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martes, 28 de agosto de 2018

Para eliminar las violencias, primero conocerlas


Cuando nos adentramos en los temas relativos a las violencias hacia las niñas, mujeres y todas las identidades femeninas, comprendemos rápidamente que el prejuicio del sentido común acerca de que se trata de patologías individuales (“bestias”, “psicópatas”) o modas criminológicas (“una epidemia”, “un flagelo”, “una ola de feminicidios”) no es más que placebo para nuestras angustias, porque, entendemos, se trata de un problema más profundo y tanto más difícil de resolver: es un problema social, de derechos humanos.

Decimos que es un problema cultural que se soluciona con educación. Para quienes investigamos el tema o somos periodistas especializadas o activistas preocupadas, es que al encontrarnos con estos objetos —que son sujetos— nos invaden muchas preguntas: ¿pero qué están pensando y sintiendo para actuar así? En ese sentido, creemos que este informe va al “hueso” del asunto: cuáles son los imaginarios y las normas sociales que las poblaciones jóvenes interiorizan desde temprana edad y cuánto de esos parámetros luego se vuelcan en nuestras realidades crueles y, muchas veces, desalentadoras. Es decir, Rompiendo moldes: transformar imaginarios y normas sociales para eliminar la violencia contra las mujeres es de gran utilidad para pensarnos y ensayar acciones tendientes a debilitar esos imaginarios y normas nocivos, y reemplazarlos por otros que nos permitan construir vidas más libres y sociedades y comunidades más justas e igualitarias. Pero la pertinencia del informe no termina aquí. Encontramos muy satisfactoria la ligazón que se presenta entre violencias hacia niñas, mujeres y diversidades, y las violencias económicas, tan acuciantes en nuestra región latinoamericana. Comprender los imaginarios machistas sin atender a las desigualdades económicas y raciales es una tarea imposible no por improbable, sino por errada.

Las violencias machistas son una realidad innegable en la región. Los datos que se desprenden de Rompiendo moldes: transformar imaginarios y normas sociales para eliminar la violencia contra las mujeres afirman que siete de cada diez chicas y chicos de la muestra consideran las violencias machistas como un problema grave en su país. La conciencia del problema ha llevado a millones de personas, activistas y no activistas, a manifestarse en las calles de todo el continente, a promover intervenciones comunitarias, acciones en los espacios de trabajo, de educación y de esparcimiento. Asimismo, en la última década, hubo importantes avances en términos de legislación y planes nacionales (ver Capítulo I. Principales tendencias en violencia contra mujeres y niñas e impunidad en la región de Latinoamérica y el Caribe) para abordar el tema. Pero no es suficiente: aunque mayoritariamente la juventud de la región considera que las mujeres sufren desigualdades con respecto a los varones, alrededor del 60% de los y las jóvenes califica estas desigualdades como pequeñas.

«Desde que tengo memoria, mi padre violentaba a mi madre. Para que no sufriéramos de las agresiones, nos escondíamos», dice Aura Gonzales, una joven de 18 años, de Guatemala. ¿Cuáles son los imaginarios machistas y las normas sociales que atraviesan a Aura? En el Capítulo 2. Marco conceptual y metodología de la investigación, se despliegan caracterizaciones conceptuales que permitirán comprender cómo se construyen —y quizás deconstruyen— esos marcos simbólicos que posibilitan el ejercicio de las violencias y la impunidad.

En el tercer capítulo Retos para la transformación de imaginarios y normas sociales que refuerzan la violencia contra las mujeres en América Latina y el Caribe, el informe presenta cada uno de los ocho imaginarios y normas sociales nocivos que prevalecen entre la población estudiada. Para ello, se utilizan las metáforas de los tres espejos, los espejos deformantes, los espejos con aumento y los espejos desgastados. Este capítulo es especialmente clave para conocer en qué estructuras simbólicas nos miramos lxs latinoamericanxs, un insumo valiosísimo para encarar campañas comunicacionales y contenidos educativos que contrarresten el machismo, como las estrategias que se plantean en el Capítulo 4. Tendencias y alternativas para la transformación de imaginarios y normas sociales.
Este último capítulo, que analiza acciones del ciberfeminismo, nos compete especialmente como activistas del colectivo y movimiento Ni Una Menos. Comprendemos el poder movilizador de las redes en tanto en ellas es posible (aunque no siempre resulte) la creación de nuevas narrativas y lenguajes transgeneracionales y la tracción de las y los usuarixs hacia las calles para reclamar vidas más libres, sociedades más justas. Lo hemos comprobado en cada Ni Una Menos y en cada convocatoria al Paro Internacional de Mujeres: en las redes sociales, se amasa la concientización, se trabaja la lengua común; y en la reunión cuerpo a cuerpo, en la asamblea, en la calle, se fragua el consenso, el pacto feminista necesario para hacer voz pública el rechazo al machismo.

Decir “Ni Una Menos” es un deseo que ponemos en práctica en todas las acciones que llevamos adelante. Para desarmar las ataduras patriarcales que no permiten que ese deseo sea posible, es necesario tener espacios, y por ello, hemos creado LATFEM, un medio de comunicación feminista. Pero también son imprescindibles herramientas de divulgación y este informe es fundamental para sostener el continuum de narrativas feministas, narrativas que permiten a otras acceder a aquello que el relato oficial y patriarcal invisibiliza

María Florencia Alcaraz
Agustina Paz Frontera (LatFem y Ni Una Menos)

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