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lunes, 24 de febrero de 2020

Derrotemos al Militarismo y terminemos con la Violencia de Género



 La cultura del militarismo protege y se basa en sistemas de poder mediante el control y el uso de la violencia para resolver los conflictos económicos, políticos y sociales. El militarismo perpetúa y se basa en modelos patriarcales de dominación política, económica y social de las personas por una élite y privilegia la masculinidad violenta como un comportamiento aceptable. El enfoque en las intersecciones entre la violencia de género y el militarismo, es un esfuerzo para trabajar por un mundo más justo y pacífico.

La interrelación existente entre la edad, la clase, el género, la ubicación geográfica, raza/etnicidad, religión y orientación sexual, entre otras categorías de análisis, orienta la manera en que las mujeres experimentan y responden a la violencia, la desigualdad y la discriminación. También afecta la manera en que las comunidades y los Estados responden dado que las relaciones de estos con las personas están mediadas, en parte, a través de las categorías mencionadas.

Actúa para poner fin a la Violencia de Genero y el Militarismo

Parte integral de un mundo libre de violencia  machista o de género, donde todos sean capaces de vivir sin miedo y que queremos es, en parte, el reconocimiento de la indivisibilidad de los derechos humanos y que los derechos de la mujer son derechos humanos. Dentro de los contextos de las intersecciones de la violencia de género, el militarismo y los derechos económicos y sociales, se han identificado tres áreas prioritarias para este año:

1 Violencia Perpetrada por Agentes Estatales  
A pesar del principio de debida diligencia que demanda que el Estado se haga responsable de respetar, proteger y promover los derechos humanos, los agentes estatales,  a menudo actúan con impunidad y como transgresores de las normas y con frecuencia, no aplican justicia contra los autores de la violencia, especialmente cuando se trata de  sectores  social y económicamente marginados. Alentados por sus posiciones de poder, los actores estatales y no estatales utilizan la violencia y la amenaza de violencia para alcanzar control social, económico y político de individuos y comunidades. Con frecuencia, esta violencia se dirige específicamente hacia las mujeres y, en particular, a los defensores de los derechos humanos (DDHs) como una forma de acallar a través del miedo. Los y las DDH suelen ser víctimas de los agentes estatales y no estatales y se enfrentan a la violencia física y sexual por ser quienes son y por lo qué hacen. A esto se suma la falta de regulación y rendición de cuentas de las empresas transnacionales (ETN), incluidas la industria extractiva, y las compañías militares privadas, que tienen aun más poder para explotar y violar los derechos humanos de los trabajadores, las comunidades indígenas y las poblaciones locales, incluidos los y las defensoras de los derechos humanos.

¿Qué Podemos Hacer?
  • Documentar y difundir todas las situaciones de violaciones contra los defensores de los derechos humanos, periodistas, indígenas y sectores marginados.   
  • Involucrarse con los miembros de la comunidad y con políticos que están dispuestos a escuchar y que trabajan en los ámbitos local, nacional, internacional y otros actores influyentes para hacer de la eliminación de la violencia de género una prioridad y un indicador de  éxito para el desarrollo nacional.
  • Fortalecer y apoyar el trabajo de las y los defensores de derechos humanos y exigir, a través de mecanismos nacionales, regionales e internacionales, responsabilidad hacia los perpetradores de la violencia, sean estos estatales o no.


2  Proliferación de  Armas Cortas en casos de Violencia Doméstica
La violencia machista (VD) es una violación a los derechos humanos que afecta cada sociedad, cultura y comunidad en todo el mundo. Prospera debido a la dependencia económica, las normas sociales de género y políticas inadecuadas. La independencia económica y los cambios transformativos que eliminan la actual aceptación social de la desigualdad de género y la violencia, es necesaria para poner fin a la violencia doméstica. La presencia de armas pequeñas, como las armas de fuego aumentan el riesgo de homicidio en un 41%, pero en circunstancias domésticas y en situaciones de violencia machista,  para las mujeres el riesgo es aún mayor (272%). No debe sorprendernos que los expertos calculen que aproximadamente 900 millones de armas pequeñas están en el mercado mundial, y que las mujeres son de tres a cuatro veces más propensas a ser víctimas de amenazas y muertes en comparación con los hombres. El uso y la proliferación de armas cortas es una extensión de la normalización de la violencia, la masculinidad violenta, y el militarismo. Para poner freno a estos tipos de violencia, la acción debe ir más allá de las palabras, la legislación, o la reforma y debe centrarse en la implementación de la prevención, la protección, la justicia y los servicios para los sobrevivientes.

¿Qué podemos hacer?
  • Apoyar el desarme de los autores de la violencia machista y demandar una regulación más fuerte de las armas pequeñas. Trabajar con las comunidades y los políticos  a cargo para exigir fuertes controles de antecedentes, resguardo de armas, y vincular la violencia doméstica con la eliminación de las armas de los hogares.
  • Fomentar la conversación sobre la violencia machista con la familia, amigos, y miembros de la comunidad a fin de eliminar el estigma, proteger y apoyar a quienes la denuncian.
  • Abogar por mejor formación y respuesta por parte de la policía local para enfrentar adecuadamente la violencia machista.


3  Violencia Sexual Durante y Después de Conflictos
Los enemigos y oportunistas en situaciones de conflicto cometen actos de violencia, especialmente contra mujeres y niñas como una forma de infundir miedo, amenazar, o debilitar al bando contrario y conseguir lo que ellos ven como "botines de guerra". Las diversas formas de violencia sexual son violaciones a los derechos humanos y a la dignidad humana y se utilizan para alimentar los conflictos entre sectores étnicos e ideológicos y por quienes sustentan poder internacional como base para intervenciones y ocupaciones. La violencia sexual tiene género y conlleva un estigma social, que obliga a las mujeres y las niñas a vivir continuamente inseguras con servicios inadecuados y apoyo de la familia, la comunidad y los proveedores de salud y justicia. La responsabilidad de proteger y prevenir la violencia sexual se impone a las mujeres o sus familias y comunidades, mientras que el acto se tolera a menudo como parte de la realidad de la "paz" y de la guerra y la inestabilidad a causa de la sombra del conflicto. El militarismo alimenta actitudes que hacen posible la impunidad de los perpetradores y permite que el sistema de justicia para sea poco estricto en la investigación, enjuiciamiento y sanción de los delitos de violencia sexual. Los procesos de desarme, desmovilización y reintegración deben abordar también a las mujeres y niñas forzadas a la esclavitud sexual y la guerra, y los mecanismos de prevención, de protección y de justicia deben incluir la experiencia de las mujeres.

¿Qué podemos hacer?
  • Crear conciencia local e internacional escribiendo y hablando sobre la presencia y el estigma de la violencia sexual o utiliza tus habilidades para realzar el sentido de urgencia en torno a la violencia sexual en tu comunidad.
  • Alentar a los políticos para hacer frente al delito de la violencia sexual en los conflictos y priorizar su prevención, la protección y los mecanismos de justicia locales, nacionales e internacionales y el liderazgo de las mujeres en procesos de paz.
  • Trabajar con hombres y niños que creen en la igualdad de género para poner fin a la violencia de género en los conflictos y trabajar junto a ellos para involucrar a sus compañeros en la erradicación de la violencia sexual y por motivos de género.



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