Estas niñas psicológicamente están desorientadas, sin entender lo que
pasó, enfrentando un nuevo rol que ahora deben cumplir, adquiriendo
abruptamente responsabilidades difíciles de asumir, cargando con
culpas y sometidas a un entrenamiento violento para ser madres .
Esta nueva realidad, en la mayoría de los casos, les produce depresión,
confusión, ansiedad e indiferencia. En sus testimonios ellas transmiten con relación a sus embarazos, el parto y la maternidad sensaciones
de espanto, fastidio, descuido, miedo, rabia, vergüenza, nervios, dolor,
culpa, coraje, estrés, tristeza, enojo, molestia, susto, desesperación,
frustración, angustia, depresión, exasperación. Algunas expresan
resignación. Otras manifiestan alegría en ciertos momentos y dicen
sentir amor por sus hijos e hijas
Es importante mencionar que en las historias clínicas revisadas se
habla en la mayoría de los casos de trastornos adaptativos y depresión,
que también las puede conducir a intentos de suicidio. De igual manera
en los testimonios recogidos se evidencian intentos suicidas, productos
de la angustia generada por un embarazo no deseado causado por
violencia sexual y a tan corta edad.
Lo visto y percibido en estas niñas, madres tempranas, al parecer
demuestra también que los embarazos producto de violación y/o
violencia sexual, sus partos y las experiencias sensoriales, percepciones,
dolores y vivencias dejan huellas que no necesariamente producen
vínculos positivos con los hijos e hijas. Es decir, las víctimas del flagelo
de la violación y embarazo posterior son dos, en este caso dos niños, la
madre y el o la que ha nacido.
Uno de los mecanismos de protección desarrollados por estas niñas es
la negación, de la violencia, de su embarazo, de su dolor. En respuesta
a esto desarrollan en algunos casos un sentimiento que las niñas
describen como ese sentido del vivir que les ha dado tener un hijo o hija.
Este nuevo sentido de la vida es otra vez un refugio, una estrategia de
sobrevivencia, una forma de invisibilizarse ellas mismas e invisibilizar
su dolor. Lograr sobrellevar sus vidas de maternidad forzada y sentir
afecto por una persona indefensa (su hijo/a) no alivia ni la tristeza, ni
la frustración, ni la desesperación, ni el estrés, ni la depresión.
Adaptarse a una realidad no tiene nada que ver con desearla y mucho
menos con construirla.
Estas niñas/madres no tienen mayores aspiraciones, no hablan de
sus sueños, no profundizan sobre lo que sienten, solo están. Parecen
haberse reducido a cuerpos orgánicos que sobreviven, mientras su
esencia humana, sus propias individualidades, sujetas creativas, quedó
relegada, precisamente a garantizar esa supervivencia.
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