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domingo, 28 de julio de 2024

Hablando de feminización, desfeminización y feminidad

 


El enorme crecimiento del movimiento feminista a nivel mundial, y los importantes avances que este ha logrado en las últimas dos décadas en materia de los derechos, desarrollo e integración de las mujeres a los diferentes espacios públicos, hacen que por lo menos en los lugares a donde ha llegado el conocimiento y la práctica del feminismo, se justifique el decir que el presente siglo es el siglo de las mujeres.

“Surge el liderazgo femenino y la creación de múltiples espacios políticos por las mujeres, especialmente de feministas. Se amplía la participación política y la incidencia femenina en el mundo mediato e inmediato. La presencia de las mujeres en los ámbitos propios y en los que tradicionalmente eran masculinos, y la resignificación ideológica y política (jurídica, mítica) de las mujeres y de lo femenino, hace que el mundo se feminice”, nos dice la feminista, antropóloga, etnóloga y académica mexicana Marcela Lagarde en su texto: Identidad Femenina.

Millones de mujeres seamos o no feministas nos beneficiamos de igual forma de esta parte de la feminización del mundo actual, y digo de esta parte porque a este suceso lo acompaña algo que para la opinión de muchas no es tan celebrable ni beneficioso. Me refiero a la desfeminización de las mujeres, no en el sentido clínico por el que algunas optan,  ni a la justa y urgente desfeminización de la crianza y educación de los hijos, los quehaceres del hogar y los cuidados de enfermos y ancianos en la familia .Hablo de la pérdida de ciertos aspectos o de la totalidad de la identidad femenina en pos de la igualdad.

A este respecto como a tantos otros, la literatura siempre oportuna y generosa me ayuda a ejemplificar de una manera más simple esta controversial cuestión: 

<A sus cuarenta y cuatro años, la mujer que protagoniza esta novela se ha convertido en un auténtico «hombre» de negocios: gana doscientos mil euros al año y ha modelado su cuerpo, su tiempo, su lenguaje y hasta sus relaciones sexuales para conseguir tener tanto poder como un hombre, ser aceptada en sus círculos, ganarse su total confianza y convertirse, por fin, en uno de ellos.. echa la vista atrás y comprende que su éxito profesional es también el resultado de una monstruosa transformación personal>. ((Reseña publicitaria de la novela El último hombre blanco, Nuria Labari, 2022).

Esta es la experiencia de muchas mujeres en el todavía patriarcal mundo académico, laboral, profesional, político, empresarial, periodístico etc.. Las mujeres y sobre todo su feminidad siguen siendo mal vistas, su ingreso permanencia y ascenso en estos espacios depende sí, de su conocimiento capacidades y experiencia, pero también en mucho depende del grado de mimetización que ellas estén dispuestas a tener con el comportamiento masculino en la estructura patriarcal.


De ahí que no sean pocas las que por presión y coacción, o por conveniencia y comodidad e incluso hasta por convicción y decisión propia, terminan haciendo a un lado su yo femenino y feminista asumiendo una mentalidad y desempeño totalmente masculino, vertical y jerárquico en donde el pacto de hermandad entre mujeres no tiene lugar.

La “igualdad” que ese mundo androcéntrico ofrece a las mujeres es una especie de contrato no escrito, en el que ellas se comprometen a convertirse en uno de ellos a cambio de permitirles cohabitar en los altos mandos y recibir todos los beneficios que esto implica. Es en esa aceptación-conversión de ellas en donde los beneficios del feminismo y del patriarcado se unen lastimosamente, y es en esa seudoigualdad   que muchas mujeres queriendo o sin querer van perdiendo su identidad propia.

Y cuando hablamos de nuestra identidad estamos hablando de raíces familiares, sociales y culturales, pero también de feminidad, ideas, ideales, convicciones, conocimientos, gustos, y pasiones, todo lo cual no debería verse comprometido ocultado o excluido en el camino hacia nuestra autoconstrucción de mujeres fuertes y exitosas. Tampoco a la hora de asumirnos como feministas.

En una ocasión escuché decir a una compañera en un juego de preguntas y verdades, que los placeres culposos a los que había tenido que renunciar como militante feminista eran su pasión por vestirse elegante y femenina, y leer novelas románticas.

Personalmente no pienso que la lucha feminista requiera que renunciemos a los aspectos que nos gustan de nuestra feminidad, creo que a efectos reales los gustos personales son en realidad irrelevantes a nuestro activismo.

“Feminismo y feminidad no se excluyen mutuamente. Es misógino sugerir lo contrario. Por desgracia, las mujeres han aprendido a avergonzarse y disculparse de los intereses que tradicionalmente se consideran femeninos, cuentos como la moda y el maquillaje”, dice la escritora y feminista nigeriana Chimamanda Ngozi.

Decir que una auténtica feminista no puede andarse con feminidades emocionales ni de ningún tipo, es un estereotipo patriarcal que lamentablemente muchas mujeres feministas y no feministas dan, por cierto.

La periodista escritora y activista libanesa Joumana Haddad, dice algo muy interesante a este respecto en su libro Yo maté a Sherezade: Confesiones de una mujer árabe furiosa.

…” ¿no es la desfeminización de las mujeres el acto de rendición por excellence ante el chantaje de los hombres y su visión superficial de la entidad femenina?”.

Cada una tendremos nuestra propia respuesta a esta interrogante.

En cuanto a la feminización del mundo de la que nos habla Marcela Lagarde, es sin duda el necesario inevitable e imparable proceso para el avance de la humanidad, no obstante, la masculinización del pensar y hacer de una mujer y su pasar por encima de otras mujeres para lograr sus objetivos, no debe y no puede ser la piedra de obstáculo en el camino de esta evolución. 

Creo en una feminidad propia, pensada, elegida y disfrutada, pero sobre todo en una feminidad que va más allá del arreglo personal y los gustos, me refiero a una feminidad llena de affidamento y sororidad genuina,

 Porque al l final del día nuestra convicción, filosofía, ética y compromiso feminista no depende de que tan más o que tan menos femeninas seamos,lo que si es indispensable es que que nuestra lucha antipatriarcal, anticapitalista, anticlasista y antirracista ya sea que la hagamos o no en tacones altos vestidos rosas y moños en el pelo, esté vacunada contra las astutas argucias del sistema patriarcal.

Cierro citando de nuevo a Joumana Haddad: “Tenemos que ganar nuestras batallas por nosotras mismas, sin condiciones, alteraciones, acuerdos o cesiones de lo que nos constituye como mujeres. Ésta es, en mi opinión, la nueva Feminidad árabe, y hasta la nueva Feminidad Universal que necesitamos hoy”.

Galilea Libertad Fausto.

Créditos de la ilustración a quien corresponda.


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miércoles, 17 de julio de 2024

Activismo feminista en familia y la exposición “Viva la Vida”

 


Conocer el feminismo, abrazarlo, hacerlo nuestra filosofía y propósito de vida es para muchas de nosotras no sólo la única y mejor forma de estar en el mundo, sino también de aportar a este algo mediante el trabajo que cada una realizamos en y desde nuestro propio campo. Y es verdad que hacer activismo feminista no es una tarea fácil, pero es muy especial y gratificante cuando nuestra labor de servicio es un proyecto de familia.

Pienso por ejemplo en lo maravilloso que fue y es para mi amiga y editora Hortensia Hernández y su hija Violeta Doval Hernández, colaborar y publicar juntas el mes pasado su magnífico libro: Sabias y Savia, una enriquecedora recopilación que nos da a conocer la importante labor de cincuenta feministas de diferentes países, las cuales trabajan en pro de la vida, seguridad, bienestar y desarrollo de las mujeres y niñas de todo el mundo y por la igualdad real entre los dos sexos.

Imagino y celebro enormemente lo enorgullecedor y motivador que es para Hortensia y Violeta unirse y llevar a cabo el proceso y la culminación de este valioso proyecto literario-feminista-activista, lo que me da la pauta para tomar prestado este espacio y compartirles una de mis más entrañables experiencias de labor feminista en familia.

El pasado 11 de julio se cumplieron quince años de aquella tarde en la que presentamos la exposición de pintura “Viva la vida”, en St. Joseph County Public Main Library South Bend, IN. Y hoy he querido rememorar este evento no sólo porque ha sido uno de los más emotivos y significativos en mi servicio social y activismo feminista, debido a que ese fue un proyecto en el que se integró parte de mi familia; sino también y sobre todo por la positiva trascendencia que tuvo para el autoconocimiento y autoestima de las participantes.

<<Durante las últimas semanas, Mariposas, un grupo de apoyo contra la violencia doméstica ha estado trabajando en el taller de acuarelas al aire libre. En un ambiente campestre rodeadas de naturaleza y dirigidas por el joven pintor y músico Aníbal Fausto (mi hijo), las mujeres están aprendiendo a combatir el estrés de la rutina diaria y a descubrirse a sí mismas, mientras dan sus primeros pasos a través de este mágico mundo de formas y colores>> ((Extracto de mi artículo publicado en julio de 2009).

El tema-modelo escogido por ellas mismas para llevar a cabo en este taller fue la obra artística de la pintora mexicana Frida Kalho, con la que se sentían identificadas por su nacionalidad e inspiradas por su ejemplo de fortaleza y tenacidad ante los duros embates de la vida.

Como mujer feminista, como facilitadora del grupo Mariposas y como mamá, fue muy gratificante ver montada la exposición con el trabajo que cada una de las mujeres realizó, más algunas de las obras de Aníbal que el mismo decidió exhibir como muestra de su apoyo a nuestro grupo, y en contra de la violencia de género.

Este acontecimiento como lo dije en su momento fue más que una pequeña exhibición artística, fue una gran muestra de crecimiento y superación personal, de unión familiar y de amistad también, pues el maravilloso espacio en el que Aníbal impartió este taller de pintura pertenecía a Gina Cortez, una de nuestras mejores amigas quien generosamente y con verdadera alegría nos abrió las puertas de su casa.

Detrás de cada pintura había la historia de fuerza y coraje de una mujer así como su deseo de superación, y los sueños e ilusiones de cada niña que participó.

 

Recuerdo que durante el proceso de creación mi emoción crecía mientras observaba los rostros relajados, el toque tan personal y la soltura con que todas ellas expresaban sus emociones en cada pincelada, mientras que al hacerlo iban venciendo su timidez y miedos a la vez que su autoestima crecía.

De igual modo me emocionaba cuando veía con admiración y orgullo a mi hija Rember que a sus 17 años ya tenía la nobleza y la valentía para asumir la dirección general de Mariposas, y cuando miraba con ternura y gratitud a mi pequeña hija Galilea que con tan sólo ocho años de edad era la encargada de repartir y abastecer a las asistentes los materiales de pintura, bocadillos y bebidas, además durante otras actividades del grupo entregaba a cada mujer, las hojas con la información de los diferentes recursos comunitarios existentes en nuestra localidad.

Era en esos momentos que pensaba en el largo y no siempre fácil camino que individualmente y como grupo habíamos recorrido para llegar hasta ahí, en lo tanto que estábamos creciendo y en lo mucho que valía la pena continuar mi ser y hacer feminista como mamá, pero también como facilitadora de grupos, asesora de recursos, consejera y columnista.

A quince años de distancia de aquel memorable taller y exposición de pintura, continúo pensando en la importante valía que tiene el granito de arena que cada quien aportemos para cambiar la difícil situación de la vida femenina, y por consiguiente de la familia y la sociedad en general porque a fin de cuentas el feminismo bien entendido y bien aplicado, beneficia tanto a las mujeres como a los hombres.

Quiero mencionar que, aunque en la actualidad hay más mujeres feministas (y hombres simpatizantes del feminismo) de las que ha habido en toda la historia de este movimiento, ser activista por los derechos de las mujeres y las niñas muchas veces sigue siendo una labor muy solitaria, por increíble que esto pueda parecer.

De ahí que encontrar e integrarse a un colectivo afín a nuestra visión y práctica feminista (en mi caso feminismo pacifista) es magnífico, pero cuando nuestro interés, empatía, compromiso, trabajo y voluntad de servicio es un proyecto y propósito de familia, se convierte en una experiencia con un plus de satisfacción y productividad agregado.

Pero ya sea en individual, en colectivo y/o en familia, el hacer activismo feminista sigue siendo una necesidad global para la creación y el impulso de propuestas, leyes, enmiendas, sanciones, y modelos de igualdad entre ambos sexos en todos los ámbitos de la sociedad, pero también para la creación de programas educativos, cursos y talleres que favorezcan la salud mental-emocional-física,,el autoconocimiento, la autoestima y el desarrollo integral de las mujeres y las niñas!.

 

Galilea Libertad Fausto.

Créditos de la ilustración: Axel Hernández.

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martes, 9 de julio de 2024

La dura vida femenina en las alturas de México

 


Cursaba el sexto año de primaria cuando un día la maestra Blanca nos leyó una historia, se trataba de personas que vivían en lo alto de las montañas a veces llenas de verdor y en el invierno cubiertas de blanca nieve, oí por primera vez de familias de mujeres y niñas que se reunían para caminar y subir juntas hasta el manantial del que traían agua a sus chozas, lo mismo se juntaban para bajar al río a lavar la ropa y bañarse.

En mi mente de hija única y solitaria niña de ciudad, aquel relato lleno de abuelas madres hijas hermanas tías primas y amigas me fascinó, pareciéndome algo realmente romántico femenino y mágico. Por supuesto nada más alejado de la triste y dura realidad que viven cada día las mujeres y las niñas en las montañas de cualquier parte del mundo.

Aunque es verdad que a esas alturas y en posición de pobreza la vida tampoco es fácil para hombres y niños, sin embargo, es innegable que para ellas física, biológica y culturalmente el grado de dificultad y sufrimiento que padecen en su condición de mujeres, es enormemente mayor que el de ellos.

Para empezar, nos encontramos con el hecho de que en esos inhóspitos lugares , el agua no abunda y la que hay no es de fácil acceso, lo que representa un grave problema para la privacidad y la higiene femenina especialmente durante el periodo menstrual, el embarazo, el alumbramiento y las semanas posteriores al parto.

En relación a esto, de acuerdo con informes de la Organización de las Naciones Unidas y del Banco Mundial, en 6 de cada 10 países más del 75% de las mujeres no tiene acceso a agua y jabón, mientras que 500 millones de mujeres en todo el mundo  no cuentan con un baño dentro del sitio en el que viven.

Y es aquí en donde empezamos a hablar de estructuras patriarcales, machismo y desigualdad, de violación de derechos humanos, de derechos sociales y de derechos de las mujeres y niñas. 

A menudo, por no decir siempre, las tradiciones, usos y costumbres de los pueblos originarios van de la mano con la violencia de género.  “Es peor en la montaña, en las zonas rurales y en las marginales donde mujeres y niñas somos maltratadas también por ser indígenas y pobres”, fue el comentario que me hizo el viernes pasado la artesana Azucena Ramírez perteneciente al pueblo purépecha de Michoacán, México.

Una muestra más esclarecedora del uso y abuso de ciertas herencias culturales, es la situación en las montañas de Guerrero México, pobladas de comunidades indígenas predominantemente pobres y carentes de agua potable, en las que es tradición que las mujeres sin importar su edad ni estado de salud, sean las que provean de agua a sus familias realizando para esto peligrosas y agotadoras caminatas de hasta tres o cuatro horas, cargando en las manos o en la espalda pesadas cubetas, de ahí que se den frecuentes abortos espontáneos a consecuencia de este esfuerzo y de lass constantes caídas que sufren.

El abuso sexual en la infancia y/o adolescencia, la prohibición para estudiar, matrimonio infantil, embarazo obligado, violencia conyugal e institucional, falta de atención médica son sólo algunas formas más de las violencias de que son víctimas estas mujeres, pero también cuando por necesidad de trabajo, por voluntad propia o ajena bajan de lo alto de la montaña migrando hacia algún pueblo o ciudad.

Cabe mencionar que en el Estado de Guerrero, el 68.8% de las mujeres ha sufrido violencia psicológica, física, sexual, económica o patrimonial, reporta el Instituto Nacional de Estadística y Geografía (INEGI). A lo que se le suma que en el 2023 en este estado los feminicidios se incrementaron un 33%,  además de que continúan las desapariciones y la venta de niñas y mujeres indígenas.

Estas luchadoras de la vida no sólo recorren cada día a pie enormes distancias en busca de agua y muchas en busca de trabajo, sino también tienen que trasladarse a lugares lejanos cuando precisan de un médico, así como para poder denunciar los abusos de que son objeto ya que únicamente en 8 de los 85 municipios de Guerrero existen unidades de atención a la violencia de género. Las mujeres víctimas buscan justicia, pero el 99% de los casos no son investigados y los culpables no reciben nunca ninguna sentencia.

Mirando hacia el norte de México nos encontramos con nuestras hermanas que viven en la Sierra de Chihuahua, y nadie mejor para hablarnos de ellas que la periodista, activista por los derechos humanos y feminista mexicana Abril de la Fuente que no sólo las conoce de cerca, sino que les da asesoría y acompañamiento en diferentes procesos legales, ante las instituciones que constantemente ignoran sus demandas.

“En la Sierra de Chihuahua viven mujeres de grupos originarios rarámuri, odami, warijio y o'oba, así como mujeres mestizas. Para todas la vida aquí es complicada, algunas viven en pueblos o ciudades, otras en lo más intrincado de la Sierra” me comienza diciendo Abril en una entrevista reciente . Y continúa…”Para las mujeres serranas la vida es dura, las mujeres mestizas que lograron  estudios viven en condiciones más favorables que las que no tuvieron la oportunidad de estudiar”. (Esta activista ha promovido diversos programas educativos para ellas, motivándolas siempre a continuar estudiando).

Cuando le pregunté por los tipos de violencias que sufren estas mujeres y niñas indígenas, su respuesta sonó cargada de dolor cuando por mencionar a algunas habló de las mujeres  rarámuri, de esas niñas que en su mayoría no asisten a la escuela y desde temprana edad trabajan en el campo,

Igualmente hizo mención de la enorme violencia intrafamiliar que diariamente sufren las esposas al interior de su casa siendo golpeadas por sus maridos (terminando muchas de ellas asesinadas junto con sus hijos), y de la forma en que son rechazadas por el ministerio público cuando acuden a denunciar los delitos de que son víctimas.

Otra violencia a la que esta periodista y activista le pone luz y de la que poco y nada se habla es la práctica incestuosa:

“En las comunidades indígenas se da mucho el incesto, infinidad de niñas son violadas por sus hermanos, tíos o primos”…”Es muy común que haya hijas embarazadas de sus propios padres o abuelos, y muchas de ellas pierden la vida por estas prácticas horribles”, dijo y concluyó con tristeza Abril de la Fuente a la que agradezco mucho esta entrevista.

Es demasiado lo que falta por decir de la difícil e inaceptable situación  que viven sobre todo en las alturas las mujeres y niñas indígenas, de igual manera es demasiado lo que falta por hacer a favor de sus derechos  en general, desarrollo y bienestar integral, pero como no existe lo que no se nombra habría que empezar por legalizar el nombre y apellido de cada una de ellas.

No es posible que los gobiernos estatales continúen negándoles el derecho a ser reconocidas y debidamente registradas, como toda persona ciudadana deben contar con su acta de nacimiento y con todas las otras identificaciones oficiales que les permitan existir legalmente, y así poder tener acceso a escuelas, atención médica, programas de ayuda social, empleo, representación jurídica y todo lo demás que les es negado por no tener documentos de identificación.

Es urgente e imprescindible que desde diversas plataformas gubernamentales se trabaje con las mujeres y niñas indígenas víctimas de tanta violencia patriarcal y machista, sin embargo, es necesario ir más allá de la impartición de talleres artísticos y de manualidades, es vital que las registren y escolaricen para que salgan de la invisibilidad, el analfabetismo, la extrema pobreza y el abuso constante en el que viven, necesitan capacitación en oficios que les permita obtener empleos bien remunerados.

Del mismo modo ocupan de mujeres feministas que les hablen de todos sus derechos y de las leyes que las protegen, que les digan que las violencias que viven y sufren cotidianamente no son normales ni son mandato divino, precisan de una paciente pero ininterrumpida enseñanza sobre patriarcado machismo y feminismo, para que puedan ir a su propio paso creando conciencia de su personal situación y desarrollando una mente crítica y por consiguiente con perspectiva de género.

Y por último pero no menos importante, desde el movimiento feminista debemos continuar presionando a gobiernos y  autoridades municipales, para que terminen con el pacto de impunidad que tienen con los hombres que abusan golpean violan venden trafican y asesinan a mujeres y niñas indígenas o no indígenas en las ciudades, pueblos y montañas de México!


Galilea Libertad Fausto.

Créditos de la ilustración a quien corresponda.

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