El pasado 31 de octubre se cumplieron veinte años de que fuera publicada la obra maestra: Suite Francesa, tristemente inconclusa debido a que su autora Irene Némirovsky no tuvo tiempo de finalizarla, en realidad…no le dieron tiempo. ..fue asesinada por los nazis en 1942 en el campo de concentración de Auschwitz.
El odio alemán hacia la raza judía, no sólo le impidió poder realizar las tres partes restantes de su novela Suite Francesa, no sólo la separó de su amada familia, sus libros…sus letras quitándole la vida a los 39 años de edad. Sino que ya previamente había borrado del mapa todo su extenso trabajo literario retirándolo del mercado en 1940, año en que también se le prohibió volver a publicar.
Pese a esta prohibición mi querida Irene (en alusión al título de la bellísima novela de Clara Fuertes) nunca dejó de escribir, y cómo no habría de hacerlo pienso yo, si las letras siempre habían sido su alimento, su aliento de vida y su fortaleza, sobre todo en aquellos tiempos en los que sus dos pequeñas hijas, su esposo y ella eran perseguidos y acorralados en Francia…su adorada Francia a la que había llegado junto con sus padres huyendo de la revolución rusa siendo apenas una adolescente, Francia, a la que consideraba su hogar…su patria pese a haber nacido en Ucrania.
Como si estuviera consciente de que iba contra reloj continuó escribiendo sin descanso hasta el día en que fue arrestada en el pueblo de Issy donde se encontraba refugiada junto con su familia desde hacía dos años.
Desde la posguerra se han escrito y se siguen escribiendo una enorme cantidad de libros de lo que fue la Segunda Guerra Mundial, sin embargo, Suite Francesa tiene la especial particularidad de haber sido escrita en tiempo real en el momento mismo de los acontecimientos, (al igual que El diario de Ana Frank y Una mujer en Berlín de autoría anónimamente femenina).
Suite Francesa describe y deja constancia del resquebrajamiento de la burguesía parisina y su huir lleno de absurdas pretensiones y prejuicios, mezclado en el camino con la huida, el miedo, el hambre y el frío de los pobres. Narra también el vivir y convivir de los habitantes de un pueblo con los soldados alemanes, alterando con esta cercanía obligada el paisaje de aquella campiña francesa.
Mediante la ficción esta entrañable autora, va dando testimonio real de una parte de lo que ve y oye al inicio de la ocupación alemana; la otra parte…la de la persecución a los judíos, la de la estrella amarilla, ese otro aspecto que era el que más conocía porque lo sufría en carne propia se lo guardó para ella, de esa sangrante herida Irene Némirovsky no hace mención en el manuscrito de su Suite Francesa, quizá para sufrirla dignamente a solas, tal vez ignorándola a propósito como una forma de autoprotección mientras lograba procesarla para poder escribirla.
Aunque probablemente, esa omisión…ese silencio fueron un acto de rebeldía y venganza en contra de aquellos que los perseguían. Omitirlos era una manera de quitarles poder y aniquilarlos, porque lo que no se nombra no existe. Por lo menos en su novela ella tenía el control y toda la capacidad para vencer el antisemitismo alemán.
Por aquellos primeros días de julio de 1942, Irene estaba muy lejos de imaginar que en el lapso de los siguientes cuatro meses, su esposo Michel Epstein y ella serían asesinados en un campo de concentración.
La realidad es que estudiosos, críticos literarios y lectores sólo podemos especular de los posibles, por los apuntes que dejó en el cuaderno de su inacabada obra, sabemos que planeaba titular a las siguientes tres partes: Cautiverio, en donde narraría la organización de grupos de resistencia en contra del ejército alemán. Batallas sería la cuarta, y La Paz quinta y última parte de la serie que conformaría el total de su amada novela Suite Francesa,la cual pensaba publicar ella misma al finalizar la guerra.
Sin embargo, su sueño de publicación no se hizo realidad hasta el 2004 (sesenta y cuatro años después de comenzar a escribirla y a 62 años de su muerte), cuando Elizabeth, su hija mayor la publicó.
El cuaderno que contenía Suite Francesa guardado por la propia Irene Némirovsky en una pequeña maleta, acompañó a sus hijas Denise y Elisabeth Epstein (niñas en aquel entonces) no sólo en los dos años que duró su odisea escapando de la persecución nazi, cosa que lograron gracias a Julie su fiel cuidadora, sino que estuvo con ellas el resto de sus longevas vidas. Era como si el espíritu de su madre las protegiera y guiara todo el tiempo desde el interior de aquellas páginas.
La historia de la vida, obra y muerte de esta gran escritora, así como la fascinante historia de realización, conservación y publicación de Suite Francesa son dignas de valorización reconocimiento y difusión, pero también son una increíble fuente de inspiración para la creación de una literatura que rinda homenaje a la memoria, resistencia, resiliencia , y al amor a las letras!
Galilea Libertad Fausto.
Créditos de la ilustración: Club de Lectores.