuitas, de tus cosas. Sí le dije, es un libro sobre mí, de lo que yo escogí de mí, no cuento nada personal.
Es un libro, explica Marcela, que reúne textos escritos a lo largo de 40 años de mi vida. Si los lees cronológicamente, tiene que ver con lo que estábamos viviendo, los movimientos feministas en los que yo participé y para los cuales les escribí. Yo siempre he escrito para el feminismo. Para mí, el feminismo pasa por muchas cosas, primero por la experiencia personal, que es lo rotundo en mi vida.
DE LA ENEMISTAD, A LA SORORIDAD
LLH: En qué momento decides escribir el libro
MLR: Algunas compañeras me habían pedido publicar lo que he escrito hace 3, 15 ó 20 años, textos escritos para revistas y periódicos. Fueron textos sugeridos y otros que consideré importantes, y que son mi reacción ante experiencias vividas y ante ese universo en el que me muevo, que es la República Feminista. El más antiguo es un texto sobre enemistad entre mujeres, se llama Enemistad y sororidad. Yo primero identifiqué la enemistad, y al estar enfrentándola, como yo escribo, escribí sobre el tema.
Al escribir sobre la enemistad, lo que me salía era la posibilidad de una solidaridad política entre mujeres, a eso le llamé sororidad, lo busqué y lo encontré. Años antes, en algún un texto de una “gringa” (que perdí) ella siempre firmaba “Sister How”, cómo se hará, cómo se come, y en el cómo se come lo fui delineando y lo fui definiendo.
En el libro hay varios textos sobre el tema de épocas diferentes. Yo evolucioné mucho internamente, descubrí que las mujeres teníamos que pactar, pero eso lo descubrí 10 años después. ¿Por qué pacto? pues, porque somos mujeres que hacemos política para cambiar el mundo y también para preservar lo que han logrado otras y otros que nos favorecen o nos importa.
Digo, y lo digo de corazón, que hay libros que salvan una vida. Para mí, recoger todo eso que he vivido y que he escrito, fue mi salvación, porque me nutrí de mí misma, me emocioné de lo que había escrito.
LLH: ¿Es tu mirada intelectual?
MLR: Es muy intelectual el libro, porque yo soy intelectual, soy una científica y me dedico a la epistemología feminista dura y pura, lo traduzco en el análisis político, pero tiene mucho de afectividad, porque soy una persona con muchos afectos implicados en todo lo que hago y vivo.
Este libro tiene un poco de coyuntura, que yo aprovechaba para reflexionar teórica y políticamente. Escribí ese artículo sobre enemistad y sororidad, en alguna contrariedad en el movimiento feminista, explicando por qué la enemistad entre mujeres, cómo estamos colocadas para enfrentarla, qué daño nos hace a las mujeres, y cómo tendríamos que buscar en tradiciones que nos pertenecen, otras formas, por ejemplo la amistad, que es una relación moderna de las mujeres. La amistad me ayuda en un sentido, porque hay acercamiento, apoyo, pero no me ayuda por complacencia.
LLH: Pero porque ese es el concepto de amistad que tenemos…
MLR: Sí, todo son conceptos, nadie vive sin conceptos, y yo estaba tratando de dotar de otra cosa. Me inspiré en todos los apoyos que he leído en la historia y que implican a las mujeres, entre mujeres, incluso en el error.
Como hacemos en el feminismo, relata Marcela, tomé de unas experiencias unas cosas y de otra, otras cosas. Ahí me planteé algo utópico, por eso el libro se llama Hitos, Claves y Topias. Porque lo utópico es lo que no existe, está solo en la imaginación lo que nos permite vivir, pero lo que necesitamos vivir cotidianamente es la topia y esa es la sororidad.
No es suficiente tener relaciones positivas -continúa- es necesario potenciar eso políticamente en el universo en el que actuamos, por eso se requiere pactar, nombrar las cosas, por eso la sororidad no es solo entre tú y yo, sino una experiencia filosófico-política a la que podemos acceder todas. Se vuelve un patrimonio del feminismo. Recuerda Marcela: Con las italianas descubrí el affidamento, me quedé con la pasión política del affidamento y con el reconocimiento de la autoridad de las mujeres, que son dos claves fundamentales, pero no con la fe de affidarse. Porque nos convocan otra vez a la fe, de lo cual también he escrito, porque tenemos que tener fe las mujeres, son dogmas que no logras a ver.
CAMINO AL FEMINISMO
LLH: Cómo llegas al Partido Comunista
MLR: Eso fue maravilloso, después (del movimiento estudiantil) del 68. Estaba en primero de antropología, participe en todas las manifestaciones, hice todos los volantes del mundo, repartí, hice trabajo obrero. En esa época México era un país gris, terrible, monopartidista, el Estado estaba copado por el PRI (Partido Revolucionario Institucional), había presos políticos, toda la filiación del movimiento del 68 era una filiación histórica que aprendimos del movimiento magisterial, del movimiento ferrocarrilero, del movimiento médico. Y hacíamos nuestra historia, no teníamos historia para transformar el país democráticamente, nosotros nos planteábamos cambios democráticos, no armados, en la época en que gran parte de América Latina se planteaba la lucha armada.
El movimiento estudiantil tenía la consigna por las libertades democráticas, yo he sido demócrata toda la vida, pero al mismo tiempo libertaria, me identificaba con el comunismo, creyendo que era con la tradición que venía de Marx. Llegue al comunismo porque era una estudiante de antropología y me invitó uno de mis maestros, Andrés Medina.
LLH: ¿Y al feminismo, Marcela?
MLR: Al Feminismo ahí mismo, teóricamente todo iba a ser la emancipación integral de todo, y las cosas que yo reconocía como desigualdades, que hoy llamamos de género, se iban a resolver con la revolución. Era muy contradictoria, participaba de ideas democráticas, pero también de ideas revolucionarias.
LLH: ¿Recuerdas tu primer acercamiento teórico al feminismo, tu primer libro?
MLR: Sí, Alejandra Kollontai, me tocó exponerla en un grupo que hicimos de autoestudio en el Partido Comunista, porque resulta que habían muchas mujeres identificadas, sensibles o con esas ideas. Entonces formamos un grupo, nos veían entrar y no daban crédito: primero éramos 10, luego 40, 70, éramos un éxito rotundo, era el año 1974.
Era un grupo de estudio autodidacta, porque no pertenecíamos a los pequeños grupos del movimiento feministas. Entonces, ¿quién nos iba a enseñar?, pues los clásicos: qué dice (Carlos) Marx sobre las mujeres, qué dice (Federico) Engels, qué dice (Max) Weber. Esa triada fue clave, hasta que un día pregunté ¿qué no hay mujeres? y alguien dijo claro que sí, está Clara Zetkin, Rosa Luxemburgo. Me puse a leerlas, las clásicas me convirtieron.
LLH: ¿Qué es el feminismo en tú vida, cómo te transforma?
MLR: El feminismo continúa, como una concepción filosófico política que se engancha muy bien con una parte de mi identidad y de mi condición de género. Soy de la primera o segunda generación en que hubo mujeres en las universidades en México, eso cambió este país, nuestras familias y lo que podíamos ser cada quién. Fui educada como moderna, mí educación ni siquiera se discutía, se sabía que yo iba estudiar en la universidad, y si podía, me iría becada al extranjero, ese era mi paquete de vida. Se lo debo a mis padres, pero también se lo debo al petróleo, al desarrollo que hubo en México en esos años. Se juntó toda la modernidad, la modernización del país y la modernización familiar.
LLH: Háblame de tu familia
MLR: Soy hija de un profesionista liberal, médico, bohemio, izquierdoso que veía a sus hijas como esas mujeres universitarias libres. La libertad me la enseñó mi papá. Mi mamá era ama de casa tradicional, haciendo familia, cuidándonos a todos. Ha sido el pilar absoluto.
A la que yo veía como mujer, en frente, era a mi mamá, entonces yo soy… como digo (sonríe) y lo he hecho categoría, soy una sincrética: por un lado muy moderna, muy libertaria, muy educada, muy universitaria y por el otro lado muy de familia, muy casera. Fui educada con esas dos fórmulas de género al mismo tiempo, mis conflictos en la vida se debe a ese choque de dos estereotipos y construcciones de género antagónicos, los vivimos todas como conflictos personales, pero como antropóloga los analizo.
El feminismo lo que me dio, fue (medita) la certeza que en mi análisis y mis sentimientos profundos tenía la razón y luego lo hice teoría, lo que yo he visto, he vivido y luego he investigado, lo convertí en una teoría política de la opresión de las mujeres.
LLH: ¿Cómo surge Cautiverios?
MLR: Porque un día de veras me convertí al feminismo, de un día al otro, entendí todo, ya lo demás ha sido extras, pero de repente tuve el paradigma, la visión del mundo desde el feminismo, lo primero que hice fue ir a cambiar mi tema de tesis a Las mujeres en la formación social mexicana, porque el otro era Los pueblos indígenas en la población social mexicana. Me dijeron “vamos a ver si lo acepta el consejo técnico”.
En ese trabajo, me faltaban categorías, pero no sabía otras, estudié a todas las clásicas, todas mis fuentes marxistas, la primera parte de los cautiverios es una teoría política. Me pusieron un jurado en el doctorado, para ver si eso que yo quería hacer era antropología, porque “cómo que estudiar a las mujeres iba a ser antropología”. Y gracias a eso yo escribí la mitad de los cautiverios.
Esa tesis me llevó 6 años de investigación empírica, estudiando a las madres-esposas en casas como estas, pero en jacales, en chozas, en todas las clases sociales, lo que hice fue crear categorías de género, lo que hoy se llama muy elegantes interseccional, la condición étnica, de edad, de clase, todas las categorías articuladas por el género y eso es lo que dio como resultado las categorías como madre-esposas.
MADRE-ESPOSA
LLH: ¿A qué te gustaba jugar de niña, Marcela?
MLR: A las muñecas, siempre he tenido muñecas y al lugar donde voy si hay artesanías, compro representaciones simbólicas de las mujeres. Jugaba a las muñecas, a la comidita, tenía mis aros de bordar. Compraba en el mercado telas que tenían pintadas flores, las bordaba y las vendía a mis hermanos.
LLH: ¿Cuántos hermanos son?
MLR: Fuimos cuatro, mi hermana mayor murió muy joven, a los 45 años, bueno, ni modo… nunca he dejado de extrañarla… tal vez por eso soy feminista.
LLH: ¿Tenías algún cuento en especial de niña?
MLR: Desde luego, yo tengo una historia literaria muy bonita. En una pesadilla como a las 4 de la mañana, tenía 7 años, me desperté muy contrariada por la pesadilla, vino mi mamá a tranquilizarme, me prendió la luz y me dijo: “lee esto porque va a tranquilizarte”, y leí un librito maravilloso de ciencia ficción del siglo XIX sobre un viaje submarino en que te describen todas los niveles del mar, la flora y la fauna, es una aventura de unos buzos de esa época. Ese fue mi primer libro leído, no para niños, una novela de verdad.
Leí a Ana Frank a los 10 años y me marcó profundamente. Ese libro me ha acompañado mucho en la vida, porque me identificaba con esa niña solitaria, ya que era una niña muy solitaria, muy hermética y muy silenciosa, de muy pocas palabras, no hablaba, leía mucho, todo el tiempo estaba leyendo. Creo que lo que más he hecho en mi vida es leer, lo otro segundo escribir y lo otro cuidar.
LLH: Eres mamá y abuela, ¿qué ha significado?
MLR: Mi nieto alguna vez llegó aquí, se quedó viendo mis muñecas y me dijo, para que veas que significa, “abuela, por qué juegas a las muñecas si ya eres grande?”. Mira qué sabio eres, le dije.
Es una parte de mi infancia, es jugar a las muñecas a la manera que lo puedo hacer ahora, poniéndolas en mi sala. Ser mamá ha sido la pasión de mi vida, ahí sí junto todo, ahí no me siento partida de nada, soy la que soy y estoy en eso, plenamente. Además, tengo una hija que es un sol, una mujer maravillosa y ha sido una persona maravillosa toda su vida.
LLH: Decidiste sólo una…
MLR: Una, no podía con más. Sí quise tener más, pero luego me arrepentí y dije nunca más si con una es más que suficiente. Después me junté y me casé con Daniel Cazés, que tenía sus dos hijos y éramos una de estas nuevas familias, de estas complicadas y complejas, y más gente era muy difícil.
Y bueno, también ha sido, la casa, el trabajo, la niña… Si lo cuento desde ahí, pues (ha sido) complicado: que es el día de la madre, pero tienes que presentar un informe en la CEDAW, y no puedes ir. Esa partición, que a veces hemos vivido todas nosotras, también la he descrito y la he analizado, es la vida cotidiana y la maternidad.
La maternidad… nada de que es “dulce y maravilloso” y que se nos da. No se nos da y no sabemos cuidar a nadie y vas aprendiendo como puedes, y mal cuidas y descuidas y haces muchas cosas. Pero sí tengo una conciencia muy fuerte de cómo la vida de las madres y los padres marca tanto a las hijas y los hijos, que lo que hagamos repercutirá en ellos. Es fuertísimo en ellos.
Tal vez esa conciencia no la tuve cuando decidí embarazarme de Valeria, si la hubiera tenido quién sabe… Me faltó edad para decidir madura, yo me casé la primera vez a los 22 años, era muy chiquita, muy grande políticamente, era comunista, era sindicalista, mi vida era muy pletórica y ahí me hice mamá.
Ser madre como feminista conlleva muchas más contradicciones, probablemente, que ser madre tradicional porque embonas en un modelo. En cambio, como feminista lleva muchas contradicciones entre la maternidad y la construcción de una dimensión autónoma de nosotras. ¿De qué autonomía hablamos si somos madres? Es otra autonomía que no es la de los hombres: sí autónoma, pero sí presente, sí autónoma pero sí solidaria, la sororidad en la maternidad. Y también decir, al revés, yo he vivido una filialidad de mi hija muy sórica, esa parte de mi vida es deliciosa.
LLH: ¿Cómo te gustaría que empezara tu biografía?
MLR: Que Marcela es una mexicana que fruta vendía. Un día lo dije así en un curso en España y luego otra vez en Guatemala. A veces me colocan en las biografías como representante del feminismo latinoamericano, pero a mí nadie me ha elegido y los representantes son elegidos.
Otra, cosa que me gustaría es que me tomaran como frase, porque yo voy a la Constituyente para poder escribir en la Constitución: “Todas las personas en la Ciudad de México nacen y viven libres e iguales entre sí”. Eso es lo que quiero para la Constitución, que es el primer Artículo de la Declaración de los Derechos Humanos.
Por: Lucía Lagunes Huerta- Periodista y feminista, directora general de CIMAC.
Cimacnoticias | Ciudad de México.- 31/01/2017
Twitter: @lagunes28
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