Como feministas cualquier mes es bueno para leer, re-leer, reivindicar y recomendar a nuestras autoras y para salir en defensa de las brujas, sin embargo, octubre resulta especialmente propicio porque en él está la conmemoración del Día Internacional de Las Escritoras que en este año es el día 14, y la festividad del día de Halloween con su respectiva fiesta de brujas.
En el marco de dicha celebración la popularidad de las brujas aumenta, cosa que aprovechamos para la labor reivindicativa que de ellas hacemos desde los feminismos, la cual alrededor de esta fecha tiene mayores probabilidades de difusión. Labor a la que definitivamente contribuye en gran manera la periodista, escritora y feminista francesa Mona Chollet con su magistral ensayo Brujas, publicado en 2019.
Es una obra fundamental para conocer el largo ancho y profundo de la desgarradora historia de la persecución y asesinato de las llamadas brujas, el larguísimo proceso de su metamorfosis conceptual, lo que representó en el pasado y lo que representa en el presente ser considerada “bruja”, los contextos patriarcales y conceptos estereotipados que a a nuestras ancestras y a nosotras nos unen. Merecidamente este texto ha sido calificado como una grandiosa metáfora feminista
Y es que por fortuna o mejor dicho por justicia, el feminismo y las escritoras feministas estamos cambiando el significado de muchas cosas y entre ellas está la connotación de la palabra “bruja”, actualmente dentro del movimiento de mujeres nos resulta un orgullo ser llamadas así, pues es sinónimo de inteligencia, sabiduría, conocimiento, éxito, independencia, autonomía, poder y fuerza, así como de madurez, ancianidad belleza y plenitud.
“Las brujas sabias son capaces de mirar hacia atrás sin rencor ni dolor, son atrevidas, confían en los presentimientos, meditan a su manera, defienden con firmeza lo que más les importa, deciden su camino con el corazón, escuchan su cuerpo, improvisan, no imploran, ríen juntas, y tienen los dedos verdes. Las brujas no se quejan porque son sabias, porque conocen el poder de la oración y de la meditación, conectan consigo mismas y agradecen sus bendiciones” (Las brujas no se quejan, Jean Shinoda Bolen).
Pero regresando a la defensa feminista de las “brujas”, la pionera que trajo a la luz el genocidio femenino que significó la caza de brujas y la primera además en autoproclamarse orgullosamente bruja, fue la sufragista estadounidense Matilda Joslyn Gage (1826-1898), quien en 1893 escribió:
«Cuando, en lugar de “brujas”, decidimos leer “mujeres”, comprendemos mejor las atrocidades cometidas por la Iglesia contra esa porción de la humanidad>> (Woman, Church and State).
Hoy en día es difícil de creer que el hecho de poseer milenarios saberes femeninos, atreverse a pensar y decidir por sí mismas saliéndose del orden patriarcalmente establecido, haya representado una condena de muerte para miles y miles de mujeres que fueron quemadas en la hoguera a partir del siglo XV y hasta el XVII.
“lLa palabra «bruja» había sido la peor de las marcas de infamia, la imputación mentirosa que había supuesto la tortura y la muerte de decenas de miles de mujeres” (Brujas, Mona Chollet).
Unas de las víctimas de este acto infame de las que además proviene la estigmatizada y popular vestimenta brujesca, fueron las pequeñas empresarias productoras de cerveza. El sombrero negro de pico alto, el oscuro vestido largo, la escoba, el caldero y el gato, no eran más que ropa y herramientas de trabajo, protección de la materia prima, así como domésticas estrategias de publicidad y mercadotecnia. Fueron eliminadas por la competencia masculina que envidiosa de su secretos conocimientos de elaboración y del éxito comercial que ellas tenían, las acusaron de practicar la brujería.
Misma acusación hicieron a médicas herbolarias, perfumeras, parteras, científicas, astrónomas, matemáticas, filósofas, y literatas. De igual forma terminaron en la hoguera las que para un hombre en particular resultaban ya incómodas o peligrosas. <<Muchos aprovecharon la caza de “brujas”, para librarse de esposas o de amantes molestas, o para impedir la venganza de aquellas a las que habían seducido o violado>> (Silvia Federici, autora de Calibán y la bruja. Mujeres, cuerpo y acumulación originaria).
Corrían la misma trágica suerte las que eran calificadas como “inservibles” por su condición de estériles, viudas, poco agraciadas, solteronas, enfermas, discapacitadas, y ancianas. <<Inmenso desperdicio de talento y de conocimientos>>, (Brujas, parteras y enfermeras, una historia de mujeres sanadoras, Barbara Ehrenreich y Deirdre English).
Actualmente las mujeres ya no somos condenadas a muerte por ser independientes, profesionistas, exitosas y/o solteras, ni por no ser madres, como tampoco por no encajar en los estándares de belleza y de la “normalidad física”, o por ser viejas; sin embargo, por pertenecer a cualquiera de estos grupos se nos sigue llamando negativa y despectivamente “brujas”. Mona Chollet desde su perspectiva feminista nos ofrece una extraordinaria analogía acerca de todo esto.
Retomando el tema de las brujas en el contexto de la celebración del día de Halloween, y desde mi experiencia de ser mexicana, puedo decir que las cosas han cambiado mucho en las últimas décadas, sobre todo en la cultura popular latinoamericana.
Ver a niñas y a mujeres de todas las edades disfrazadas de brujas, era algo impensable en las extremadamente católicas familias mexicanas durante los años sesenta, setenta y ochenta, no sólo por la demoníaca fama que tenían las brujas, sino también porque hasta principios de los años noventas en México no se celebraba Halloween, y los disfraces de bruja aún no estaban de moda. La tradición nos llegó de Estados Unidos, país en donde Halloween se festeja masivamente desde 1921.
De ahí mismo nos fueron llegando paulatinamente a través del cine y la televisión Glinda la bruja buena del Mago de Oz, Grimilda la reina mala y bruja de Blancanieves, y Samantha la bruja buena y ama de casa que protagonizó en los sesentas la serie Hechizada. Por alguna extraña razón, la de mayor impacto y trascendencia era la malvada bruja de Blancanieves, de ahí que a las niñas de aquel entonces nunca se nos hubiera pasado por la mente querer vestirnos de brujas.
Al sexo femenino en México (al igual que en muchos otros lados) nos habría venido de maravilla que de nuestro vecino país del norte, también nos llegara con mayor fuerza y capacidad expansiva el movimiento feminista tan en auge allá sobre todo a partir de los años sesenta. De habernos llegado por ejemplo: en el 63 La Mística de la Feminidad, de Betty Friedan, en el 69 el artículo de Gloria Steinem: Después del poder negro la liberación de las mujeres, así como la noticia de la creación del grupo feminista WICH (BRUJAS) en el 68; se nos habría despertado mucho antes la conciencia de la opresión desigualdad y violencias de la que éramos objeto. También nuestro equivocado concepto de las brujas habría desaparecido hace décadas.
“La bruja encarna a la mujer liberada de todas las dominaciones, de todas las limitaciones; es un ideal hacia el que tender, ella muestra el camino” (Brujas, Mona Chollet).
Encuentro en la re-lectura y difusión de este enriquecedor libro, una magnífica manera de aportar a la conmemoración y celebración del Día de las Escritoras, a la vez que reitero mi defensa de nuestras antepasadas brujas y de nosotras las brujas actuales.
En conclusión, la obra de autoras como las que he citado aquí, es la prueba de que cuando el arte de escribir y el activismo feminista se unen, resulta una magia transformadora…y se escucha el aplauso de las brujas!!
Galilea Libertad Fausto.
Créditos de la ilustración: Ediciones Ed.