Le comentaba a una
amiga que como estamos en abril “me
toca” hablar de ecofeminismo. ¿Eco qué?,
me dijo. Pensé entonces que si una persona con buena formación y gran lectora
no había oído el término era muy probable que a la mayoría le ocurra igual. De
hecho mi ordenador tampoco conoce el término. El ecofeminismo busca las
sinergias de dos movimientos: el ecologismo y el feminismo. La primera sugiere
“verde”, la segunda “mujer”. Estamos en el buen camino. El ecofeminismo hace propuestas para que las
opciones a las crisis actuales sean sostenibles. Si convives de una manera
armoniosa con aquello que te rodea y tienes una conciencia ciudadana sólida,
¡enhorabuena! Tienes muchas probabilidades de ser ecofeminista. Eres feminista
y también ecologista.
Como señala Yayo
Herrero “la subordinación de las mujeres a los hombres y la explotación de la
naturaleza responden a una lógica común: la de la dominación y
desvalorización de la vida, tanto humana como material”. El hombre ha sometido a la naturaleza.
También a la mujer. El ecofeminismo es una respuesta de hombres y mujeres a
esta injusticia.
Los medios de
comunicación banalizan la información del tiempo, y el cambio climático es un
problema de tal magnitud que puede peligrar hasta la vida de los seres humanos en
este planeta. Si nos importa nuestro bienestar, el bienestar de las personas
¿no tendríamos que reservar un lugar
privilegiado para aquellos trabajos relacionados con el cuidado? ¿No deberíamos
organizarnos para que la vida, no los mercados,
fuera el centro?
El ecofeminismo quiere una economía al
servicio de las personas, y se lleva bien con el medio ambiente, con respetar
los ecosistemas, con el color verde, con palabras como reciclaje, sostenible,
democracia, corresponsabilidad, paz. Hace buen maridaje con dar valor a todos
los trabajos, a los productivos y, a los reproductivos; le gusta la economía
social, las cooperativas; también las residencias de mayores autogestionadas,
mira con buenos ojos a los bancos de tiempo, los medios de comunicación alternativos.
Cree que es una buena idea lo de un
salario máximo y que es necesario un consumo responsable de la energía.
Al ecofeminismo no le
gusta el centralismo, la
jerarquía, la caza, la muerte.
Tampoco la división sexual del trabajo.
Ni el consumismo, la ostentación o los
paraísos fiscales. También recela de la exaltación patriótica.
El ecofeminismo será
fundamental en este siglo XXI. Es una manera de estar en este planeta, de
cuidarlo, es mirar la vida a través
de unos ojos verdes de mujer. Yo creo que así se ve más bonita ¿y tú?
Pilar de la Paz,
experta en género e igualdad
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