Terminaron las Olimpiadas y puedo decir que me han dejado un muy buen sabor de boca, poder ver la transmisión de los Juegos Olímpicos París 2024 ha sido una bocanada de aire fresco.
En un año de tanta tensión y preocupación por las elecciones presidenciales en algunos países, las guerras, el genocidio en la Franja de Gaza que va de la mano con lo más negro de la política y el derecho internacional, las violencias hacia las mujeres y niñas, los feminicidios que continúan sin tregua. Por todo esto entre otros horrores sucediendo en el mundo, este respiro impregnado de deporte, arte, reivindicación femenina y muestras de affidamento entre algunas de las atletas…era realmente justo y necesario.
Pienso en la incalculable cantidad de niños niñas y adolescentes que hubo entre los aproximadamente 1.500 millones de espectadores que vimos estas competencias, y en toda la inspiración que les pudo haber dejado para sus propios proyectos de vida. Lo que me lleva casi cinco décadas atrás.
Hace 48 años el acontecer del deporte a nivel global no contaba con la masiva e instantánea difusión con la que cuenta hoy en día, aún así, miles o quizá millones de niñas y adolescentes en todo el mundo lloramos de emoción sentadas frente a la pantalla de la televisión, aquel 18 de julio de 1976 cuando Nadia Comăneci con sus 14 años de edad, logró hacer historia en la gimnasia al conseguir el primer 10 de calificación en Montreal, puntuación que nadie había obtenido en unos Juegos Olímpicos.
Nadia Comaneci marcó a toda una generación de niñas, estábamos enamoradas de ella, soñábamos con ser ella, es más, nos creíamos ella. Y seguramente su influencia le cambió la vida a más de una jovencita inspirándola y animándola con su ejemplo a dedicarse a la gimnasia. A mi por lo menos a mis doce años de edad, me motivó a ejercitar mi cuerpo diariamente en las argollas y el pasamanos de mi escuela, así como a incursionar en un par de deportes.
Pero ahora vayamos al París del año 1900 que fue en donde los Juegos Olímpicos se comenzaron a teñir de color púrpura, cuando a las mujeres se les permitió por primera vez competir aunque en absoluta disparidad, pues hubo un total de 997 atletas hombres, y únicamente 22 atletas mujeres participando ellas en sólo cinco deportes: tenis, vela, croquet, hípica y golf.
La situación continuó bastante desigual en Los Juegos de París de 1924 , con 135 mujeres y 3089 hombres, la participación femenina en estas Olimpiadas se limitó a unas cuantas pruebas, como la natación y el tenis, de hecho no fue hasta los Juegos de Londres 2012 cuando las mujeres pudieron competir en todas las categorías.
Pero pareciera que la llamada ciudad del amor tiene una historia de romance con las mujeres, y es ahora 124 años después de comenzada que junto a ellas París marca un parteaguas implantando por primera vez la paridad de género: con 5.250 atletas hombres y 5.250 atletas mujeres.
Esta intención de reivindicación y reconocimiento a las mujeres quedó manifestada desde la Ceremonia de Apertura de las Olimpiadas el pasado 26 de julio, cuando emergieron del Río Sena las monumentales diez estatuas doradas de:
Olympe de Gouges, iniciadora del feminismo y la defensa de los derechos humanos Alice Milliat, pionera del deporte femenino, Gisèle Halimi, abogada y activista feminista, Paulette Nardal, activista e intelectual, Jeanne Barret, pionera de la exploración científica, Simone Veil, figura emblemática de la política francesa y defensora de los derechos de la mujer y superviviente de Auschwitz, Louise Michel, figura destacada de la Comuna de París y del movimiento anarquista, Christine de Pizan, la primera escritora profesional de la historia, Alice Guy, pionera del cine, rodó su primera película en 1896 y fundó una productora cinematográfica en Estados Unidos, y Simone de Beauvoir, filósofa existencialista-feminista.
Definitivamente en estas Olimpiadas muchas de las atletas pusieron un punto y aparte violeta, entre la histórica mentalidad masculinizada del deporte mundial basada en la rivalidad- enemistad, y la empatía, affidamento y sororidad. Las protagonistas de esta empatía hacia la otra, y de reconocimiento, respeto, admiración y alegría por el desempeño y triunfo de la contrincante fueron:
La grandísima atleta estadounidense Simone Biles considerada la mejor gimnasta de todos los tiempos, que al igual que su compatriota Jordan Chiles se inclinó ante la brasileña Rebeca Andrade en el podio por ganar la medalla de oro. Y la jugadora de Bádminton He Bing Jiao, de China, portando un pin de España durante la ceremonia de medallas en apoyo a la española Carolina Marín, quien se lesionó en la competencia previa.
Otras deportistas que nos dieron un gran ejemplo de la hermandad que puede existir entre mujeres más allá de la competencia y el natural deseo propio de ganar, fueron la atleta española Carolina Robles y su amiga la toledana Irene Sánchez Escribano, la nadadora del equipo estadounidense Torri Huske y su compañera de equipo Gretchen Walsh, así como también la maratonista española María Pérez.
Resumiendo, esta celebración de Los Juegos Olímpicos en París destacada por la reivindicación femenina, equidad de género, convivencia sana entre hombres y mujeres, además la sobria actitud deportiva de estas competidoras; me permiten pensar que las cosas pueden cambiar, que un mundo lleno de humanidad, justicia, igualdad, empatía, solidaridad y sororidad no es una utopía!
Galilea Libertad Fausto.
Créditos de la ilustración a quien corresponda.
No hay comentarios:
Publicar un comentario