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domingo, 29 de abril de 2018

¿Qué encubre el derecho a la vida?

                                    


Los reiterados argumentos para negarse a reconocer que las mujeres tenemos el derecho a decidir sobre nuestro cuerpo, amerita agregar una nueva reflexión sobre el tema.
Las que abogamos por el derecho al aborto, legal, seguro y gratuito, defendemos la vida de miles de mujeres que mueren por realizarse un aborto clandestino. Hace varios años que la consigna educación sexual para decidir, anticonceptivos para no abortar y aborto legal para no morir fue reclamada desde los Encuentros Nacionales de Mujeres. Aplaudimos la Ley de Educación sexual y procreación responsable y lamentamos que haya quedado en los papeles por falta de una verdadera política pública desde los ámbitos de educación y salud.
¿Qué encubre el derecho a decidir con el derecho a reprimir-oprimir?
El rol materno asumido y adjudicado como tarea principal tiene una vieja historia, argumentado de múltiples maneras, como el instinto maternal, el instinto de servicio para justificar tareas de enfermerías y docentes, etc.
Simone de Beauvoir  (1949) hablaba de una razón profunda:
Desde la antigüedad prácticas anticonceptivas, generalmente para el uso de las mujeres: pociones, supositorios, tampones vaginales; pero eran un secreto de las prostitutas y los médicos, quizá el secreto fuera conocido por las romanas de la decadencia, a las que los satíricos reprochan su esterilidad. Sin embargo “La razón profunda  que en el origen de la historia consagra a la mujer al trabajo doméstico y le impide que tome parte en la construcción del mundo es su sometimiento a la función generadora. Entre las hembras animales existe un ritmo del celo y de las estaciones  que economiza sus fuerzas; por el contrario, entre la pubertad y la menopausia la naturaleza no limita las capacidades de gestación de la mujer. Algunas civilizaciones prohíben las uniones precoces; se suelen citar las tribus indias en las que se exige un reposo de al menos dos años para las mujeres entre cada parto; pero en su conjunto, durante muchos siglos la fecundidad femenina no se ha regulado. Existen o, la Edad Media las ignoró; no encontramos indicio alguno de ellas hasta el siglo XVIII”.

Remitiéndonos a aspectos históricos, es importante tener en cuenta en el paso del derecho materno al paterno: mientras la producción de medios de subsistencia se hallaba aún en los estadios inferiores y sólo satisfacía deseos muy simples, la actividad del hombre y la mujer era esencialmente la misma. Pero con la creciente división del trabajo no sólo aparece la separación de los trabajos, sino también la del oficio. La pesca, la caza, la ganadería, la agricultura, requieren conocimientos especiales y en mayor medida aún la fabricación de herramientas y aperos[1] que pasaron a ser preferentemente propiedad de los hombres. El hombre, que ocupaba el primer plano en esta evolución se convirtió en el verdadero señor y propietario de estas fuentes de riqueza.
Simone de Beauvoir  afirma
La maternidad relegaba a la mujer a una posición particular y estuvo en el origen de una división del trabajo que se basaba en la división de los sexos. Los hombres participaban de las expediciones guerreras, arriesgando su vida, por esta razón en “la humanidad la superioridad no la tiene el sexo que engendra sino el que mata.
A finales del siglo XIX, August Bebel, en un estudio histórico sobre la opresión de las mujeres sostenía que existe una correspondencia particularmente estrecha y orgánica entre la participación de la mujer en la producción y su situación en la sociedad y que el orden estatal, tenía diversas expresiones según la cultura de la que procedían. Veamos algunos ejemplos que señalaba:
 Los judíos actuaron de modo opuesto a los hábitos de los romanos de la época imperial en el sentido de dejar que cada vez aumentasen más el celibato y la falta de hijos. La mujer judía no tenía derecho a elegir, el padre decidía quién iba a ser su marido, pero el matrimonio era un deber que ella cumplía fielmente. El Talmud aconseja lo siguiente: “Cuando tu hija alcance la edad casadera, regálale la libertad a uno de tus esclavos y cásala con él”. Cumplían el mandamiento: “Fructificad y multiplicaos”.
La conquista del reino judío y de Jerusalén por los romanos tuvo por consecuencia la destrucción de la independencia nacional y engendró entre las sectas ascéticas de aquel país  que predicaban  el advenimiento de un nuevo reino que, que traería la libertad y la felicidad para todos.
Esta oposición al reino romano la encarnó Cristo y luego surgió el cristianismo. Como provenía del judaísmo, que sólo conocía la falta de derechos de la mujer y presa de la noción bíblica de que ella era la causante de todo mal, predicaba el desprecio de la mujer, la abstinencia y la destrucción de la carne, que tanto pecaba en aquellos tiempos, indicando con sus expresiones de doble sentido un reino futuro que unos interpretaban como  celestial y otros como terrenal que traería justicia y libertad.
Se reconoce el papel de las mujeres en el proselitismo del cristianismo, esperando su liberación. Algunos ejemplos: Fue Clotilde la que indujo a Clodoveo, rey de los francos, a que aceptase el cristianismo. Fueron Berta, reina de Kent y Gisela, reina de Hungría, las que introdujeron el cristianismo en sus países.
Sin embargo el cristianismo expresa en su doctrina el mismo desprecio que las otras religiones, pues éste le ordena ser la sierva obediente del hombre y prometerle obediencia en el altar.
Los sectores conservadores avalan esta doctrina y sus comentarios no contemplan en ningún momento a los seres humanos en sus condiciones de vida concretas.
La propuesta del aborto legal, seguro y gratuito, forma parte de una vasta experiencia de luchas del movimiento de mujeres y su intensificación en estos últimos años, para enfrentar problemas como la violencia doméstica, la trata de personas, los derechos sexuales y reproductivos, el acoso sexual y por la igualdad de oportunidades en el ámbito laboral.
 La particularidad de este año, fue la consigna del 8 de marzo:
 Basta de ajuste y despidos. Aborto legal ya

El “derecho a la vida”, como proponen los sectores conservadores se transforma en “derecho a la muerte”, ante la negativa a prevenir la muerte de mujeres por aborto clandestino.
Para concluir, reconocemos una historia de dominación, sometimiento y resistencias de distinto orden. A la opresión siempre se opuso la rebelión. La lucha constante del movimiento de mujeres, es parte del sentir y pensar de miles de personas que desean subvertir el orden establecido.
                                     Ester Kandel           20 de abril de 2018   



Bibliografía
Bebel, August, La mujer en la sociedad, Pasado y presente, Ediciones Estudio, 1981.

Engels, Federico. Origen de la familia, la propiedad privada y el Estado, Editorial Claridad, 1974.
Kandel, Ester, Herencia, matrimonio, familia y maternidad, Parte I y II, Argenpress, octubre-noviembre, 2013
Simone de Beauvoir, El segundo sexo- V. 1 – Los hechos y los mitos, Ediciones Gallimard, 1999



[1] Conjunto de instrumentos y accesorios que se colocan sobre un caballo para montarlo.

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