En un mundo donde los feminicidios y la violencia de género son el pan de cada día resulta urgente -y hasta cuestión de supervivencia- aprender a formar pactos y alianzas entre mujeres.
Es frecuente nombrarnos y trabajar desde posturas o teorías feministas sin haber revisado a fondo nuestra misoginia interiorizada y sin analizar las prácticas y relaciones de poder que dificultan la cooperación entre nosotras, aún cuando sabemos que no es algo que tenga término: que es un proceso sin fin.
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