Las costumbres, la cultura y la religión se unen a la pobreza para negar a las mujeres el acceso al proceso político. Se impide a las mujeres que hagan oír su voz y que hagan elecciones sobre su vida, incluida la de si serán madres y cuándo. La batalla por el control de la vida de las mujeres se libra de forma más encarnizada en torno a la cuestión del aborto. Todos los años, los abortos en condiciones de riesgo le cuestan la vida a miles de mujeres. Es bien sabido que la despenalización del aborto y la seguridad de acceso a los servicios de salud reproductiva y planificación familiar reduce la mortalidad materna. Sin embargo, en muchos países en los que se silencia a las mujeres y se las excluye de los procesos de toma de decisiones, el acceso a tales servicios les es negado.
En 2008, Nicaragua aprobó una ley que penaliza todas las formas de aborto en todas las circunstancias, poniendo así en peligro la vida de mujeres y niñas e impidiendo que el personal de la salud proporcione tratamiento oportuno y efectivo para salvar vidas. La ley impone penas de prisión al personal de la salud que cause cualquier daño al feto, con independencia de la intención del acto. Algunas intervenciones médicas llevadas a cabo durante el embarazo o el parto pueden se causa no intencionada de una lesión o la muerte del feto, y el personal de la salud puede sentirse justificado al retrasar o negar el tratamiento necesario para enfermedades como el cáncer o para acelerar el parto.
La ley puede dar lugar a que se castigue a mujeres o niñas que han sufrido un aborto espontáneo, ya que a menudo es imposible distinguir a éste del aborto inducido. El hecho de que las mujeres y niñas que quedan embarazadas a causa de un acto de violación o de incesto ahora se vean obligadas a llevar el embarazo a término es una violación de sus derechos humanos. La abrumadora mayoría de las niñas que quedan embarazadas como consecuencia de violación o incesto en Nicaragua son jóvenes: su edad oscila entre los 10 y los 14 años.11 Para ellas, el futuro ahora parece muy sombrío, sin otra opción que continuar con el embarazo o arriesgarse a ser enjuiciadas y perjudicar su salud tratando de obtener un aborto clandestino en condiciones de inseguridad. Una joven sobreviviente de la violación manifestó: “Muchas veces he sentido ganas de suicidarme –el juicio fue como una pesadilla de diez meses de duración– […]. Cuando fracasó el caso, me puse histérica […]. Además, yo tenía un bebé de él a quien tenía que aceptar. Lo que me pasó me cortó mis ilusiones, mis esperanzas. Yo querría ser una persona que trabaja afuera, pero paso todo el día en la casa cuidando al bebé”.
A veces, las mujeres y las niñas que toman sus propias decisiones lo pagan con su vida. Du‘a Khalil Aswad murió por lapidación a manos de un grupo de hombres en la calle, en presencia de una multitud, el 7 de abril de 2007 en Bashiqa, cerca de la ciudad septentrional de Mosul, Irak. Su asesinato fue filmado por un espectador y la película se difundió ampliamente en Internet. Según informes, entre los asesinos figuraban algunos de sus parientes. A los ojos de sus victimarios, el “crimen” de esta joven de 17 años perteneciente a la minoría yezidi había sido relacionarse con un joven musulmán sunní. Otras personas, entre ellas miembros de las fuerzas de seguridad locales, presenciaron el asesinato sin intervenir. Du‘a Khalil Aswad había tratado de obtener protección de la policía local y de la oficina local del Partido Democrático de Kurdistán, pero éstos se habían limitado a remitirla a un dirigente comunitario local, que había aceptado las seguridades ofrecidas por la familia.
http://www.amnesty.org/es/stay-informed/publications/books/la-trampa-del-genero
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