La definición de la categoría sexo/género de Rubin como “el conjunto de dispositivos por medio de los cuales una sociedad transforma la sexualidad biológica en un producto de la actividad humana” permitió separar las construcciones culturales como femineidad y masculinidad conceptualizadas como género, de la biología. La oposición hombres y mujeres, “lejos de ser una expresión de las diferencias naturales, “exige en los hombres la represión de todos los rasgos localmente definidos como ‘femeninos’ y, en las mujeres, de los rasgos localmente definidos como ‘masculinos’”, con la finalidad de oponer unos a otros. Según Rubin, en todas las sociedades la personalidad individual y los atributos sexuales “se generizan”, vale decir, la cultura los obliga a adecuarse a la “camisa de fuerza del género”. Estos sistemas sexo/género “no son emanaciones ahistóricas de la mente humana” sino productos de la actividad humana, que es histórica y en consecuencia, responden a intereses políticos.
Para Wittig, masculino/femenino, varón/mujer son categorías que ocultan las diferencias que se crean dentro de un orden económico, político, ideológico. Todo sistema de dominación establece divisiones al nivel material que favorecen a un grupo y desfavorecen al resto. Lo mismo ocurre con el sexo: es la opresión de las mujeres por los hombres la que crea el sexo, y no al contrario; creer que el sexo es la causa de la opresión implica creer que el sexo es algo que preexiste a lo social. "Sexo" es una categoría política totalitaria que funda la sociedad como heterosexual; con sus propias instituciones, su propio sistema de leyes, su propia policía. Conforma el cuerpo y la mente, hasta el punto de que no podemos pensar fuera de ella. Los seres humanos somos forzados a que nuestro cuerpo y nuestra mente se correspondan, rasgo a rasgo, a la idea de "naturaleza", a la idea de sexo y de género. Ocurre lo mismo que con la raza: ésta, igual que el sexo, es considerado un dato sensorial, una serie de rasgos o características físicas que pertenecen al orden de lo natural. Pero lo que creemos que es una percepción física y directa es sólo una construcción sofisticada y mítica, una "formación imaginaria" que reinterpreta los rasgos físicos (en sí mismo tan neutrales como cualesquiera otros pero marcados con significados específicos por el sistema social) en función y a través del entramado de relaciones por las que son percibidos.
Julieta Paredes y Espinoza hablan de la importancia de reconocer los intereses a los que responde la división genérica y racial, y la normatividad que ello implica en la regulación de los cuerpos a favor de un grupo y detrimento del otro y que implica el hecho práctico de que una persona por sus características físicas de hembra (vulva, vagina, senos y capacidad reproductora) es socialmente reconocida y construida como mujer; o de piel (oscura), y en consecuencia vive una realidad diferente sin los privilegios y prerrogativas sociales, económicas, ideológicas y por tanto políticas de quienes son reconocidos y construidos como hombres y blancos.
De esta manera, la modelación del cuerpo sexuado, es decir la generización en una identidad masculina o femenina, es parte del dispositivo de regulación ejercida desde ámbitos de poder y que posiciona a uno de los cuerpos e identidades al servicio del otro. La construcción de esa diferencia sexual aparentemente irreconciliable en base a supuestas características biológicas marca el género, así la feminidad, es construida desde la masculinidad para su servicio y dominio. De ahí que exista una suerte de coacción en hacer corresponder cuerpo y mente a la idea de "naturaleza" y que justifica y refuerza la heterosexualidad como única forma de relación natural y complementaria entre hombres y mujeres. Pisano plantea que la reducción de la sexualidad al espacio reproductivo es fundamental para declarar al cuerpo como objeto para ser dominado.
El hombre concebido como superior, domina su cuerpo, crea, piensa, organiza y elabora valores, lo que se define como masculino y traduce a su cuerpo el lugar de entrenamiento y desarrollo para el dominio. El cuerpo mujer, por su función reproductora, reducido a sujeto instintivo y/o a objeto de placer, está anulado como sujeto pensante, supeditado al dominio. Estos son algunos de los signos con que se construyen las ideas de feminidad y donde la mujer pierde automáticamente la autonomía e independencia, para formar parte de una masculinidad que piensa y diseña nuestra subordinación
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