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jueves, 8 de febrero de 2018

Autoestima y Género.Tendencias políticas y autoestima 2/9



 En la actualidad hay dos grandes vertientes de la autoestima. La más difundida por la mercadotecnia y las tecnologías educativas conservadoras es idealista, conservadora y fundamentalmente patriarcal. Forma parte de los estímulos ideológicos al individualismo y al voluntarismo psicologista. Elude el análisis de las causas concretas de los problemas de autoestima. Y pretende crear métodos terapéuticos o de autoconsumo para mejorar la autoestima sin cambiar el mundo. Su objetivo es sólo cambiar hábitos, imágenes, formas de hacer algunas cosas, actitudes y comportamientos para adaptar a las mujeres al sentido conservador de la modernidad: ocuparse de sí mismas, para tener éxito de acuerdo con los valores hegemónicos y para sentirse dichosas con ese sentido de realización personal.
Desde esta visión light es posible incluso afirmar la autoestima en la servidumbre familiar, laboral, conyugal. Se concibe la autoestima como una experiencia intrínseca e ideológica basada en la voluntad. Se considera a la autoestima como universal y por ello se trata de manera indistinta a mujeres y a hombres. No se reconoce la importancia de la diferencia sexual y tampoco de las configuraciones de género no sólo en la conformación de la autoestima sino de la vida misma. Está ausente en esta concepción la perspectiva sociopolítica que relaciona la autoestima con el género y la clase, la etnicidad, la condición cultural. Se trata, en cambio, de una visión esencialista y ahistórica, y conduce a visiones reduccionistas en cuanto a la atención de la problemática vital. Contribuye, asimismo, a despolitizar la existencia y así fomenta el conformismo y una experiencia omnipotente.

Desde luego, desde esta tendencia se enfocan y atienden problemas de relación, se analizan, por ejemplo, algunos problemas de relaciones hostiles o nocivas como enfermedades o adicciones, se atribuye un origen natural a problemas de seguridad y confianza, las dificultades para alcanzar metas y objetivos son definidas como fracasos, y se le apuesta al autocontrol como recurso disciplinario que conducirá a la asertividad y a la valoración. A esta visión la conocemos como Enciende tu vida, o Cree en ti, o cosas similares. Desde su propio mercadeo, ofrece el control total de tu vida, la elevación de tus cualidades espirituales y el logro de tu felicidad.

La influencia de esta tendencia se da a través de terapias, cursos, seminarios, revistas para mujeres, de modas y del hogar; también a través de programas de radio y televisión. Incide sobre todo en personas ricas o que aspiran a ascender. Y, a pesar de que no están dirigidos específicamente a mujeres, acuden a su llamado sobre todo mujeres que sufren y encuentran en esta tecnología alivio a muchos problemas que las agobian. La atención de la autoestima les conduce a ocuparse de sí, a reflexionar y mejorar, a cambiar algunas de sus conductas. Este tipo de terapia condiciona, de hecho, formas de adaptación funcional al mundo, e impide el desarrollo de una conciencia de sí, de una conciencia crítica de género.
La autoestima ubicada en la perspectiva feminista tiene otros contenidos. La reflexión sobre esta problemática proviene de la crítica deconstructiva de concepciones que colocan las transformaciones externas a la persona y las metas sociales y políticas colectivas por encima de las necesidades y la realización personal. Algunas ideologías de la vieja izquierda han sobrevalorado a los sujetos colectivos y sus causas en detrimento de los sujetos individuales, y han promovido una moral sacrificial: no importa el estado de las personas, sino el logro de transformaciones colectivas. Más aún, hicieron depender de los grandes cambios sociales y culturales la mejora de las condiciones individuales. Desde esa ideología han promovido una mentalidad idealista al omitir a la persona en el análisis político o reducirla a receptáculo de las condiciones sociales. La tesis es muy simple: al mejorar las condiciones, mejora automáticamente cada quien y además lo hace en cumplimiento de la doctrina y de realizar una utopía. La omisión de la persona tiene su fundamento en la crítica al individualismo excluyente e inequitativo asociado a intereses de clase egoístas, y a la derecha. Desde esa izquierda, reivindicar a la persona es un atentado a la cohesión grupal o comunitaria y se considera muestra de insolidaridad. En tal esquema, la individualidad y la persona se oponen al colectivo y a la solidaridad, como valor antagónico e incompatible con la colectividad. La anulación de la persona corresponde con una visión profundamente autoritaria del poder en la que no hay personas, sino grupos y corporaciones que viven en pos de ideales y, por ende, de los fines colectivos. Desde cualquier autoritarismo, de izquierda o de derecha, es posible anteponer intereses generales, colectivos o públicos, a los intereses particulares, individuales, personales y privados.

Mujeres de diversas épocas han participado en movimientos sociales y políticos que han buscado transformar el mundo en beneficio de las mayorías. Anhelantes de transformar sus Propias vidas, de eliminar las injusticias en carne propia, han encontrado en esos movimientos el discurso de la equidad, la configuración de la libertad, la convergencia con otros seres sedientos de alcanzar los mismos fines.
A pesar de haber concretado algunas de sus aspiraciones sociales y políticas, la mayoría de las mujeres comprometidas no logró transformar positivamente sus existencias de manera integral. En ese camino muchas murieron, otras expusieron sus vidas o perdieron su libertad, otras más asumieron formas de vida precarias y peligrosas. Según las épocas y los procesos, algunas consiguieron cambiar condiciones sociales, ideologías, hasta regímenes políticos, y mejoraron sus condiciones sociales. Sin embargo, algo ha faltado. Hay una carencia: ¿De esto se trataba? ¿Para lograr esta estrechez vital hemos vivido tanto pesar?

La reflexión sobre lo personal proviene de la crítica a esa forma de participar con la creencia de que automáticamente al ganar un partido, al desmontar un régimen político o un sistema económico, o cualquier cambio social promovido por un movimiento puntual, todo mejoraría y, al sobrevenir, la misma vida cambiaría en aquellos aspectos íntimos, profundos, personales, que han impulsado a muchas mujeres a apoyar pequeñas y enormes causas y a realizar grandes acciones. Por el contrario, para participar así, muchas mujeres han debido truncar su propio desarrollo y traicionar sus deseos por sí mismas, a favor de la causa y vivir ignominias en pos de ideales, incluso por parte de sus compañeras y compañeros o de las organizaciones que han contribuido a formar. Tras un tiempo resurge en algunas de ellas el anhelo de sentirse bien internamente y la necesidad de que ese anhelo sea legítimo.

El feminismo de los años 60 y principio de los 70 recogió en muchos países el deseo de las mujeres que padecen el malestar sin nombre'. En aquel entonces, se refería a mujeres norteamericanas, clase medieras educadas, que cumplían con todos los anhelos matrimoniales, familiares, incluso de buen nivel de vida y, no obstante, vivían depresión y malestares sin fin. Se sentían atrapadas y paralizadas. Vivían como viven millones de mujeres en el mundo, para apoyar el desarrollo y la realización de sus seres queridos, eso las deprimía. Eran tratadas por la psicología y no bastaba. Ellas fueron, en parte, quienes se rebelaron y participaron en movimientos sociales, sexuales, pacifistas y feministas; al emanciparse, proclamaron que lo personal es político.

Un aporte radical de los feminismos de las últimas décadas del siglo XX y principios del XXI, consiste en que la participación de estas mujeres no ha tenido que ver con causas generales y difusas: al dirigir la política a las mujeres mismas, como categoría social y como individuas, se conectan desde ahí con otros procesos sociales y políticos. Han hecho de la causa de las mujeres su prioridad. Han colocado el tiempo y el espacio como parámetros de realización utópica y han dicho: aquí), ahora. Han ubicado su ámbito y lo limitan entre la vida cotidiana, las redes de relaciones sociales y el Estado. La causa avanza y se extiende a mujeres de todos los confines, muchas de ellas provenientes de tradiciones históricas y procesos políticos muy diversos.

La dimensión personal de la realización trascendente define la innovación del feminismo del siglo XX, y complejiza la profunda tradición social de compromiso ético con las mayorías y por eliminar formas de dominación como la explotación y la opresión, prevalecientes en períodos anteriores. "Ha llegado la hora de invertir el lema feminista y proclamar que lo político es personal`. No se cambia una prioridad por otra, sino que el feminismo se enriquece y abarca todas las dimensiones: desde lo individual hasta lo colectivo, lo privado y lo público, y va de la sociedad al Estado, de la cultura a las prácticas sociales. Unas feministas ponen el acento en unos ámbitos y otras en Otros. Todas han acertado. Otra vertiente más reciente en la reflexión sobre la autoestima surge de la participación social de mujeres en procesos de desarrollo y de intervención política. Mujeres que luchan (así se conciben) por distintas causas, incluso por la causa de las mujeres que tras unos años de grandes esfuerzos continúan viviendo los mismos problemas y afrentas personales, mujeres que tras liderar procesos, en momentos cruciales, dimiten; mujeres que con toda la convicción no han tenido la fuerza para participar o que han sido muy lastimadas con el asedio, la competencia y un sinfín de obstáculos.

Se ha desvanecido la ilusión de que la fuerza de las convicciones es suficiente para tener fortaleza personal, o de que el éxito y los avances políticos de género se traducen en mejoras personales de quienes los impulsan. Se reconoce que aun mujeres que están en posiciones de avanzada viven formas de opresión y violencia que las dañan, y no tienen recursos para evitarlo ni para superarlo. La participación política a secas ha dejado de ser la piedra filosofal. Hoy hacemos una crítica a la participación política en condiciones de desigualdad y minoría en espacios políticos y  con las maneras y estilos, los usos y las costumbres patriarcales, idealizada con el velo de la igualdad.

https://xenero.webs.uvigo.es/profesorado/marcela_lagarde/autoestima.pdf

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