Los procesos que acontecen en el mercado
de trabajo están íntimamente vinculados
a la pobreza y son valederos
para entender la intensidad y las características
que esta adopta, así como las
razones por las cuales tiende a concentrarse
en determinados grupos.
En tal sentido, incluso cuando hay algunos
progresos innegables en la participación
laboral de las mujeres, estos
no se han distribuido homogéneamente
entre todas. Una alta proporción de
ellas –en especial aquellas que son madres,
tienen menores niveles de educación,
viven en situación de pobreza, tienen más hijos, y asumen en muchos
casos solas la responsabilidad de la
crianza– se concentra en ocupaciones
precarias, de mala calidad, mal remuneradas
y con altos niveles de desprotección.
Para este grupo de mujeres, las mayores
oportunidades laborales no se han
traducido necesariamente en una mejor
calidad de vida para ellas ni para sus
familias.
Y eso es así porque el impacto
de la participación laboral de las madres
en su propio bienestar y el de su familia
está en función de las condiciones del
trabajo remunerado y no remunerado,
así como de las instituciones del mercado
de trabajo y las normas laborales.
En muchos casos, los efectos beneficiosos
de la actividad laboral femenina,
tales como la inserción social, el desarrollo
personal, el empoderamiento
económico y la autonomía personal,
suelen estar acompañados de tensiones
y negociaciones en la esfera familiar.
Por todo lo expuesto, si bien para reducir
la pobreza es necesario propiciar la
incorporación de las mujeres-madres
al mercado de trabajo, también lo es
que ella debe producirse en puestos
de calidad, lo que equivale a decir que
brinden mejores oportunidades en el
monto y regularidad de los ingresos,
en el grado de protección social, en las
condiciones de trabajo (características
físicas y sociales del ambiente laboral,
tipo de jornada que se cumple, intensidad
del trabajo, etc.), en la disponibilidad
de prestaciones de apoyo para las
familias que trabajan (cuidado infantil, por ejemplo), y en las oportunidades de
acceder a capacitación y progreso en el
ámbito productivo.
A tal fin, se reconocen al menos tres
grandes retos para facilitar el empleo
maternal en la Argentina:
• La generación de las condiciones necesarias
para allanar la incorporación
de las mujeres al mercado de trabajo
y la eliminación de las discriminaciones
de que son objeto, de manera específica
las desventajas por la maternidad
que sufren aquellas que tienen
hijos.
• Incrementar la productividad de las
mujeres que viven en situación de
pobreza mediante el apoyo a su continuidad
en la educación formal y su
formación, a fin de hacer más viable
su inserción en puestos laborales de
mayor calidad y con mejores ingresos.
• Diseñar políticas tendientes a simplificar
la conciliación entre la vida
familiar y laboral, impulsar medidas
que brinden servicios para apoyar el
cuidado de los hijos y otras personas
dependientes, y promover la responsabilidad
compartida entre ambos
padres.
En suma, favorecer la inserción laboral
de las mujeres-madres en puestos
de trabajo de calidad es una cuestión
de justicia social y una dimensión fundamental
para combatir la pobreza y la
desigualdad desde el mundo del trabajo
Carina Lupica
http://www.o-maternidad.org.ar/LinkClick.aspx?fileticket=B5Z-O87iQ2g%3d&tabid=132&mid=753
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