Es innegable que estamos en un momento de fuertes marejadas feministas, de movimientos tumultuosos, vivos, críticos, radicales y creativos empujados por sucesivas generaciones de mujeres jóvenes que responden a nuevas formas de sentir, percibir y reaccionar ante una realidad, propia y colectiva, injusta y dolorosa.
Una de estas marejadas puso el foco en la diversidad y la subjetividad, en las nuevas políticas de representación sexual, de los cuerpos y las sexualidades, de lesbianas y transexuales, y en la crítica al binarismo de las identidades impuestas. Así se expresó en las Jornadas Feministas de Granada en 2009 organizadas por la “Coordinadora estatal de organizaciones feministas”.
Otra oleada centra su análisis en las nuevas resistencias ante los devastadores efectos de la crisis sistémica que precariza la vida en todas sus dimensiones, y que tan creativamente se teatralizó en la “pasarela de la precariedad” el domingo 16 de marzo en Madrid. La propia crisis ha animado otro movimiento en el que la crítica a la economía política y las luchas anticapitalistas han recobrado nueva centralidad. Y los embites del neoliberalismo han convertido el derecho al aborto en catalizador de la revuelta contra el intento de deshacer lo que el feminismo había conseguido: la legitimidad de las diversas formas de sentir y expresar el cuerpo y la maternidad o no maternidad.
Vivimos tiempos de análisis radicales, en el sentido más literal del término, para avanzar en proyectos emancipadores, y en los que es imprescindible un feminismo crítico que busca relacionar todas estas manifestaciones de opresión, donde los análisis anticapitalistas no puedan estar desligados de los de género, de la crítica al heteropatriarcado y al racismo. Donde hay urgencia por responder ante una situación que vuelve a marcar inequívocamente (por si alguien se había despistado) las diferencias de género y las relaciones de poder patriarcal (entre otros) como elementos estructurales de este modelo social. El resultado es la suma de viejos y nuevos temas del feminismo, la reformulación de muchos otros y, desde mi punto de vista, la vigencia de todos ellos
Estas marejadas de mujeres suponen la emergencia de nuevos discursos y prácticas políticas. ¿Debates y diferencias intergeneracionales? bienvenidas sean, (también los intra-generacionales) porque es la prueba de que el feminismo es un movimiento vivo, potente y conectado entre generaciones Un movimiento con fuerza para conseguir cambios concretos en la situación de las mujeres y una propuesta de transformación necesariamente radical, si quiere ser justa, que obliga a transitar por las familias, la escuela, las leyes, el modelo sexual, las relaciones personales, la subjetividad, la economía, las estructuras sociales, culturales y políticas.
Si estas diversas y múltiples expresiones feministas se dan en procesos colectivos se transforman en fuertes complicidades y fortalezas. El movimiento feminista no tiene un acta fundacional ni unas madres o abuelas fundadoras supuestamente poseedoras de la verdad, ni por tanto unas hijas o nietas que se la tengan que arrebatar. Es a partir de la propia acción y de los procesos colectivos que se generan como se redefine la acción política, los discursos, las representaciones simbólicas que sustentan la lucha feminista antagonista.
No existe una única forma de analizar y expresar las opresiones de las mujeres. Y si el feminismo aspira a ser un movimiento crítico no queda otra que situarse en permanente confrontación con la realidad y con la propia evolución interna del movimiento, de interrogar a la sociedad y a nosotras mismas sobre lo que somos, sobre el mundo que nos rodea y sobre en qué mundo queremos vivir todas y todos.
En este recorrido se construyen genealogías feministas imprescindibles para nuestra historia y nuestro movimiento. Una genealogía que tanto valora mi generación huérfana, a quien la dictadura usurpó el legado de las mujeres que nos precedieron en la lucha y en cuya recuperación seguimos comprometidas.
Justa Montero
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