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lunes, 24 de noviembre de 2025

En el 25N: análisis de la realidad más allá de la ficción

 


El cuento de la criada escrito magistral y premonitoriamente por Margaret Atwood en 1985, adquiere una escalofriante mayor relevancia en el violento y retrógrada contexto político que estamos viviendo a nivel global. Su lectura, relectura y análisis en el marco de la conmemoración del Día Internacional contra la Violencia de Género, es más que oportuna, necesaria.

Cabe mencionar que desde hace algunos años, la imagen de las criadas de esta ficción real, se ha convertido en un poderoso símbolo en protestas feministas,especialmente contra la erosión de los derechos sexuales y reproductivos, los vientres de alquiler, y demás violencias hacia las mujeres.

En diferentes ocasiones en algunas partes del mundo, un gran número de manifestantes han portado los largos uniformes rojos y las cofias blancas de estas criadas, para simbolizar la lucha contra la cosificación del cuerpo femenino, y la opresión institucionalizada.

El cuento de la criada es mucho más que una novela distópica, es una advertencia sobre lo frágiles que son los derechos de las mujeres cuando el poder político y el poder religioso se entrelazan para controlar sus cuerpos y callar sus voces. Gilead, la república ficticia de la historia es el resultado extremo de un patriarcado institucionalizado. 

Con una mirada feminista, el libro denuncia la pérdida de autonomía como la forma más profunda de opresión. Las mujeres en Gilead no poseen nombre propio, no tienen derecho a leer, a decidir sobre su maternidad ni a elegir su destino. Su valor social se mide por su capacidad reproductiva.

Cuando Atwood publicó esta obra hace cuarenta años, advirtió que no inventó nada; cada  castigo, cada restricción y cada símbolo en Gilead tiene un antecedente real en la historia de la humanidad y más específicamente, en la historia de la vida de las mujeres. La ficción se convierte así en un espejo perturbador de prácticas del pasado, del presente y del futuro que ya está aquí.

El cuerpo femenino en la novela es un territorio colonizado, las criadas son utilizadas como vientres al servicio de la clase dominante. Esta apropiación del cuerpo es una metáfora de cómo las mujeres a lo largo del tiempo, han sido despojadas de la soberanía sobre sí mismas.

Si observamos el mundo actual, la distancia entre Gilead y la realidad se acorta, en Afganistán, por ejemplo, las mujeres han sido expulsadas del espacio público bajo el régimen talibán que no les permite estudiar, trabajar ni desplazarse sin permiso y sin un acompañante masculino, son obligadas a cubrirse cabeza cara y cuerpo con excepción de los ojos o de un ojo mejor dicho.. La segregación femenina es prácticamente total.

En cuanto a Irán, ahí las protestas encabezadas por mujeres tras la muerte de Mahsa Amini revelan otro tipo de control patriarcal, el del cuerpo a través del velo obligatorio y la vigilancia moral. La represión estatal de estas voces nos recuerda los castigos públicos en Gilead contra quienes desobedecen la ley.

Por otro lado, en Arabia Saudita aunque existen avances en derechos civiles, la tutela masculina aún restringe la plena libertad de las mujeres, su “independencia” sigue a expensas del consentimiento de los hombres, lo que demuestra que el poder patriarcal puede modernizar su rostro, pero no cambia su esencia.

Poniendo la mirada en América Latina, vemos a países como El Salvador y Nicaragua manteniendo leyes que prohíben el aborto incluso en casos de violación o riesgo de vida. En estas naciones las mujeres son obligadas a parir, como las criadas de Gilead, bajo un discurso religioso que convierte la maternidad en mandato moral.

Y hacia el norte en Estados Unidos, la revocación del fallo Roe v. Wade en 2022  marcó un retroceso histórico. En muchos estados se regresó a la penalización del aborto, con lo cual las mujeres perdieron el derecho a decidir sobre su propio cuerpo. Lo que Margaret Atwood presentó en 1985 como una advertencia, se ha vuelto una realidad jurídica.

Con estos y otros retrocesos, El cuento de la criada nos recuerda que los derechos conquistados por el feminismo no son permanentes. La vigilancia sobre los logros obtenidos, el entendimiento de que la libertad de las mujeres sigue siendo un terreno en disputa, la resistencia, y la memoria feminista son nuestras mejores armas contra la regresión y el aumento de la violencia de género. Atwood no escribió una profecía, escribió un mapa para recorrer los caminos y reconocer las señales de alarma.

Detectemos  los signos de peligro que anuncian el  despeñadero político y social hacia el que la humanidad se está encaminando a pasos agigantados, y actuemos en consecuencia ahora que todavía estamos a tiempo!

Galilea Libertad Fausto.


Créditos de la ilustración a quien corresponda.

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