La primera causa de desigualdad comienza cuando actividades de “responsabilidad social” (“socialmente
necesarias”) tales como el cuidado de los niños, el hogar, alimentación y limpieza, son impuestas
unilateralmente a las mujeres como una responsabilidad biológica o natural, limitándolas para realizar otras
actividades .Luego, como el modo de producción dominante es la “producción de mercancias” mediada por el
comercio, toda aquella producción que no va al mercado no tiene precio y por lo tanto, no se valora . Es así
como los flujos financieros provenientes del trabajo doméstico no aparecen como “categoría económica” y que
sin embargo, agregan valor a la fuerza de trabajo en el sentido que las mujeres facilitan la productividad da cada
miembro del hogar al mantener satisfechas las necesidades básicas, las cuales sí tienen un valor económico si se
incluyen en los cálculos de salud y creatividad de las futuras generaciones de trabajadores (Sadik, 1989). En
síntesis, sólo el trabajo productivo es reconocido como tal y valorado económicamente mientras que el
reproductivo se considera como natural y por lo tanto no se valora. En este sentido, el exceso de trabajo de las
mujeres, sin un soporte económico que las ayude a absorber sus necesidades, se traduce en una disminución de
la productividad tanto a nivel doméstico, familiar y laboral.
América Latina es la región que presenta las mayores brechas económicas en el mundo. El 5% más rico recibe el 25% del ingreso nacional mientras que el 30% más pobre recibe menos del 7,5% (Universidad de Granada, 2003). Si vamos detallando las desigualdes de ingresos, se reconocen además diferencias en los ingresos per cápita entre hombres y mujeres en igualdad de condiciones, donde el ingreso de las mujeres es en promedio un 47% el ingreso de los hombres10, destacando que entre una tercera y cuarta parte de los hogares de América Latina dependen de este único ingreso femenino (Daeren, 2000).
América Latina es la región que presenta las mayores brechas económicas en el mundo. El 5% más rico recibe el 25% del ingreso nacional mientras que el 30% más pobre recibe menos del 7,5% (Universidad de Granada, 2003). Si vamos detallando las desigualdes de ingresos, se reconocen además diferencias en los ingresos per cápita entre hombres y mujeres en igualdad de condiciones, donde el ingreso de las mujeres es en promedio un 47% el ingreso de los hombres10, destacando que entre una tercera y cuarta parte de los hogares de América Latina dependen de este único ingreso femenino (Daeren, 2000).
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