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domingo, 10 de junio de 2018

Libano y los derechos de las mujeres


Líbano es un ejemplo de convivencia religiosa donde 18 confesiones comparten historia, lengua y economía. Sin embargo, las mujeres viven en mundos paralelos en lo que atañe al estatuto personal. El sistema sectario que rige la política del país dicta que el Presidente ha de ser cristiano, el primer ministro musulmán suní, y el portavoz del parlamento musulmán chií. En consonancia, las cortes religiosas legislan la intimidad de 4,5 millones de habitantes. Algo que crea desigualdades entre las libanesas discriminadas en las 18 versiones de la ley a la hora de solicitar un divorcio.


“Tuve que renunciar a toda compensación económica para poder deshacerme de él”, dice Rania, musulmana suní de 28, madre de dos menores y víctima de malos tratos durante los ocho años que duró su matrimonio. “Los derechos son desiguales porque las diversas confesiones otorgan roles diferentes a hombres y mujeres en la sociedad y en la familia”, explica Youmna Makhlouf, miembro de la ONG libanesa Legal Agenda. El informe intitulado Desiguales y desprotegidas, publicado en 2015 por la organización Human Rights Watch, compila las diferencias legales. Las musulmanas tendrán más opciones para solicitar un divorcio que las cristianas. En todas las religiones, excepto en la cristiana, los hombres pueden solicitar unilateralmente el divorcio.



Solo aquellas musulmanas o drusas que hayan insertado, con el consentimiento de su futuro esposo, una cláusula en el contrato matrimonial sobre el derecho unilateral al divorcio (Isma en árabe), podrán solicitarlo ante las cortes religiosas. Debido a la presión social y a la reticencia religiosa, apenas un 3% de los contratos matrimoniales incluyen esta cláusula. Sin el isma, toda libanesa queda sujeta a la discrecionalidad del religioso de turno. “Realidad que disuade a una mayoría de mujeres económicamente dependientes. Las que deciden continuar con el proceso, afrontan un mínimo de dos a tres años de separación para, con suerte, obtener después la anulación del matrimonio”, dice Makhlouf.

En cuanto a los cristianos libaneses, la legislación es la más estricta para tanto hombres como mujeres donde obtener el divorcio puede resultar misión imposible. Una barrera que tan solo ellos pueden sortear. “Hay libaneses que optan por convertirse al islam, confesión en la que pueden contraer hasta cuatro matrimonios simultáneos. Algo que las mujeres cristianas no pueden hacer”, matiza Makhlouf. La disparidad legal también afecta a la obtención de la custodia de los hijos, que se asigna a la madre hasta que estos cumplan dos o 14 años, según la confesión y el sexo del menor. Las pensiones o reparto de bienes son otra de las batallas donde las libanesas tienen todas las papeletas para perder. El mahr (suerte de dote especificada en el contrato matrimonial) junto con tres meses de pensión serán todo lo que obtengan. El exmarido de Rania cifró en una moneda de oro el mahr que esta recibiría en caso de poner fin al matrimonio. Lo que equivale a 200 euros.
Beirut 8 MAR 2017










Según el informe de Amnistia Internacional :
 Las mujeres seguían sometidas a leyes sobre la condición jurídica de las personas que mantenían disposiciones discriminatorias relativas al matrimonio, el divorcio, la custodia de los hijos e hijas y la herencia. La ley sobre nacionalidad continuaba impidiendo que las libanesas casadas con extranjeros transmitieran su nacionalidad a sus hijos e hijas. La misma ley no se aplicaba a los libaneses casados con extranjeras. Las mujeres seguían sin estar protegidas de la violación conyugal, no penalizada por la Ley de Protección de las Mujeres y los Miembros de las Familias de la Violencia Intrafamiliar de 2013. Esta ley se aplicó en 2016 para enjuiciar a los esposos de Roula Yaacoub y Manal Assi, muertas a golpes a manos de sus cónyuges en 2013 y 2014, respectivamente; el segundo fue condenado a muerte, pero en julio se le conmutó la pena por cinco años de prisión. Las mujeres refugiadas sirias y palestinas procedentes de Siria corrían el riesgo de sufrir abusos graves contra los derechos humanos, incluidos violencia de género, explotación y acoso sexual, especialmente en lugares públicos. Las refugiadas cabeza de familia estaban especialmente expuestas a sufrir acoso de hombres si no residían con familiares varones adultos. Muchas mujeres refugiadas de Siria carecían de permisos de residencia válidos y, como consecuencia, temían denunciar el acoso sexual u otros abusos a las autoridades libanesas

 Los trabajadores y trabajadoras migrantes estaban excluidos de la protección que ofrecía la Ley del Trabajo, lo que los dejaba expuestos a sufrir explotación laboral y abusos físicos, sexuales y psicológicos de sus empleadores. En especial seguían estando en situación de riesgo las personas migrantes empleadas en el servicio doméstico, en su mayoría mujeres, debido al sistema de patrocinio laboral kafala, que las mantenía atadas a sus empleadores




https://elordenmundial.com/2015/08/02/el-sistema-confesional-de-beirut-y-las-mujeres/

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