La circulación de imágenes prenatales flotando libremente en diferentes superficies y espacios públicos –entre ellos, medios de comunicación, afiches colocados en tribunales de justicia o carteles de movilizaciones callejeras- generó desde los años ’80 un conjunto de reflexiones críticas respecto de la dimensión visual de la contienda vinculada con el derecho de las mujeres a decidir sobre la interrupción de embarazos. El análisis abarcó, en primera instancia, aspectos vinculados con la producción de sentidos desde las imágenes mediáticas en la cultura moderna y, luego, se abocó a las representaciones generadas desde las tecnologías de visualización obstétricas.
Rosalind Petchesky (1987) fue pionera al advertir acerca de las significaciones construidas y puestas en juego en torno a imágenes fetales desligadas del cuerpo de la mujer que inauguraron la noción del feto como sujeto autónomo, independiente de la mujer gestante y con derecho a reclamar por su vida en los EE.UU., durante la era conservadora presidida por Ronald Reagan.
En ese contexto, la autora evaluó la aparición pública del video “El grito silencioso” en 1984 como una pieza clave de propaganda de los grupos contrarios al derecho a decidir de las mujeres en la década de los años ’80. Destacó en primer lugar su aporte singular en la disputa del imaginario sobre el aborto, por ser el primero en trasladar las hasta-entonces imágenes fijas del feto, en ilustraciones o fotos, hacia imágenes en movimiento del presunto “bebé” vistas en la pantalla de un televisor. Además de “dar vida” a la imagen fetal, el pretendido documental desplazó la retórica antiaborto del campo religioso al del médico-tecnológico a través de la cultura visual mediática. Así, las interpretaciones de las imágenes mostradas en el video por el narrador médico, un ex practicante de abortos “arrepentido”, en calidad de “evidencia” o “información médica”, fueron de inmediato criticadas por paneles médicos, editoriales de diarios como el New York Times y por la asociación Planificación Familiar (Planned Parenthood).
En síntesis, éstos indicaron que un feto de doce semanas no tiene corteza cerebral como para recibir impulsos de dolor como sostiene el relato; que tampoco es posible que “grite” sin aire en sus pulmones; que los movimientos en esa etapa son reflejos y sin propósitos; que la imagen de movimiento frenético del feto (en supuesta ‘defensa’ por la intromisión de instrumental para quitarlo del útero) se deben haber generado por aceleramiento de la película y que la imagen mostrada en la pantalla del televisor es casi el doble del tamaño de un feto de doce semanas.
Mientras tanto, sería fructífero diseñar estratégicamente intervenciones públicas en el campo visual de las significaciones sociales desde dos líneas prioritarias. La primera, orientada a restituir el sentido de la vida fetal en relación a la mujer que lo gesta en su cuerpo, (re)adjudicándole su estatuto de vida prenatal y dependiente. En segundo lugar, continuar con la estrategia de difundir imágenes de las acciones colectivas de las organizaciones de mujeres en pos de una normativa a favor de la vida de las mujeres, que evite muertes por abortos clandestinos en el país.
REFLEXIONES EN TORNO A LAS IMÁGENES FETALES EN LA ESFERA PÚBLICA Y LA NOCIÓN DE ‘VIDA’ EN LOS DISCURSOS CONTRARIOS A LA LEGALIZACIÓN DEL ABORTO
Claudia Nora Laudano
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http://www.filo.unt.edu.ar/rev/temas/t8/t8_web_art_laudano.pdf
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