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viernes, 19 de abril de 2013

PERIODISMO, ¿COSA DE MACHOS?



La columna MUJER SUJETO,  a la que pertenecía este articulo salia publicada en la sección Genero de un portal femenino muy conocido y  la editora se enojo con la nota porque sintió que su sitio estaba siendo cuestionado, decidió no publicarla y discontinuar la columna en su portal.


PERIODISMO, ¿COSA DE MACHOS?


Pionera de la prensa escrita por mujeres, columnista de Blackie, entrenadora en comunicación y, a esta altura, personaje de culto, Dionisia Fontán cuenta cómo era, ayer nomás, ejercer el oficio desde el anonimato. Memoria y balance de la misoginia mediática, y agarrate porque no se salva ni la Negra Vernaci.



Siete de junio de 1979. Día del Periodista. 
Mirtha Legrand deja los cubiertos y pregunta a la única invitada femenina de su mesa: “Dígame, ¿cómo es posible que en una empresa dirigida por una mujer -doña Ernestina-, las damas no firmen?”. Aquel mediodía Dionisia Fontán soltó la lengua. 

“Me mandé flor de discurso y en la redacción se armó jaleo”. Dice flor, dice jaleo y entendemos que ella pertenece a otra generación. Habla y casi llegamos a sentir el humo de los puchos en el ambiente, el traqueteo de las Olivetti, los teléfonos de línea, la teletipo. Y en plena mística, una falda, las uñas pintadas y el metro cincuenta de esta mujer que sólo podía firmar sus notas con una inicial. 

“En Clarín yo era D.Fontán. Podía ser Darío Fontán, Domingo Fontán, quién sabía. Le dije a Mirtha que me parecía injusto y recuerdo que aludí lo del viaje a la Luna porque justo se habían cumplido diez años y me resultaba incongruente: semejante hazaña espacial y las periodistas semiocultas detrás de una inicial. Ridículo” El resto de los comensales, todos varones, mudos masticaban. Ni A. 

Conviene aclarar que estamos frente a una colega que nos hizo justicia. Dionisia Fontán –hagámosle honor a su lucha: pongamos su nombre siempre completo- logró visibilizar a las mujeres en el periodismo gráfico. Sin alardes de militancia, ni proclamas feministas, ella exigió igualdad de género, empecinada en que la valoraran estrictamente por su calidad profesional. 

“En los diarios había una misoginia absoluta. Las mujeres estábamos relegadas a los temas femeninos, era impensable que pudiéramos escribir sobre política o economía, por ejemplo. Entonces, nos quedaban las notas sociales y los temas hogareños, el cuidado de las plantas, la puericultura, los asuntos de belleza. La sección cocina, en cambio, tenía prestigio” concede con una mueca. Y sí, en su hábitat natural ellas podían tener nombre propio. Y ahí estaba Blanca Cotta, la primera que logró colar su firma (al pie de cada receta). Pero Cora Cané, que lleva más de medio siglo a cargo de sus misceláneas de contratapa debió esperar largos veinticinco años para ver su nombre impreso en letras de molde. Sin ir tan lejos, entrá en la página de Perfil.com y recorré la lista de columnistas… todos tienen pito. Volviendo a lo de Mirtha, te decía: nunca supe si fue coincidencia o si aquel pequeño revuelo televisivo influyó, pero al poco tiempo las mujeres empezamos a firmar nuestras notas. Más de una compañera de redacción me llamó para agradecerme” recuerda Dionisia Fontán. 

La señora de las mil anécdotas se desata. Transcribimos: “En la década del ’70 me ofrecieron hacer una columna de interés general en la revista Siete Días. La columna se titulaba La Mujer. Y había que redactar temas de minas, para variar. Cuestioné un par de veces que en un medio apto para todo público, hubiera un espacio dedicado a la mujer, pero no me dieron bolilla. Finalmente saqué ventaja de las limitaciones y empecé a producir los temas que me interesaban. De ser una columna pasó a ocupar media página y luego una página completa.” Por aquel trabajo recibió el premio ADEPA en 1977 y -otra vez- fue la primera mujer en obtener ese reconocimiento. 

Sin embargo, ninguno de sus logros fue acompañado de estabilidad económica. Ni laboral. Dionisia Fontán tuvo que reinventarse mil veces. Además de gráfica, hizo radio, televisión y publicó varios libros. Cada desafío implicó volver a empezar. Hoy se presenta como “entrenadora en comunicación”. Y del tema, puede dar cátedra. 

“Ahora me doy cuenta de que mi mayor esfuerzo era siempre crear un espacio y mantenerlo. Los espacios eran chiquitos, talle 36 o menos, angostos de caderas, je. Y había que hacerlos engordar. Con Laura de Hoy (columna dominical del diario La Nación 1980-1991) bajé línea y nadie se daba cuenta porque aparecía en el suple infantil y juvenil. Eran temas fuertes para la época, enmascarados en las crónicas de una piba argentina. Nunca en esos 11 años repetí una historia y pasaron tantas cosas. Al país y a la autora. Escribí sobre la falta de trabajo, la discriminación, los padres alcohólicos, la donación de órganos, la elección vocacional. Laura tuvo un amigo desaparecido. Una abuela progresista. Un tío Alberto, como el de Serrat, bien atorrante. Laura visitó a una ginecóloga. Y se anticipó a comentar el tema de los hijos de padres divorciados, cuando todavía no existía la ley.”

”Cuando propuse instalar Radio-grafías en La Nación –la única sección de crítica y comentario radial, que se sigue publicando-, como lo consideraban una novedad, estuve tres meses sin firmar las columnas. Salían todos los martes y se hicieron muy populares. Tuve que insistir mucho para que apareciera mi nombre al pie, ¿podés creerlo? Yo las escribí hasta mayo de 1996.”

 A propósito de la radio… 

La radio es, de todos, el medio más machista. Hasta el ochenta y pico, en Rivadavia se negaban a tomar operadoras mujeres. Yo empecé en el 75, con Blackie, en Continental. Y te puedo decir que ella fue una mosca blanca, nadie pudo ocupar su lugar. También trabajé en Del Plata, hasta fines de 1988 y me tocó lidiar con conductores varones que apenas me daban micrófono. Durante los años que frecuenté el fierrito, escuché el mismo latiguillo: Nos hace falta una voz femenina, aparte de la locutora, claro. 

¿Pero no hay grandes voces femeninas en el micrófono? 

Contadas con los dedos de una mano. Nora Perlé sigue con el mismo formato de hace más de cuatro décadas. Ella es muy piola y produce o coproduce sus espacios. Betty Elizalde peleó muchísimo por trascender a la locutora. Lo consiguió, tuvo muy buenos ciclos, pero le costaba la continuidad. Es decir, no lograron crecer y permanecer y eso que pudieron haberse convertido en pares de Badía, Bravo o Cacho Fontana. ¿Más ejemplos? Las comentaristas de espectáculos de la vieja guardia integran algunos coros, pero nunca pudieron mantener programas propios y buenos. Alicia Petti, Laura Ubfal... En cambio, Guillermo Blanc se mantiene a través de las décadas y no es mejor que ellas. Para nada. Podría seguir dándote nombres… María O’ Donnell es "la” profesional, aparte de Magdalena, se entiende. Es preparada, sabe de lo que habla, tiene una sólida base gráfica y, como creció entre varones, conoce de fútbol y discute como un tipo. 

¿En serio no crees que ahora hay más presencia femenina en la radio? 

Sí, pero tampoco las dejan hablar. En las FM hay muchas pibas que festejan las pavadas de los conductores y cada tanto logran meter un bocadito. Lo mismo ha pasado con los chicos, ya veteranos, de la Rock & Pop. Son misóginos. Sólo permanece la Negra Vernaci porque es atrevida y boca de letrina. Única. Si no fuera negocio, ya no estaría. Sus imitadoras no prosperaron. 


Volviendo a la gráfica. Pasaron 40 años y los “temas femeninos” de las revistas para la mujer no parecen haber cambiado demasiado. 

Me acuerdo la tapa de una revista con un título catástrofe que decía: Tetas o Culo, un debate nacional. Y tantas otras notas: Cómo atraer al hombre de tu vida disfrazada de leopardo, o A la hora del sexo, nada de excusarte con que te duele la cabeza y mil boludeces por el estilo que, por lo visto, las minas compran. La cirugía estética es un regalo que se financia con más cuotas que una heladera, y eso no está mal, pero lo que irrita es la exaltación de la imagen. Sí, lamentablemente la mujer sigue siendo objeto.

Valeria Sampedro

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