Hay una mujer, parece africana, por el color de su piel, por los adornos de cuentas de colores que luce en el cuello y las orejas, lleva una tela azul atada detrás de la nuca, le cubre uno de los hombros, por allí asoma la cabeza de un niño, con los ojos cerrados. Ella mira al frente, pero el sol le empequeñece los ojos. Sin separar los labios esboza un gesto que a primera vista parece una leve sonrisa, pero si se mira despacio se convierte en un desafío y casi obliga a retirar la mirada. ¿Qué sabemos de esta mujer y de este niño?, ¿habrá dado su permiso para que se utilice su fotografía?, ¿sabrá que será portada de un libro con miles de ejemplares de distribución en todo el mundo? o quizá ¿de un folleto de un país llamadoEspaña? ¿Servirá para que mujeres y hombres de otros lugares sepan más sobre su vida,o la de las mujeres de su aldea, de su país, incluso de todo un continente?
Fotos como ésta todavía son de uso frecuente para ilustrar materiales de comunicación de instituciones públicas y ONGD que trabajan en la cooperación para el desarrollo. Sin embargo, existe un consenso más o menos generalizado, en el discurso de las ONGD en clasificar este tipo de imágenes como contrarias a su objetivo de sensibilizar sobre la realidad y las causas de las desigualdades en los países del llamado Sur. En este sentido, el Código de Conducta aprobado por la Coordinadora de ONG para el Desarrollo de España(CONGDE) recoge un listado de pautas comunicativas a tener en cuenta en relación a las imágenes y mensajes que se utilizan en los materiales de sensibilización y comunicación
La imagen de una mujer con niño, del tipo que se describe al principio, no cumple este código de conducta. Dicha fotografía no propicia “el conocimiento objetivo de las realidades de los países del Sur reflejando su complejidad, los obstáculos con los que se enfrenta el desarrollo, la diversidad de las situaciones, los esfuerzos propios desplegados y los progresos realizados”; además promueve “la confusión y la generalización”, lo que debe evitarse según estas pautas, y también podría decirse que presenta a “las poblaciones del Sur como objetos de nuestra pena y no como socios en el trabajo conjunto de desarrollo”, sin poner de “relieve la capacidad de las personas para hacerse cargo de sí mismas”,lo que el código expresamente censura. En eso hay un gran acuerdo. Son muchas las ONGD que lo ven, que han sido capaces de desarrollar una mirada crítica a la informaciónque recibimos sobre la realidad e, incluso, de aceptar la responsabilidad de llevar esa mirada a los mensajes e imágenes que ellas mismas están transmitiendo.
Sin embargo, parece que hay algo que todavía resulta difícil de ver por la mayoría de las ONGD y es que en esa foto hay una mujer. En esa foto hay una mujer y no hay un hombre y es por algo. Porque, como es una mujer, lleva pendientes y collares para adornarse;como es una mujer, tiene un niño en los brazos; como es una mujer, está callada; como es una mujer, esta sola en la foto y, como es una mujer, está parada, esperando a ver qué pasa. De forma que, como es una mujer que lleva pendientes y collares, con un niño en los brazos, callada, sola, parada y esperando, nos da pena. Queremos protegerla.
Pero, además, se trata de una Mujer con mayúscula, porque quiere representar a todas las mujeres, las mujeres africanas en este caso; aunque la imagen podría ser intercambiable, podríamos encontrar también la imagen de una mujer de piel tostada, o con los ojos achinados o con un velo cubriéndole la cabeza. Es la imagen de una mujer que pretende representar a las mujeres, a todas, pero sobretodo a las mujeres de los llamados países del Sur.
La presencia de estereotipos sexistas en los materiales de comunicación y Educación para el Desarrollo de las ONGD es una realidad, analizada con detalle en “La mitad invisible” y, más recientemente, por Vanesa Saiz, en un estudio sobre la representación de lasmujeres en la publicidad de las ONGD españolas, entre otros trabajos. Son imágenes que muestran a las mujeres infantilizadas, débiles, ingenuas, sumisas, dependientes, calladas, pasivas, a la espera; mujeres-madre, anónimas, vulnerables, indefensas, receptoras
del conocimiento, fuera de los espacios de la tecnología y del poder. Imágenes que responden a la ceguera generalizada y, en muchos casos, consciente e intencionada, hacia el reconocimiento de que además de la injusticia de clase y del racismo, existe, en interrelación con ambas, la injusticia de género, por la que una mitad de la población del planeta(los hombres) tiene el poder sobre la otra mitad (las mujeres).
Hay otra foto, una mujer con un bebéentre sus manos al lado izquierdo, y una niña pequeña, de perfil, rodeándola con sus brazos, con los labios a punto de darle un beso, a la derecha. La mujer está sonriendo, le brillan los ojos, viste sencilla, de gris casi negro, pero en la foto predominael rosa, en el fondo, el vestido de las niñas, el color de la piel. Debajo de la foto se lee un gran titular: “He salvado una vida y dado a luz a otra, ¿qué más se me puede pedir?”. Es la noticia principal deprimera página del periódico de mayor tirada nacional. De las treinta y seis fotografías informativas que hay en el diario,sólo hay otra con una mujer como protagonista, ocupa la contraportada y es una cantante, Luz Casal; ocupa el primer plano de una imagen en la que se ve su estudio de fondo, predominan los tonos claros, destaca su chaqueta de un rosa un poco más chillón. Titulardebajo de la foto: “Creo que soy bastante chula”.
No se trata en este artículo de hacer un análisis de estas imágenes y todos los estereotipos sexistas que están transmitiendo a través de ellas. Lo que se pretende con el ejemplo de las dos fotografías es mostrar que las representaciones estereotipadas de las mujeres que realizan la mayoría de las ONGD en sus materiales de comunicación, tienen mucho en común con las que aparecen en los medios de comunicación dominantes. Son mujeres como madres, mujeres como víctimas, mujeres asociadas a las tareas consideradas femeninas, mujeres chulas por ser fuertes, mujeres sin voz, mujeres en los márgenes, en la letra pequeña, encasilladas en secciones femeninas o de “género”, vacío de mujeres.
De forma que en lo que se refiere a la representación de las mujeres y de las relaciones de desigualdad de género, la mayoría de las ONGD incumplen su compromiso de ofrecer una mirada crítica a la realidad y una información alternativa a los mensajes dominantes.
Olvidan poner en práctica su “voluntad de cambio o de transformación social” en la quese incluye “la igualdad entre mujeres y hombres como parte inherente e indispensable del proceso de desarrollo y se alinean, se alían con el discurso dominante de los grandesmedios. En este caso no existe una mirada crítica, una mirada alternativa, otra mirada, la mirada generalizada de las ONGD hacia las mujeres es similar a la de los grandes medios.
Este punto de vista compartido entre la supuesta “otra mirada” y la “mirada dominante”, oculta a las mujeres, ignorándolas y haciéndolas invisibles, a ellas y a la discriminación que se ejerce sobre ellas. Lo que no se nombra no existe, así lo que no está en la agenda informativa, en la agenda política, de los medios de comunicación, de los partidos, de las organizaciones de la sociedad civil, también de las ONGD, no se considera importante, no es prioritario. Dice el diccionario que comunicar es, entre otras cosas, compartir lo que uno tiene. No se puede compartir una visión de las mujeres como iguales o un análisis de la realidad que incluya la injusticia de la desigualdad hacia la población femenina, si no se tiene. O no se quiere tener. Se puede aprender a mirar, pero hay que querer aprender.
Las mujeres llevan dedicándose todos estos años, desde los ministerios, las universidades, los sindicatos, los partidos políticos, los medios de comunicación, la cultura, las asociaciones, las ONGD, y todos los ámbitos de la sociedad, a hacerse visibles y a mostrar esta discriminación y opresión con cifras, tablas, estadísticas, gráficos, para que nadie pueda discutir su existencia. Para que nadie se atreva a discutir si las mujeres existen o no, si están discriminadas o no. Porque hay veces en las que se puede llegar a pensar, si uno las busca en las fotografías o en los grandes titulares de las agendas políticas e informativas, que de verdad hay una mitad de la población del planeta, las mujeres, que no existe. Los números son luces rojas que nos recuerdan que la desigualdad de derechos es un hecho, que no es una invención, ni una exageración, que existe.
Todavía hoy se puede escuchar sin escándalo en una reunión de una coordinadora de ONGD que engloba a más de 1.500 organizaciones europeas, que no es prioritario hablar de las mujeres y de la desigualdad de género, cuando se habla de pobreza y falta de justicia social en el mundo. Y podríamos preguntarnos, volviendo a los números: si el 70% de los pobres son mujeres, si se reconoce la feminización de la pobreza, si las mujeres son también dos tercios de la población que no sabe leer, ni escribir y –a pesar de todo el trabajo que realizan– sólo poseen el 1% de la riqueza a nivel mundial, entonces cuando hablamos de pobreza y de justicia social, si no hablamos de las mujeres y de su desigualdad de derechos, ¿de quién estamos hablando? y también ¿es que alguien cree que estas cifras son una casualidad?Además de esta ceguera, vivimos también con la repetición incesante de los estereotipos sexistas. Esta manera de mirar a las mujeres como madres, víctimas, débiles, anónimas, mercancías, se reproduce sin cesar allá donde se mire (los periódicos, la televisión, la publicidad, pero también el cine, los cuentos, el arte, la literatura, las canciones…) y constituye el mecanismo más poderoso para sostener el sistema de desigualdad entre mujeres y hombres en el que vivimos. Es difícil escapar del lavado de cerebro, inmersos en el bombardeo continúo de imágenes y mensajes que refuerzan y consolidan estos modelos de mujer como si fueran la única realidad, sin opción de cambio, a riesgo de ir contra el llamado “orden natural de las cosas”.
En la Plataforma de Acción que se firmó como resultado de la IV Conferencia Mundial de la Mujer, Pekín 1995, los Estados se comprometen a cumplir diversos objetivos y acciones para el logro de la igualdad de derechos entre mujeres y hombres. Esta agenda de acción internacional ratificada por casi la totalidad de los países del mundo tiene como tema de uno de sus capítulos, el J., “Las mujeres y los medios de difusión”. Allí se reconoce la persistencia y el daño de estos estereotipos sexistas sobre las mujeres y el obstáculo que suponen para el logro de sus derechos humanos.
Dice la Plataforma de Acción de Beijing:
“Se nota la desatención a la cuestión del género en los medios de información por la persistencia de los estereotipos basados en el género que divulgan las organizaciones de difusión públicas y privadas locales, nacionales e internacionales”.
“Hay que suprimir la proyección constante de imágenes negativas y degradantes de la mujer en los medios de comunicación, sean electrónicos, impresos, visuales o sonoros.
Los medios impresos y electrónicos de la mayoría de los países no ofrecen una imagen equilibrada de los diversos estilos de vida de las mujeres y de su aportación a la sociedad en un mundo en evolución (…)”.
“Es necesario alentar a los medios de difusión a que se abstengan de presentar a la mujer como un ser inferior y de explotarla como objeto sexual y bien de consumo, en lugar de presentarla como un ser humano creativo, agente principal, contribuyente y beneficiaria del proceso de desarrollo”.
De momento en las ONGD no existe una mirada alternativa a las mujeres, ni una consideración de la desigualdad de derechos entre la mitad de la población femenina del planeta y la mitad masculina como algo digno de análisis y reflexión profunda, de pensar sobre ello, investigar y hacer propuestas, como uno de los principales puntos de su agenda política. Ni siquiera en las más progresistas o radicales. “La igualdad de género y el empoderamiento de las mujeres” se nombran, pero siguen siendo un parche, una coletilla que se queda en la declaración de principios, responsabilidad de los grupos de mujeres o de género, de las expertas, de las activistas, que se concreta un poco más en los proyectos específicos, en campañas concretas. Pero en la agenda principal no pasa de ser una declaración de principios en los preámbulos, que no acaba nunca de pasarse a la práctica. En este caso tiene que ver con el lenguaje. Al igual que con otros términos, se ha producido una asimilación de un lenguaje que a fuerza de repetirse suena a hueco. El Banco Mundial, la Unión Europea, la OCDE, las ONGD la incluyen en sus documentos, pero ¿de qué estamos hablando cuando hablamos de igualdad de género y empoderamiento de las mujeres? ¿Es ésa la igualdad de género que reivindican los movimientos feministas?
Una tarde lluviosa, en las oficinas de una ONGD de Madrid, se encuentran tres periodistas en una reunión. Una trabaja en una revista política, otra en una agencia de noticias ecologista, la tercera en esa ONGD. Allí se reúne un grupo de mujeres que imagina formas de mejorar la vida de las mujeres de todo el mundo, que siente que la suya propia está unida a la de las demás. Entre todas piensan maneras de hacer visible la falta de derechos, la injusticia, la violencia sobre una mitad de la población del planeta, que ha nacido con sexo femenino. A la salida las tres periodistas se quedan hablando en el portal, siguen de camino a la parada de metro, y al final se meten en un bar. Y así una reunión, otra reunión, otra reunión, un café, otro café, otro café, hasta que una de esas tardes, ya de noche, en el café, las tres deciden montar una asociación de mujeres periodistas para comunicar una manera de mirar. Una mirada crítica, alternativa, verdaderamente revolucionaria, la manera de mirar de las mujeres conscientes de serlo y de lo que eso supone para sus vidas en términos de injusticia. Una manera de mirar feminista.
Como ellas, muchas otras periodistas y comunicadoras de todos los rincones del planeta se han unido en plataformas, en asociaciones, en radios comunales y locales, en agencias de prensa alternativa, en redes de comunicación, para difundir esa otra manera de mirar el mundo. Una manera de mirar desde los ojos de las mujeres no sólo a las mujeres mismas, sino al mundo entero. Una manera de mirar capaz de ver en la feminización de la pobreza a una mujer que no le han permitido ir a la escuela de niña porque tenía que cuidar a sus hermanos, que se quedó embarazada a los dieciséis años porque no se le ha dado opción a elegir cuándo quiere tener hijos, que no tiene derecho ni siquiera a la propiedad de la tierra que cultiva, con la que da de comer a su familia.
Una manera de mirar a la violencia que denuncie la violación sistemática de las mujeres como arma de guerra, la mutilación de sus órganos sexuales, y también capaz de considerar la tortura, el terror y los abusos que viven las mujeres en su vida íntima por parte de los hombres que algún día les dijeron que las amaban, como un asunto que requiere una respuesta inmediata, colectiva, masiva, internacional. Una mirada crítica al sistema económico internacional neoliberal capitalista y opresor que incluya también en sus propuestas de cambio, medidas en relación a esa parte de la economía invisible, la economía de la reproducción, la economía del cuidado, que nadie parece valorar, porque no le hemos puesto un precio en millones de dólares o euros, pero que nos salva la vida cada día y nos proporciona felicidad. La felicidad es también un indicador de desarrollo.
Una manera de mirar que ve también a las cientos, miles, millones de mujeres fuertes, valientes, como las de estas tres fotografías, con voz propia, proyectos personales y políticos, líderes de movimientos sociales, para las que el interés común es también interéspersonal, que trabajan y luchan por salir adelante e imaginan nuevas maneras de vivir y de crear una sociedad mas justa para todas las personas.
Y es gracias a la fuerza de la comunicación de todas esas mujeres creadoras y creativas, que se expresan en los boletines, las revistas, los folletos, los manifiestos y también los periódicos, las televisiones, la radio, el espacio virtual, el teatro, el cine, la música, la danza, la literatura o el arte, y todos los medios de comunicación que tienen a su alcance, gracias a ellas, esa otra manera de mirar está empezando a contagiarse. Y es imparable.
http://www.acsur.org/IMG/pdf/Manual_Genero_ED.pdf
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