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miércoles, 14 de octubre de 2020

Críticas feministas al positivismo 4/10



El feminismo -como algunos otros planteamientos críticos, por ej. el paradigma de la complejidad- rechaza muchas de las ideas del positivismo, especialmente la idea de que es posible alcanzar un conocimiento objetivo de los fenómenos estudiados, que el modelo experimental lineal causa-efecto es la panacea del conocimiento, que la ciencia es neutra y libre de valores, o que la predicción y el control de los fenómenos naturales sea el objetivo científico fundamental.


En gran medida, el planteamiento metodológico feminista coincide con las críticas post-positivistas al método científico tradicional relativas a que el conocimiento incluye irrevocablemente a la persona que investiga, a que los métodos han de ser contextuales, inclusivos, experimentales y comprometidos -incluyendo no solo los sucesos, sino también la experiencia que suponen y las emociones que suscitan-, a que el objetivo de la investigación debe ser socialmente relevante y a que la realidad -y el conocimiento que tenemos de ella- se construye en una relación mutua entre sujeto y objeto en la que el entorno juega un papel primordial.


Pero además, la perspectiva feminista va más allá en su empeño por desentrañar sesgos -que escapan a veces incluso a muchos de los trabajos que se consideran realizados desde la perspectiva de género y que se limitan a desagregar los datos por sexo, sin buscar explicación ni solución alguna a las desigualdades-, pues su disconformidad fundamental con los planteamientos positivistas y post-positivistas, es que estos han sido ciegos al sexo.


No obstante, para comenzar a acotar la perspectiva feminista, seguiremos a Marta González11, que haciéndose eco de otras muchas investigadoras, resume en tres las críticas esenciales a las epistemologías tradicionales:


1. Crítica al sujeto incondicionado


2. Crítica a la objetividad del conocimiento


3. Crítica a la neutralidad valorativa de la ciencia


Críticas que conducen a las epistemólogas feministas a proponer sus correspondientes alternativas: por un lado reconocen la relevancia del sujeto que construye la ciencia, por otro el carácter situado y contextual del saber y finalmente, el papel de las relaciones de poder sobre la construcción y utilización del conocimiento.


El reconocimiento de la relevancia del sujeto de la investigación hace que al feminismo, en aras de la corrección de este sesgo se plantee, bien sustituirlo, bien multiplicarlo (Longino, 1993)12.


1. Entre las estrategias que abogan por el cambio de sujeto, encontramos el empirismo feminista de los años 70 y 80 del siglo XX que en alguna medida comparte la idea tradicional de un sujeto incondicionado, creyendo ingenuamente resolver el problema denunciando su carácter ideológico frente a la "buena ciencia", la teoría del punto de vista que aboga por un cambio en la posición social preponderante del sujeto epistémico masculino tradicional, o el enfoque psicodinámico de Evelyn Fox Keller, que interpreta los sesgos como resultado del proceso psicológico de individuación que es distinto para varones y mujeres, facilitando en ellos -al no poder identificarse con la madre- la separación entre sujeto/objeto, mientras que ellas no necesitan este distanciamiento.


2. Entre quienes abogan por ampliar los sujetos de investigación se encuentran algunas propuesta postmodernistas ya de los 90, pero sobre todo las que podemos llamar epistemologías sociales, que parten de la idea de que la construcción del conocimiento no puede ser -si pretende no caer en sesgos- una tarea individual, siendo mas bien una empresa social entre sujetos que en continua interacción, modifican sus observaciones, sus teoría, sus hipótesis, sus interpretaciones... Tal es el caso del empirismo feminista contextual de Helen Longino, que responde también al situarlo, a la crítica a la objetividad y a la neutralidad del conocimiento, abandonando el individualismo por un enfoque social intersubjetivo, con lo que el conocimiento científico pasa a ser una empresa colectiva en la que sus agentes operan desde comunidades o en redes. Defiende con ello una especie de democracia cognitiva para conseguir la objetividad mediante la inclusión, la consideración y el diálogo crítico entre agentes del conocimiento, buscando al máximo la pluralidad de puntos de vista.


También hay otras propuestas que responden a las tres críticas y que podemos considerar a caballo entre la pluralidad de agentes del conocimiento y la sustitución del sujeto masculino. Así la objetividad fuerte de Sandra Harding, que comparte que la objetividad se encuentra determinada por la mayor inclusión de puntos de vista y que el conocimiento es siempre situado, pero que defiende a la vez el privilegio epistémico para las mujeres y los grupos marginados, frente al de quienes tradicionalmente y aún en la actualidad, siguen ostentando el poder.


Llegados a este punto hay quien habla de la "paradoja del sesgo" para referirse a la hipotética contradicción de quien afirma que el conocimiento es situado y que existe a la vez un grupo que detenta el privilegio epistémico. Desde mi personal manera de entenderlo, no existe contradicción alguna entre ambos planteamientos especialmente cuando el objeto de conocimiento son las propias mujeres y se investiga dándoles voz, pues realmente las mujeres tienen un punto de vista privilegiado al conocer su situación bien en primera persona, bien de manera analógica por sus propias experiencias de exclusión.


Ana Guil Bozal
Universidad de Sevilla (España)
Grupo de investigación HISULA

Dra. en Psicología Social, Universidad de Sevilla, España, Grupo de Investigación PAIDI HUM-219 "Género y Sociedad del Conocimiento", integrante del grupo de investigación HISULA de la Universidad Pedagógica y Tecnológica de Colombia. Email: anaguil@us.es

http://www.scielo.org.co/scielo.php?script=sci_arttext&pid=S0122-72382016000200013

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