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sábado, 31 de enero de 2015

Desidentificación política V/VIII



Las mujeres que acceden a posiciones de poder se olvidan de sus compañeras o las manipulan y las mujeres de las organizaciones, del movimiento o de base no se reconocen en los liderazgos de quienes están en su representación o en puestos de poder.

Muchos  componentes  contribuyen  al    desencuentro  como desidentificación entre mujeres. Además de lo ya dicho, encuentro, por lo menos para América Latina, que las mujeres concienciadas hemos formado parte de la izquierda y, en ese sentido, durante mucho tiempo hemos sido de oposición. Sin embargo, por nuestra propia intervención civil la política ha cambado y hemos abierto espacios, nos hemos convertido en fuerzas políticas legítimas y legales.

Las primeras mujeres que accedieron a espacios de la sociedad política lo hicieron en minoría y, tuvieron dificultades para ser aceptadas porque, a los ojos de las opositoras, ahora estaban "del otro lado", del lado del opresor y de todo lo negativo atribuido al poder. La ceguera consiste aquí en no mirar que las pioneras probablemente han hecho enormes esfuerzos políticos en minoría, y desconocidas por las otras mujeres, que hicieron cuanto pudieron por romper el techo de cristal, por lograr todos los derechos y todos los poderes para las mujeres.

El miedo misógino fomentado por múltiples ideologías hace que mujeres de carne y hueso "poderosas", produzcan un miedo primario y misógino contra el poder femenino sexual, maternal, económico, político, de las mujeres.

Así, el miedo misógino aunado a la incapacidad de transformar nuestras  identidades de ser "oposición excluida, oprimida  o marginada" a ser parte de a pertenecer al conjunto de actores políticos por nuestro propio esfuerzo y a tener y ejercer poderes.

En este sentido, es constante observar la enorme dificultad de muchas mujeres de comprender que ya no son sociedad civil, sino gobernantas o que ya no son las abajo firmantes o demandantes sino legisladoras, que ya no son de la "base" sino dirigentas y que sus funciones y sus obligaciones son otros, su valoración reside en otras capacidades y que su identidad política requiere cambiar.

Debido a esta resistencia ideológica, mujeres de la sociedad civil y del movimiento o de la base, no cambian su identidad, se siguen percibiendo desempoderadas, y se hayan mejor en su condición marginal, demandante, contestaria.

Por otra parte, por la de quienes reclaman él olvido de las liderezas de su base, se olvida  que la incidencia política de  mujeres disidentes, comprometidas con la causa de las mujeres y feministas desde el poder depende también de las fuerzas sociales que las sustentan. Por ello es imprescindible un diálogo y un correlato discursivo y práctico entre unas y otras para lograr el empoderamiento colectivo y la sustentabilidad del avance de la causa de las mujeres, así como de las mujeres en las posiciones de poder.

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