Las políticas de cuidado deben sostenerse sobre la base de los principios de universalidad, solidaridad, autonomía y corresponsabilidad social, es decir, con intervención de las familias, el Estado, el mercado y la sociedad, y corresponsabilidad en términos de género entre hombres y mujeres, pudiéndose articularse en torno a cinco componentes principales:
i. los servicios que se proveen;
ii. las regulaciones que se establecen;
iii. la formación de las personas que cuidan;
iv. las acciones de gestión de la información y generación de conocimiento público sobre los cuidados; y
v. las acciones de comunicación dirigidas a la difusión de los derechos y la transformación de los patrones culturales patriarcales.7
i. los servicios que se proveen;
ii. las regulaciones que se establecen;
iii. la formación de las personas que cuidan;
iv. las acciones de gestión de la información y generación de conocimiento público sobre los cuidados; y
v. las acciones de comunicación dirigidas a la difusión de los derechos y la transformación de los patrones culturales patriarcales.7
La crisis provocada por la pandemia del COVID-19 ha puesto de manifiesto la centralidad del trabajo de cuidados. Un trabajo que en los sistemas de salud y en los hogares permite salvar vidas y sostener los hogares convertidos en el centro neurálgico de las medidas de confinamiento. Sin embargo, la crisis también ha demostrado la insostenibilidad de la actual organización social de los cuidados intensificando las desigualdades económicas y de género existentes, puesto que son las mujeres más pobres quienes más carga de cuidados soportan y a quienes, la sobrecarga de cuidados condiciona, en mayor medida, sus oportunidades de conseguir sus medios para la subsistencia. Como señala el Secretario General en su reciente Informe sobre el Impacto del COVID-19 en América Latina y el Caribe7, en la recuperación, se necesita urgentemente una economía del cuidado para reducir la carga del trabajo de cuidados no remunerado, que recae desproporcionadamente en las mujeres.
Por lo tanto, la crisis debe transformarse en una oportunidad para fortalecer las políticas de cuidados en la región, desde un enfoque sistémico e integral, incorporando a todas las poblaciones que requieren cuidados, a la vez que se articulan con las políticas económicas, de empleo, salud, 8 Así fue reconocido por los gobiernos de la región, quienes en la Estrategia de Montevideo para la Implementación de la Agenda Regional de Género, en el Marco del Desarrollo Sostenible hacia 2030, señalan que la división sexual del trabajo e injusta organización social de los cuidados es uno de los nudos constitutivos de la desigualdad de género en América Latina y el Caribe
https://repositorio.cepal.org/bitstream/handle/11362/41011/1/S1700035_es.pdfeducación y protección social sobre la base de la promoción de la corresponsabilidad social y de género. Sólo así será posible sortear con éxito las devastadoras consecuencias económicas y sociales desencadenadas por la pandemia y reconstruir mejor con igualdad
Informe: El impacto del COVID-19 en América Latina y el Caribe. Julio 2020. https://www.un.org/sites/un2.un.org/files/sg_policy_brief_covid_lac_spanish.
https://www2.unwomen.org/-/media/field%20office%20americas/documentos/publicaciones/2020/08/final%20brief/es_cuidados%20covid.pdf?la=es&vs=2947
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