Patricia Hill Collins, la propia Sandra Harding y en general también el feminismo postmoderno, echaron en falta en las teorías del punto de vista feminista la visión de las mujeres pertenecientes a grupos marginados por su raza, su religión o su cultura, haciendo ver el olvido que -en sus planteamientos epistemológicos universalistas- representan la gran diversidad de experiencias de estas otras mujeres.
En esta línea se enmarca el feminismo negro cuyos antecedentes se remontan al sufragismo norteamericano del siglo XIX que -frente al sufragismo blanco europeo, heredero de la Ilustración-, está marcado por la colonialidad.
Sin lugar a dudas, los antecedentes del feminismo negro, los encontramos en la Convención de Derechos de la Mujer de Ohio en 1851, a partir de las palabras pronunciadas por Isabella Baumfree (que más tarde se cambiaría el nombre por el que más conocemos, Sojourner Truth), que desde entonces quedaron grabadas en la memoria de las primeras feministas negras: ¿Acaso no soy yo una mujer? Muletilla que tiene la fuerza de quien, habiendo sido esclava y ya siendo libre, tendría que ser naturalmente igual y que retomaron las feministas afrodescendientes posteriores.
Ese hombre de allí dice que las mujeres necesitamos ser ayudadas con carruajes, ser levantadas al pasar las zanjas, y que, en cualquier parte, debemos tener el mejor lugar. Pero a mí nadie me ayuda nunca con los carruajes, ni me levantan al pasar las zanjas, o los charcos de barro, ¡ni me ceden el mejor lugar!, ¿Acaso no soy yo una mujer? ¡Miradme! ¡Mirar mi brazo! He arado, plantado y recogido en los graneros, ¡y ningún hombre encabezó mí tarea! ¿Acaso no soy yo una mujer? Podía trabajar y comer tanto como un hombre (si es que tenía), ¡y llevar el látigo también! ¿Acaso no soy yo una mujer? He parido hijos y he visto cómo la mayoría de ellos eran vendidos como esclavos; y cuando lloré con la pena profunda propia de una madre, ¡nadie excepto Jesús me escuchó! ¿Acaso no soy yo una mujer?
En 1997, un robot espacial de la NASA recibió el nombre de "Sojourner" en su honor.
Patricia Collins29 observa cómo los actos de resistencia de las mujeres negras, no concuerdan con algunas aproximaciones teóricas sobre los grupos oprimidos, que consideran que no asumen responsabilidades políticas por no tener conciencia clara de su propia dominación. Piensa por el contrario, que las mujeres afro-americanas tienen un punto de vista autodefinido en su propia opresión, ya que su posición social les hace tener experiencias distintas y consecuentemente, desarrollar una visión de la realidad material diferente a la de quienes pertenecen a otros grupos. Así el trabajo remunerado/no remunerado que realizan, las comunidades en que viven y las relaciones que mantienen, hacen que tengan -como grupo- una diferente visión del mundo y una conciencia feminista negra distinta de la conciencia feminista blanca, pese a tener una historia común de opresión patriarcal.
La singularidad de su enfoque está en la influencia durable de la historia de la esclavitud en la formación racial del género y en las relaciones sociales sexuadas. La iglesia y la familia negras inculcan en las mujeres la ética de cuidado y las instituciones afro-céntricas facilitan la solidaridad entre mujeres afroamericanas, pero igualmente entre hombres afroamericanos. Se trata -como también plantea Hartsock- de un tipo de pensamiento feminista negro no dado, sino alcanzado, por lo que ellas son las que han de producir teorías basadas en su experiencia, que les permitan clarificar el punto de vista de las mujeres negras por las propias mujeres negras.
Las académicas feministas negras son testigos de su propio proceso de exclusión y por ello promueven la inclusión de un mayor número de mujeres negras en la academia que puedan aportar su punto de vista epistemológico afroamericano y, en la medida en que el pensamiento feminista negro sea validado por un mayor número de grupos, producirá verdades más objetivas capaces de cambiar los sistemas de poder injustos.
En su respuesta a Susan Hekman, Collins30 señala tres rasgos característicos de las epistemologías del punto de vista: hacen referencia a experiencias de grupo históricamente compartidas lo que implica menos experiencias individuales y más condiciones sociales en las que tales grupos se constituyen; el que las experiencias y perspectivas puedan ser compartidas por los grupos que ocupan un mismo rango en las relaciones de poder, no significa que esos grupos vivan las mismas experiencias ni que las interpreten de la misma manera; finalmente las teorías del punto de vista no otorgan suficiente importancia a las relaciones de poder ya que la conciencia de grupo, su autodefinición y su 'voz' desaparecen.
Las feministas negras construyen en consecuencia conocimientos dialógicos desde la experiencia y la ética, no bajo la "objetividad", lo que se refleja en textos donde la historia es narrada, pero no desde una posición analítica clásica.
En el plano teórico, Collins redefine el concepto de opresión en términos de interseccionalidad, incorporando lo que denomina "matriz de dominación" referida a la organización total del poder social. Cada matriz tiene su propio sistema de dominios de poder que interactúan estructural, disciplinaria, hegemónica e interpersonalmente, variando tanto en la forma como en la intensidad en que la opresión afecta, porque los vectores de opresión y privilegio -en función de la raza, el género, la clase social, la edad, el lugar geográfico y la preferencia sexual-, son ciertamente muy heterogéneos, pero actúan en la vida de todo el mundo.Otras feministas negras como bell hooks (Gloria Jean Watkins, en la imagen de la izquierda) o Audre Lorde (1934-1992, en la imagen de la derecha), en alianza con pensadores como Franz Fanon y Paulo Freire, también denuncian la opresión. Esta última llega a autodefinirse no solo como feminista, sino también como guerrera y poeta lesbiana negra, postura rompedora con la que se aproxima a los posicionamientos postmodernos que veremos más adelante.
Hazel Carby también criticó los supuestos universales del feminismo, sentando las bases para el feminismo negro en contextos americanos, asiáticos y africanos. Así por ej., no cuestiona que la familia sea una fuente de opresión, pero plantea examinar cómo ha funcionado como resistencia a la opresión.
Realmente, la articulación de las múltiples identidades con una conciencia colectiva entre mujeres marginales ha sido bastante problemática en la práctica. De hecho, el feminismo negro tuvo su auge en los años 80, pero las políticas identitarias lo diluyeron al plantear una nefasta jerarquía de opresiones, divisora e inmovilizadora, que desvió la mirada de más altas metas que contribuyeran al cambio social.
Por ello la diáspora postcolonial denuncia el vacío de la no-representación demandando reconocimiento, al margen de categorías impuestas, creando su propio no-espacio de (des)localización.
Ana Guil Bozal
Universidad de Sevilla (España)
Grupo de investigación HISULA
Dra. en Psicología Social, Universidad de Sevilla, España, Grupo de Investigación PAIDI HUM-219 "Género y Sociedad del Conocimiento", integrante del grupo de investigación HISULA de la Universidad Pedagógica y Tecnológica de Colombia. Email: anaguil@us.es
http://www.scielo.org.co/scielo.php?script=sci_arttext&pid=S0122-72382016000200013
http://www.scielo.org.co/scielo.php?script=sci_arttext&pid=S0122-72382016000200013
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