Es un lugar común la afirmación de que la iglesia y los católicos tenían una visión tradicionalista del papel de la mujer. Pero sorprende encontrarse parecido ideal entre los hombres liberales, progresistas y librepensadores. José Ortega y Gasset sentía cierto desasosiego ante la idea del trabajo femenino, según testimonio de su propia hija13. Nunca una mujer, por otra parte, estuvo presente en las tertulias de la Revista de Occidente, ni siquiera María Zambrano, por quien Ortega sentía predilección intelectual.
Ortega y Gasset vio a la mujer como un ser de cabeza confusa y como una forma de humanidad inferior a la varonil. Se deduce de lo que escribió, en época ya bastante tardía, en el ensayo El hombre y la gente, “En la presencia de la Mujer presentimos los varones inmediatamente una criatura que, sobre el nivel perteneciente a la humanidad, es de rango vital algo inferior al nuestro. No existe ningún otro ser que posea esta doble condición: ser humano y serlo menos que el varón”14.
En ese mismo libro narra el propio Ortega una anécdota de su juventud, que podemos situar en la primera década del siglo xx, antes de la Gran Guerra:
“Siendo yo joven volvía en una gran transatlántico de Buenos Aires a España. Entre los compañeros de viaje había unas cuantas señoras norteamericanas, jóvenes y de gran belleza. Aunque mi trato con ellas no llegó a acercarse siquiera a la intimidad, era evidente que yo hablaba a cada una de ellas como un hombre habla a una mujer que se halla en la plenitud de sus atributos femeninos. Una de ellas se sintió un poco ofendida en su condición de norteamericana. Por lo visto, Lincoln no se había esforzado en ganar la guerra de Secesión para que yo, un joven español, se permitiese tratarla como a una mujer. Las mujeres norteamericanas eran entonces tan modestas que creían que había algo superior a “ser mujer”. Ello es que me dijo: “Reclamo de usted que me hable como a un ser humano”. Yo no pude menos que contestar: “Señora, yo no conozco a ese personaje que usted llama ‘ser humano’. Yo sólo conozco hombres y mujeres. Como tengo la suerte de que usted no sea un hombre, sino una mujer -por cierto, espléndida- me comporto en consecuencia”. Aquella criatura había padecido, en algún College, la educación racionalista de la época […]”15.
Manuel Bartolomé Cossío, mano derecha de Francisco Giner, manifestaba cierta zozobra ante la posibilidad de una maestra superior impartiendo clase en una normal masculina, porque “la relativa inferioridad de la mujer la impide tomar esta participación en la enseñanza de los maestros”16. Emilia Pardo Bazán fue nombrada catedrática de Literatura Contemporánea de las lenguas Neo-Latinas, en virtud de un Real Decreto de 11 de mayo de 1916. Tras ello se hallaba la voluntad expresa de Alfonso XIII, en honor de los indiscutibles méritos literarios de la condesa. Pero se hizo contra la opinión y el voto unánime negativo de todos los catedráticos de la Universidad Central.
Los alumnos, además, le hicieron boicot, negándose a ir a las clases de doña Emilia. Entre los catedráticos que la “repudiaron” no faltaban los de la Institución Libre de Enseñanza. Una carta de Cossío a la escritora evidencia la opinión de este hombre ilustre y liberal sobre la presencia de Pardo Bazán en la universidad:
“Mi felicitación, pues, ya que a usted le gusta -yo creo que, en usted, es mal gusto- ir a la Universidad […].
“Pero, querida Emilia, déjeme usted ahora que, protegido por nuestra vieja amistad y como un eco humilde de lo que diría -estoy seguro- aquel noble espíritu que se fue para siempre [Giner], le pregunte a usted: No siendo por el bollo, que a usted ni puede ni debe interesar, ¿no cree usted que su gloria, la verdadera, la de usted misma, la que usted se ha creado, la que nadie le puede dar ni quitar, la que el mundo le reconocerá siempre y en todas partes, sería gloria mucho más gloria sin Consejos, ni Academias ni Universidades […]?”17.
Tomado del texto de Mercedes Montero
13. Shirley Mangini, Las modernas, 77, 78.
14. José Ortega y Gasset, El hombre y la gente Tomo I (Madrid: Revista de Occidente, 1957), 179-180. Se trata de una compilación de conferencias dictadas por Ortega desde 1934. El texto de la edición que citamos es básicamente el preparado por el autor para un curso de conferencias pronunciadas entre 1949 y 1950
15. José Ortega y Gasset, El hombre, 176-177.
16. Geraldine M. Scanlon, La polémica, 65.
17. Alberto Jiménez Fraud, Residentes, semblanzas y recuerdos (Ma