El movimiento feminista actual se encuentra en tal punto de diversificación y expansión geográfica, pero también de controversia, confusión y desprestigio; que se hace necesario repensarlo desde su interior, desde su propia teoría y desde la disposición política a la autocrítica. Ya que como afirma la escritora y profesora norteamericana Roxane Gay, “el feminismo antes de todo es un movimiento humano”, y como tal es imperfecto.
Existe un discurso académico y de calle reforzado por los diferentes medios de comunicación incluyendo las redes sociales, que pretende dictaminar arbitrariamente lo que desde su perspectiva es el feminismo. Por principio de cuentas no es uno, son diversos feminismos. Estamos en un momento histórico político y filosófico en que individual y colectivamente, necesitamos reflexionar y aceptar que existen diversas subjetividades, muchas diferentes formas de ser mujer y de conceptualizar lo femenino y lo masculino.
Sin embargo y por desgracia, actualmente el diálogo y el sano debate está siendo cada vez más un cliché que suena políticamente correcto, que una práctica verdadera. Las discrepancias respetuosas entre feministas no abundan y menos en el terreno digital, la realidad es que hay luchas dentro de la propia lucha…la teoría versus la realidad.
Con todo y todo, bien podemos dar un giro completo a las cosas si pensamos que la pluralidad y la diversidad filosófica y política del feminismo, que las múltiples miradas desde diferentes campos son factores de enriquecimiento que lo potencian en cada una de sus ramificaciones, que ayudan a sumar y no a restar. La dualidad y la pluralidad no tienen porqué ser o verse como algo negativo.
Mí reflexión teórica y ética del estado actual de una buena parte del activismo feminista, no pretende menospreciar ni ofender a nadie y tampoco intenta autoproclamarse como una verdad única, por el contrario, aspira a provocar el autoanálisis de cada quien para generar puntos de convergencia en pos de objetivos comunes respetando siempre las diversas particularidades de cada mujer y del tipo de feminismo al que pertenece.
El discurso feminista de hoy en día necesita revisar que tan vertical u horizontal es su propia estructura, por ejemplo, no puede ser que se siga considerando que el auténtico debate feminista sólo es el que surge de mujeres blancas académicas de izquierda. Las mujeres de cualquier inclinación política o sin ella, las de las minorías y las de las periferias también son seres pensantes que pueden aportar perspectivas y propuestas válidas útiles y aplicables.
Recordemos que el feminismo en cada una de sus diversidades es un organismo vivo, no es estático,no es monolítico, no es un monopolio y no es una jerarquía; es y debe seguir siendo un movimiento amplio y democrático. Como feministas necesitamos practicar más la solidaridad femenina desde la validación y reconocimiento de la otra, despojándonos de esa cuota de misoginia interiorizada, clasismo y racismo que reconociéndolo o no, todas tenemos como resultado del modelo patriarcal en que hemos sido formadas. Y aquí hago un llamado a la genuina solidaridad racial desde la empatía.
En esta misma línea de rechazo es que surge la tendencia individual y masiva a la llamada fiscalización feminista, esa costumbre de pretender dictaminar cuáles tipos de feminismo son válidos y cuáles no, de juzgar quién es y quién no es una verdadera feminista, y de uniformar la experiencia de ser mujer sin tomar en cuenta la importancia de la interseccionalidad. La categoría mujer es profundamente diversa en cuanto que está atravesada por la raza, la clase, la nacionalidad, la orientación sexual, y la discapacidad. En materia de las opresiones carencias y necesidades de las mujeres, no se puede generalizar.
La fiscalización feminista no hace otra cosa que perpetuar dinámicas patriarcales y por ende violentas sobre otras mujeres.
Otros factores adversos a la buena imagen, acercamiento y abrace de la filosofía feminista por parte de muchas mujeres (y hombres) son: la versión distorsionada y superficial que existe de ésta, difundida por personas que carecen totalmente de su conocimiento, la mercantilización de las palabras feminismo y feminista, la comercialización y abuso del término empoderamiento femenino.
Así de perjudicial es también, la tendencia personal y social de tomar a una fisura, una errónea conducta feminista o supuestamente feminista, y en base a esa falla generalizar definiendo equivocadamente a partir de ahí, lo que es el feminismo y lo que somos las feministas.
Es mucho más que todo lo anterior, lo que cada uno de los feminismos y de los activismos tenemos para reflexionar, pero algo que en mi opinión es fundamental, es la importancia de desfeminizar y descentralizar la enseñanza de la filosofía eminista abriéndola y expandiéndola a los hombres, y con esto no me refiero a renunciar a la privacidad y seguridad femenina de los círculos de mujeres, los grupos de apoyo, seminarios de emprendimiento y liderazgo, conferencias, talleres y otros espacios diseñados por y para mujeres; sino que hablo de abandonar la mentalidad mujerista que nos dice que no es nuestra responsabilidad enseñar feminismo a los hombres.
Quién mejor que nosotras que somos las más afectadas y por lo tanto las más interesadas en un cambio real, (además expertas en la materia) para educar en igualdad a nuestros niños, quién mejor que nosotras para compartir con los jóvenes y hombres adultos que nos rodean nuestros conocimientos sobre la historia del feminismo y sus objetivos reales. Hablarles, mostrarles la otra cara de la moneda los y nos ayudará a que paulatinamente reconozcan lo que les afecta a ellos también el patriarcado y el machismo. Del mismo modo hará que vayan eliminando la ansiedad y desconfianza que históricamente les ha producido la libertad de las mujeres. Su aprendizaje acerca de las enormes ganancias que tiene la igualdad, la equidad y la no violencia de género, es un ganar ganar para ambos sexos.
Si no estamos dispuestas a converger en espacios mixtos de enseñanza y aprendizaje feminista, entonces el proceso de la deconstrucción del sistema patriarcal, la eliminación de la misoginia y el machismo será muchísimo más largo y difícil.
Los feminismos, pero también las feministas como parte de un movimiento que busca libertad e igualdad tenemos que ser plurales e incluyentes, si es que aspiramos a la construcción de una verdadera democracia!.
Galilea Libertad Fausto.
Créditos de la ilustración a quien corresponda.
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