Cuando gracias a los aportes de las feministas conocimos y profundizamos en el concepto de género , en cuya reflexión Joan Wallach Scott con su artículo "El género: una categoría útil de análisis histórico", publicado en 1986 en la American Historical Review que sin duda uno de los artículos más leídos y citados de la historia de la revista nos dimos cuenta que era preciso romper con las ataduras que la sociedad había impuesto a cada sexo
Estas ataduras tienen una base estructural y acabar con ellas es el trabajo que las feministas llevamos haciendo por años. Conseguir por ejemplo los permisos de paternidad de los que hoy disfrutan nuestros hijos ha sido un trabajo liderado por feministas del que se ha beneficiado toda la sociedad haciéndola más vivible. Los logros en ese sentido en España son importantes si comparamos con otros países, por ejemplo, en Francia, la licencia de paternidad pasó de 14 a 28 días en 2021 mientras aquí desde el 1 de enero de 2021 se igualó, el permiso por nacimiento y cuidado del menor para ambos progenitores que pueden disfrutar de 16 semanas de prestación,
Conceptos como el techo de cristal, el suelo pegajoso, la brecha salarial sobre los que seguimos trabajando las feministas están ahí como muestra de una sociedad que claramente penaliza el ser mujer. Hechos que como los feminicidios implican una imprescindible responsabilidad social para que desaparezcan.
Cambiar esta realidad social que discrimina a las mujeres es una labor que exige un compromiso colectivo y no se resuelve porque tal o cual mujer tenga una situación de privilegio y le toquen menos las discriminaciones.
Frente a esta situación hay personas que quieren cambiándose a si mismas romper las reglas que sobre su sexo han venido cargándose, quieren de un plumazo cambiar los mandatos que sobre ellas estaban impuestos
El asunto es muy delicado pues saber en esencia que es un hombre o una mujer es ardua tarea de discernir dándose cualidades, virtudes y defectos en ambas partes. Sabemos, eso si, de unas características genéticas que son las que nos han venido definiendo como de un sexo u otro.
El asunto no es baladí pues en el caso de los nacidos con sexo masculino que quieren ser mujeres mayoritariamente para ese cambio toman referencias de estereotipos de los que las mujeres estamos queriendo desprendernos. A mi como mujer comprometida con la salud de mi sexo, me preocupa que los tacones sean un estandarte de estas personas que quieren mostrarse como mujer, sus operaciones estéticas, sus cuerpos rehechos medicamente me agreden pues colocan unos estándares estéticos contrarios a una vida saludable y sé cómo esto afecta a las jóvenes adolescente y los problemas de bulimias, anorexias y otros desordenes alimentarios que conlleva.
Otras personas sienten que definiéndose como, por ejemplo, de sexo binario, ya no son ni hombres ni mujeres al uso y pueden vestir y ser lo que les apetezca. Vivimos en una sociedad marcada por el neoliberalismo que nos hace creer que la propia voluntad es el único mecanismo preciso para obtener nuestos objetivos, sin ser conscientes del coste en sus vidas que tales decisiones tendrán cuando pasen a otras fases vitales en las que ser parte de algún engranaje social. ¿Qué pasará cuando estas personas quieran reproducirse? ¿Les afectaran las hormonas tomadas?,¿su descendencia aceptara sin problemas esa anterior naturaleza de su progenitor o progenitora? Por no citar miles de dificultades que se encontraran en el camino.
Otro tema es como los problemas de las mujeres quedan al incluir como mujeres a personas sin útero. Hace varios años coloqué una imagen de úteros en distintas posiciones: alegres, tristes…, como sinónimos de mujer, una imagen que era muy entendible para todas las mujeres, al margen de su nivel cultural que hablaba de nuestros cambios de estados anímicos e inmediatamente fui tachada terf. ¿No podremos volver a entender el útero como algo femenino o la gestación o la menstruación …? ¿debemos dejar de hablar de esas situaciones por no ser incluyentes? ¿Dejaremos de ser madres para ser seres gestantes?
La resolución de un problema de identidad de un número reducido de personas no puede quedar sin identidad a casi la mitad de la población.
Desde el feminismo hemos sido incluyentes con la diversidad sexo-genérica y hemos compartido luchas por mucho tiempo, pero su búsqueda de derechos no puede excluirnos.
Hablaba de la imagen de unos úteros que yo publicaba para información de mujeres indígenas en una ciudad ecuatoriana, pues bien, en esa ciudad la universidad propiciaba estudios sobre un numero reducido de personas transgénero con presentación de dicha investigación a nivel internacional y sin embargo estas mujeres indígenas estaban bastante olvidadas. La situación de marginación de muchas mujeres indígenas es una realidad vieja mientras que los problemas de las personas trans son mucho más atrayentes y novedosos.
El resultado es que la legislación ecuatoriana ha aceptado los vientres de alquiler lo que desde el feminismo entendemos como una agresión a la gestante y al ser gestado, pero desde el lobby gay entienden como lo más legitimo pues son mayoritariamente sus beneficiarios.
Otro tema importante que separa a las mujeres feministas del lobby gay es la prostitución que ellos entiende debe regularse y nosotras que debe abolirse.
Las feministas, que muchas como yo, son madres, se sienten preocupadas de que determinadas modas confundan a nuestros hijos e hijas de que la acción medica sobre sus cuerpos para conseguir esos otros cuerpos posibles es inocua. También estamos preocupadas de que una minoría social arrolle nuestros deseos y derechos de igualdad y no vayan al fondo de la cuestión estudiando cada caso de cambio de sexo muy, muy en profundidad.
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