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viernes, 21 de noviembre de 2014

Charo



Rosario (Charo) es una mujer de 25 años, profesional, casada desde hace tres diagnosticada de una grave enfermedad incurable, crónica, y que requiere de tratamientos intensos, desde hace 8 años. Se agrava varias veces al año, sufre mucho en estas crisis, Tiene mucho dolor y los medicamentos que toma son extremadamente fuertes y tóxicos. Tiene restricción absoluta para embarazarse, su ginecólogo le ha dicho que no puede. Ella sabe que no puede, pero tiene una vida sexual y su esposo acepta esta realidad en la relación con su esposa. Charo sufre mucho por causa de su enfermedad. Quiere por lo menos disfrutar su sexualidad y usar un método anticonceptivos seguro,su ginecólogo le ha dicho que no puede usar ningún método hormonal debido a su problema, el preservativo le causa alergia, ardor y molesta. El método del ritmo recomendado por su médico le falló, se quedó embarazada y se hizo un aborto.

...Yo no lo planifiqué, pero me demore en tomar la decisión de abortar ,no se en que estaba pensando.Creo que en el fondo quería cotinuar. Pero yo tengo esta enfermedad maldita, y los medicamentos que tomo son tóxicos, fuertisimos y era imposible.¿Como iba a salir ese feto? Lo que pasa es que varias veces le pedía mi ginecólogo, que me diera un anticonceptivo seguro y siempre me decía que en mi caso solo podía usar preservativo y el método el ritmo, pero tengo alergia al preservativo y el método del ritmo me falló.

Yo le pedí varias veces a mi médico que me ayude, que me recete algo, que me ponga una T, hasta hablamos de una ligadura, y me dijo que en mi caso no era posible nada.

Que cualquier tratamiento era muy peligroso. Entonces yo le dije ¿Y quien piensa en mí? Yo tengo una vida...¿Porque no piensan en mí?

La verdad es que no le tenía confianza a mi medico para hablar con él de mi vida sexual, y creí todo lo que él me dijo. Hablar de la intimidad es otra cosa, una mujer no se abre a un hombre, le da vergüenza. No busque otro medico porque él ya sabía mi caso, yo no quería ir a otro sitio a contarle a otra persona lo mío. Total no me había embaraza do en tres años, pensaba que estaba bien.

No disfruto mi vida sexual, sufro mucho en ese aspecto, porque…… ¿que culpa tiene mi marido? La enferma soy yo, y el sufre en ese aspecto por mi culpa. Y yo con esta enfermedad, ¿porque a mi? Tanto dolor, tanto dolor que he soportado, tengo tanto miedo del testimonios dolor, estoy tan cansada de que me duela. Tenemos una relación sexual al mes, es muy espaciado. Yo tenía mucho miedo de quedar embarazada y por eso casi no tenemos relaciones. No estaba a gusto, porque siempre tenía la inseguridad de que me podía quedar embarazada, hasta que pasó.
Cuando nos enteramos del embarazo al comienzo estuvimos contentos, pensamos que tal vez si se podía, también estuvimos sorprendidos, porque otra cosa que me habían dicho, es que era casi imposible que me quede embarazada. Que esos medicamentos eran tan fuertes que era imposible.
Mi marido al comienzo estuvo muy enojado con el médico, porque yo le reclamé cuando me salió positivo el examen de sangre. El médico me dijo que le daba mucha pena, pero que en mi caso no se podía hacer nada, que si ya estoy embarazada lo tenía que tener, aunque me salga mal, porque el no iba a ser cómplice de un aborto. Que si lo iba a abortar era solo mi responsabilidad, no de él.
Pero luego nos dio miedo, terror, lo primero que le dicen a una es que va a salir mal, malformado… con alguna deficiencia o discapacidad. Nadie quiere traer al mundo un hijo así,
para que sufra y nosotros también. Pero lo otro que me mataba era que yo me podía morir, con esta enfermedad es así. Imagínese yo lo tengo y luego me muero, que horror, no. O que me vea sufrir con mis dolores, no, no estaba bien… entonces decidimos abortar…
No nos quedo más que esa opción. Imagínese en medio embarazo, que me de una crisis, que tenga que ponerme esa medicación tan terrible. Él, mi marido estuvo de acuerdo y estuvo conmigo siempre. Él me acompaño y me apoyó.
A mi familia cuando les dije que tenía que hacerlo porque había muchos riesgos, me apoyaron. Respetaron lo que íbamos hacer y nunca preguntaron nada.

Ya en el consultorio de la médica que me atendió me desahogue por primera vez, lloré y lloré y la doctora me escuchó. No me dijo nada, solo me dejó. Tenía mucha rabia y pena.
Esos momentos fueron de alivio. No me compadecieron, solo me dejaron que llore.

Todo el proceso fue difícil, tenía miedo al dolor. Pero ahora hay un tratamiento solo con medicamentos y como era algo riesgoso hacer otro procedimiento, me dieron medicamentos.

Fueron algunos días, hasta que me dijeron que había terminado. Cuando tuve el sangrado me tranquilicé y pensé que ya todo terminó. Pero no era así. Tuvieron que hacerme un seguimiento hasta que todo estuvo bien. En el consultorio me dieron el tratamiento, el resto del proceso lo viví en mi casa, en el trabajo. Cuando tenía alguna duda llamaba y me calmaban contestando todas mis preguntas e indicándome que es lo que tenía que hacer.

Yo hice lo correcto, o hicimos lo correcto. Yo siempre había pensado que no podía tener hijos nunca, y con esto que me pasó lo comprobé. Luego me hicieron una ligadura y si se pudo. Ahora estoy tranquila y mejoró mucho mi vida sexual.

Creo que las mujeres que tenemos enfermedades como la mía u otras deben asesorarse bien, buscar varias opiniones médicas, que no se con-en de un solo médico.

“Creo que el aborto debería ser legal en situaciones como la mía. Esta experiencia es personal, no se si yo podría ayudar a otra mujer...”


 Reflexión sobre el caso 

de Gayne Villagómez Weir


Abogada, especialista en temas de género y derechos humanos de las mujeres y militante del movimiento de mujeres

“Del testimonio de Judith se colige una relación de poder médico‐paciente jerárquica, autoritaria y de insensibilidad hacia las necesidades específicas de la paciente. Principalmente se detectan los siguientes aspectos de esta relación:

El médico no ofreció a Judith otras posibilidades de métodos de anticoncepción, ni siquiera lo intentó, sabiendo que por su enfermedad era sumamente peligroso que se quedara embarazada.
Conocía que el condón le producía molestias por la alergia que había desarrollado al mismo, sin embargo insistió en que era el único método posible.
El método del ritmo también le fue propuesto, pero lo consideró de poca efectividad y ligado sobre todo a creencias religiosas, puesto que habiendo tanto métodos científicos efectivos y comprobados, ¿porqué arriesgarse como paciente, y porque recomendarlo como médico/a?
El médico nunca consideró importante buscar medios anticonceptivos que pudieran mejorar la vida sexual de Judith, conociendo que el miedo al embarazo – comprensible desde todo punto de vista‐ impedía que ella disfrutara de las relaciones sexuales con su marido; debió haber tomado en cuenta que esta situación inclusive ponía en peligro su relación afectiva: a su edad y teniendo una vida conyugal, era evidente que tenía o quería tener una vida sexual, pero el doctor nunca exploró otras alternativas porque no consideró importante el caso se Judith y no lo abord como un verdadero profesional.
La relación médico‐paciente estaba marcada por la falta de confianza hacia el doctor, lo cual impedía que Judith pudiera comunicar de mejor forma sus preocupaciones e inquietudes respecto a su salud sexual y reproductiva.
Lo más sorprendente del caso es la reacción adversa del médico ante el embarazo no deseado de Judith, situación que él mismo provocó y que luego se negó en asumir su interrupción.

A más de que nunca se preocupó por aconsejarle un método adecuado para su caso y enfermedad, demostró una total falta de ética, de sensibilidad y de humanidad al conocer del embarazo y de la decisión de Judith de abortar debido a las consecuencias que ésta produciría en el feto y en la vida de la madre.

Prueba de que sí existían otros métodos de anticoncepción accesibles para la paciente, es que luego del procedimiento del aborto, Judith se hizo la ligadura, y como ella misma manifiesta, ahora se siente tranquila y mejoró su vida sexual pues no corre el riesgo de quedarse embarazada.

En el contexto de la vida personal del Judith, hay de por sí una falta de autoestima y empoderamiento de su vida sexual, quizás en parte causada por su propia enfermedad, lo cual le impidió buscar otra/o profesional al ver que su médico tratante no respondía a sus necesidades.

Fuera de la relación médico‐paciente, sería interesante reflexionar e indagar cómo los médicos ginecólogos varones, se constituyen en facilitadores o inhibidores de la vida sexual y de la vida reproductiva de las mujeres. Como en todas las acciones humanas, en la consulta médica está presente la idiosincrasia, concepción, prejuicios y mitos del médico o médica, en la cual se puede establecer fácilmente una relación de poder desigual, especialmente si es médico varón
Como pacientes, y más aún como mujeres, debemos analizar cómo vivimos esta interacción con los y las médicas que cuidan de nuestra salud sexual y salud reproductiva.

¿Quién toma las decisiones? Nos sentimos libres para expresar nuestras ideas, inquietudes o ¿nos dejamos imponer y callamos? Inclusive cabe preguntarnos cómo vivimos nuestra sexualidad, con todos los problemas de salud que podamos tener, con nuestros prejuicios y pudores, cómo vivimos nuestro cuerpo? ¿Cuáles son nuestros erotismos? ¿Nos sentimos en libertad para hablar de eso?

Para finalizar puede concluir diciendo que nadie nos va a “dar” a las mujeres la libertad de vivir, hablar y compartir sobre nuestra sexualidad, es algo que tenemos que auto‐atribuirnos y ejercer para ser libres.

¿Cuánto de ese arrebato de nuestros derechos y libertades es también responsabilidad de nuestra falta de acción, de empoderamiento y de asumir ser actoras de nuestras vidas?”


http://www.fundaciondesafio-ec.org/pdf/Libro%20decisiones%20cotidianas%20ARTS.pdf

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