"Cuidando el fuego" de IRIS ALDEGANI GRINCHPUN pintora argentina residente en México desde 1976 |
Una adolescente de 15 años, tiene relaciones sexuales con su primer
novio de 16, primeras para los dos y no se cuidan, o sí, a veces con
preservativo, otras nada. Queda embarazada, lo dos deciden abortar y se hace el
aborto sobre el cuerpo de ella con dinero de la familia de los dos. No hay
dolor, no hay culpa, sólo decisión.
Pasan los años. A los 22, la adolescente se casa con otro hombre y
como los secuestran, tienen que irse del país antes de resolver sus problemas
sexuales. Sin embargo, continúan el vínculo intentando un embarazo
infructuosamente, con tratamientos y sin éxito. Luego, él se “acepta, enamora y
blanquea” su homosexualidad, algo que “provocaba” aquéllos “problemas sexuales”
del comienzo y la “infertilidad” posterior. Ella lo acepta porque entiende que
así, él es más feliz. Pero igual se siente usada y engañada. Sí hay dolor,
aunque ambos se entienden mucho mejor después de esto. Se queda con su deseo de
ser madre. Y con bastantes relaciones informales.
Llega a sus 27 años, tiene una relación con alguien casado y a
quien no quería, está en el último año de la universidad y en un país donde el
aborto es legal. Se lo hace y le informa. Está todo claro, no es un vínculo
importante como para unirse de por vida a través de un hijo/a común. Y además,
quiere recibirse primero. No hay dolor, no hay culpa, sólo decisión.
Tiene otra relación importante con amor y deseos de continuarla,
pero él elige seguir con su esposa embarazada que sí, se saca el DIU sin
decírselo y se queda embarazada para separarlo de la joven de nuestra historia.
Por eso, por otros compromisos laborales y políticos, él desaparece un día y
ella no sabe nada más de él. Otra vez el dolor, la tristeza, la soledad. La
decisión.
A los dos años, una noche muy tarde, este mismo hombre bien casado,
golpea a la puerta de nuestra joven, le dice que si bien terminó su doctorado e
hizo carrera política y además, ya su hija tiene dos años, él la sigue amando y
deseando verla y abrazarla. Lo hacen y esa noche se aman mucho, apasionadamente
y sin protección. Ella queda embarazada. Ya se recibió también, ya sabe que sus
dificultades para formar pareja serán bastante estables, ya tiene más de 29
años. Piensa en sus dos abortos, en su proyecto de maternidad tantas veces
anhelado y en el hombre que los vincularía a través de este embarazo. Se lo
comunica a él, quien dice que un embarazo es un proyecto de dos, que él no lo
desea y que no tiene seguridad de que sea de él, que no se hará cargo de nada.
Ella decide seguir adelante, con el embarazo y con el hijo. Se va de ese país a
otro para tenerlo, quererlo, ponerle su apellido, cuidarlo y
educarlo.
El niño crece conociendo toda la historia y conociendo también
quién es su padre socialmente. Alguien que, en su país tiene un prestigio, dos
hijos, una familia, una posición moral y política que lleva adelante en sus
libros y clases por toda Latinoamérica. El hijo no crece odiándole, más bien,
deseando conocerle algún día.
La joven, mujer ya de 36, forma pareja con otro hombre que tiene
dos hijos de una pareja anterior a quienes ama y cuida mucho. Ella cree que al
suyo lo querrá igual y fantasea que hasta podrían tener uno en común. Gran
familia gran. Pero no es así. Crecen juntos los tres niños, pero no como
hermanos, la pareja unida entre sí, pero cada quien con sus y su hijo. No hay
hijo o hija en común y el tiempo pasa haciéndose todos grandes. Cuando el hijo
de la joven mujer cumple 16 años, lo acompañan a conocer a su padre biológico
hasta ese país desde el cual no se puede enviar dinero para la mantención y por
eso, la mujer nunca hace un reclamo legal. Van los tres, la madre, el hijo y la
pareja de la madre, que sí acompaña en ese momento como puede la situación.
Antes de llegar por sorpresa, practican mucho roll-playing sobre las diferentes
posibilidades de aceptación o rechazo. Todo sucede bien, se aceptan, se conocen,
hasta se abrazan. El padre biológico pide ADN, por insistencia de su esposa,
aunque nadie tiene alguna duda, el hijo, ya adolescente, es exactamente igual a
él. Pasa el tiempo y cada uno en su país, ya con internet, pero con una
comunicación cada vez más espaciada.
En el 2002 el joven de 20 años, regresa al país donde había nacido
porque en donde vive con su madre y la pareja de ésta, sólo se escucha “que se
vayan todos”. En su país de nacimiento, se encuentra con una parte de su
identidad, al menos no es “extranjero”. Decide quedarse y facebook mediante, un
día una joven dos años mayor que él, lo encuentra y le dice que es su “hermana
mayor”. Tienen contacto por un tiempo y el padre de ambos comienza a comunicarse
un poco más con ese hijo que lo admira y desea desde la lejanía y la fantasía,
pero de quien se siente rechazado, quién lo diría, una persona tan cabal e
importante, tan buen padre con sus otros hijos. Sí, él anhela la aceptación,
pero empieza a elegir cuándo y cómo contactarse con ese padre mudo para él. La
pareja de su madre no ocupa el lugar de padre que siempre está en algún rincón
del mundo o de su ser...
Cuando el hijo tiene 30 años, ese padre lejano da unas clases en el país donde el hijo vive y se encuentran cafés mediante, durante seis horas, se reconocen, se miran tan parecidos, quedan en contacto, pero aun así, el vínculo no prospera. El hijo habla mucho de este tema con su madre y varios terapeutas, ella interviene un tiempo. Luego deja que ambos dos, decidan qué relación quieren tener. El hijo está un poco enojado con el padre, porque él intenta acercarse y ahora, es el hijo quien no lo quiere y desea manejar los tiempos. Quizás logren o quizás no, construir el vínculo.
Pero lo más seguro, es que el hijo, será un buen padre. O mejor
dicho, un padre presente y deseante. Algo aprendió.
Al padre lejano, le explota el corazón porque él no sabe cómo
abrirlo. Todavía espera que le suceda algo.
Al padre que no puede ser padre más que de sus hijos, se le estruja
la piel, pero no puede.
La madre, 61 años ahora, aún sigue preguntándose ¿quién es madre
sola?, ¿sola de qué?, ¿cuándo y quién elige?, ¿qué se elige?, ¿para qué sí?,
¿para qué no?, ¿quién puede y quién no?, ¿quién puede qué?, ¿quién quiere qué? o
¿cómo se hace algo bien o algo mal?
Intenta contestarse con esto:
historia del vuelo fecundo o brandenburg
nº1
hubo un hombre
que por ser estrictamente fiel a la verdad y a otras
cosas
perdió el minuto de su amada
a ella se le hizo agua la noche en un jardín de
mentiras
él se quedó con su paloma y mucho más
las cortinas cayeron y no vale recordar cuánto
pesaron
una noche que no era de agua
llegó a dibujarla con capricho de almanaque
viejo
se le estaba olvidando su rostro
y ella -habitual desmemoriada de
rencores-
fue modelo del dibujante nocturno
aunque no le hubiese devuelto su
paloma
otra vez los juegos de palabras y
tiempo
hasta que llegó una
blanca-purísima-paloma-de-verdad
regresó él bajo otra forma a ya no
irse
mientras ella hacía el duelo de la
historia
cortó un ala de la paloma
pero la pobre no comía y pidió compasión a su
blancura
pasaron los días reglamentarios a todos los
conjuros
y con las alas cortadas y tres deseos
partió dejando lo irreversible del nunca más y del
ahora
él se quedó con su espada
y ella con la libertad de la paloma
a la que nunca traicionó
Todos los personajes de estas historias son imaginarios, cualquier
semejanza con mi vida, es pura casualidad.
SILVIA LEONOR POLIAKOFF
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