6. Los sistemas de protección social, los servicios públicos y la infraestructura sostenible son esenciales para mitigar los riesgos y crear resiliencia a los cambios económicos, sociales, ambientales y demográficos. Si bien han disminuido las tasas de pobreza a nivel mundial, el progreso ha sido desigual en las distintas regiones. En 2015, 736 millones de personas seguían viviendo en la pobreza extrema, y existen pruebas de que el ritmo de reducción de la pobreza ha comenzado a desacelerarse1. La economía mundial sigue siendo inestable después de casi un decenio de crisis, recesión y subsiguientes medidas de austeridad. Las políticas económicas prevalecientes continúan agravando las desigualdades y haciendo que las personas se rezaguen aún más. El cambio climático y la degradación del medio ambiente están socavando los medios de vida de millones de mujeres y hombres, especialmente en el mundo en desarrollo. En algunos contextos, las políticas basadas en la exclusión y el temor están ganando terreno, alimentando los conflictos y la inestabilidad. Millones de personas están siendo desplazadas por la fuerza debido a conflictos violentos y catástrofes humanitarias. Entre 2000 y 2015, el número estimado de migrantes internacionales aumentó casi en un 41 % hasta alcanzar la cifra de 244 millones. Cerca de la mitad son mujeres y niñas (véase A/70/59), que a menudo pierden el acceso a los servicios esenciales cuando se desplazan y tienden a concentrarse en sectores con salarios bajos y un nivel mínimo o nulo de cobertura de protección social.
7. Cambios de gran alcance en el mundo del trabajo han creado nuevos desafíos y, en algunos casos, han exacerbado los riesgos, según lo debatido por la Comisión en 2018 (véase E/CN.6/2017/3 y E/2018/27). En muchos contextos, se han erosionado la negociación colectiva y la regulación del mercado de trabajo, y ha sido lento el crecimiento del salario real, que va a la zaga del aumento de la productividad laboral2. Los cambios tecnológicos, como la automatización y la digitalización, han hecho posible nuevas formas de trabajo. No obstante, existe la preocupación de que los avances tecnológicos profundicen las desigualdades dentro de los países y entre ellos en la medida en que se automaticen los empleos de baja calificación, mientras que los nuevos empleos siguen siendo inaccesibles a quienes ocupan la parte inferior de la pirámide del empleo.
8. Aunque esas tendencias afectan a todos los trabajadores, las mujeres están particularmente expuestas a sus consecuencias negativas y se enfrentan a una mayor presión sobre sus salarios, de por sí más bajos. En la actualidad, 740 millones de mujeres se ganan la vida en el sector informal de la economía. En los países de bajos ingresos, el 92 % de las mujeres están empleadas en el sector informal en comparación con el 87.5 % de los hombres3. En el sector informal de la economía, las mujeres suelen ocupar los empleos menos seguros y peor remunerados; por ejemplo, como empleadas domésticas o trabajadoras familiares auxiliares que trabajan sin remuneración directa en empresas o granjas familiares. Los trabajadores del sector informal, por definición, no tienen o tienen un acceso muy limitado a la protección social. Su acceso a los servicios públicos y la infraestructura básica también suele ser limitado, lo que dificulta su productividad y sus ingresos.
9. Las estructuras demográficas y de los hogares también están experimentando cambios importantes. Los países en desarrollo con una población cada vez más joven no siempre están en condiciones de aprovechar plenamente el potencial del dividendo demográfico, ya que una gran proporción de jóvenes no pueden encontrar empleo y obtener ingresos suficientes, mientras que las mujeres jóvenes son particularmente afectadas por el desempleo (véase E/CN.6/2017/3). Al mismo tiempo, el envejecimiento de la población está avanzando rápidamente, en particular en los países en desarrollo. A nivel mundial, la proporción de personas de 60 años o más aumentará del 8,2 % in 1970 al 13,5 % en 2020 y al 16,4 % en 20304. Las mujeres superan en número a los hombres en las edades más avanzadas, y las mujeres de edad tienen más probabilidades de ser proveedoras de cuidados no remunerados para cónyuges y parejas mayores de edad, amigos y nietos, al tiempo que hacen frente a una mayor inseguridad en materia de ingresos y medios de vida5.
1 Banco Mundial, Poverty and Shared Prosperity 2018: Piecing Together the Poverty Puzzle (Washington D.C., 2018).
2 Organización Internacional del Trabajo (OIT), Informe Mundial sobre Salarios 2018/2019: Qué hay detrás de la brecha de género (Ginebra, 2018).
3 OIT, Mujeres y hombres en la economía informal: Un panorama estadístico. Tercera edición (Ginebra, 2018). 4 Departamento de Desarrollo Económico y Social de las Naciones Unidas, División de Población (2014), World Population Prospects: The 2017 Revision (Nueva York, 2017). 5 Entidad de las Naciones Unidas para la Igualdad de Género y el Empoderamiento de las Mujeres (ONU-Mujeres), “Long-term care for older people: a new global gender priority”, Informe sobre políticas núm. 9 (Nueva York, 2017).
https://undocs.org/E/CN.6/
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