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lunes, 5 de febrero de 2018

Marcela Lagarde: Sobre la inclusión de una aculturación feminista


El problema de la ignorancia de la historia y la historicidad del mundo estriba en que el mundo se vive como algo que ahí estaba naturalmente. Y esto sucede a pesar de que se estudie historia en la escuela y de que en las ciudades haya monumentos históricos. La vida de género es tomada por las ideologías como natural, no parte del contrato social. Esto afecta una conciencia histórica de género: saber que en otra época otras mujeres lucharon por los derechos y que por eso forman parte de los derechos accesibles. No sabemos que otras mujeres lucharon por abrir espacios institucionales educativos, económicos, ni que sin oportunidades crearon las condiciones para tener oportunidades. Si no se sabe en general no se conocen los antecedentes de lo que se tiene del mundo instalado. Y, por eso no se vive el mundo instalado que como un don, como algo que se recibe y como una radical intervención de las mujeres por ampliar para ellas mismas lo que los hombres iban creando sólo para ellos 2. O, se trata de dones debidos a la creación  de cosas inéditas, cosas inventadas por las mujeres mismas y colocadas en la organización social, en la cultura o en la política. Como no lo sabemos no los valoramos como esfuerzos vitales y no  tenemos apego alguno con sus creadoras, no tenemos siquiera gratitud histórica  posible como memoria, ni liga en cadena generacional o comunitaria de género que hace a las mujeres pertenecer a genealogías de mujeres. En cambio, cuando vamos transformando nuestra conciencia en un sentido feminista, vivimos la historia como un don. Surgen, entonces, un sentido ético de valor y una práctica correspondiente al deber de preservar aquello que se ha recibido como don, pasarlo a otras mujeres o ampliarlo, hacer crecer el don. Vivir la historia de los avances de género como un don conduce a asumir la política de género como una acción de compromiso e intercambio. En ella, al participar, cada quien hace conciencia de lo recibido y asume sigue recibiendo y requise reconocerlo. Y, se forma parte de una cadena de intercambio. Quien recibe,  regala, da a otras el don para que se lo apropien y lo incremente y, a su vez, lo den a otras y lo amplíen.

La conciencia histórica permite ver la evolución de la cultura feminista su incidencia, preservación y ampliación como un don, y, en ese sentido, al feminismo como el don.

Vivir la historia de los logros y los avances de las mujeres como un don político, como una herencia, un bagaje y un patrimonio cultural, potencia la conciencia de género y la identificación positiva entre mujeres de regiones y tiempos distantes y cercanos. Se produce así,  un aumento de la autoestima de género: crece la noción de nosotras y se elimina el sentimiento de orfandad de género, producto de la naturalización de la historia y del androcentrismo y de la eliminación de la autoría y la creación histórica de las mujeres. Con ello se fortalece la autoestima de las mujeres como creadoras de sociedad y de cultura, como creadoras de mundo.

http://www.cotidianomujer.org.uy/sitio/pdf/ElFeminismoenmiVida.pdf


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