Aborto y libertad sexual
Como es insistente el alboroto de los antiabortistas, trataremos de examinar su multisábida argumentación, en particular apuntando hacia su objetivo básico: hacer del aborto un acto culpable, clandestino y peligroso, sin proponerse eliminar sus causas o tornarlo innecesario, sino solo pidiendo represión del hecho.
La base principal del ideario antiabortista está en su vitalismo extremista: se asegura que el feto es vida humana para dar argumentos en base a un significado ambiguo del término “vida”. La cosa es hablar de vida en el feto con igual sentido a si se tratase de vida extrauterina, como si ya se presentase en el seno materno ese mínimo de autonomía y separación del otro que define la existencia individual humana. Se invoca el silogismo marrullero de: “el feto es vida”, “la persona es vida”, y por lo tanto “el feto es persona”; se podría decir igual: “el feto es vida”, “el ministro corrupto es vida”, luego “el feto es un ministro corrupto”; o también “el feto es vida”, “mantener una familia con Bs. 10.000 mensuales no es vida”, de ahí que “el feto no es mantener la familia con Bs. 10.000 mensuales”.
Para evitar esas complicaciones lógicas, a veces se matiza calificando al embrión como “germen” o “simiente”, ardid que elude el inconveniente de catalogar como persona a quien no lo es; pero a la hora de proponer sanciones, se habla de “indefenso niño”, en malabarismo para convertir lo que es (el mentado “germen”) en lo que podría ser (persona, niño y hasta “individuo útil a la sociedad”). La base de todo es un principio que parece inatacable: el respeto absoluto a la persona humana, pues si se empieza por “matar” embriones, se seguiría con impedidos, ancianos y otros que estorben en una sociedad del asesinato legalizado. Esto sonaría convincente si se olvida el intencional enredo que el antiabortismo hace con el concepto de vida humana y en la definición de quién es persona. Si se entrampan a si mismos, allá ellos; pero pretender que los demás aceptemos su confusión de simiente con gente o, peor aun, atribuir al prójimo que no comparte sus lucubraciones siniestros designios de ahorcar viejitos, fusilar a los mochos o la eliminación de los feos no pasa de ser una solemne idiotez, y vaya Ud. a saber si hasta una proyección en los demás de los propios deseos reprimidos.
Los 7 Pecados Capitales del Antiabortismo
1) Para sorpresa de despistados, los adversarios del aborto lo son también de difundir información sexológica y métodos anticonceptivos, como si les pareciera mas peligrosa que el aborto la posibilidad de romper con una sexualidad reprimida, acomplejada e institucionalizada. Por eso, poco les importa investigar y denunciar sobre las clínicas de “aborto clandestino” que impunemente se benefician de la situación, o se hacen de la vista gorda ante la incompetencia de los servicios públicos de salud en atender y educar a una colectividad que en este ámbito carece de casi todo. Mientras menos se sepa y mas se tema por ignorancia de lo sexual tanto mejor, dirían los antiabortistas, especialmente refiriéndose a las mujeres y su derecho de informarse y decidir sobre el propio cuerpo.
2) Se baten lanzas por defender “la vida del niño” en el seno materno, con furia generalmente inversa a la preocupación que esos cruzados del engendramiento suelen tener por una existencia plena fuera de allí, en particular si se trata de la infancia marginal.
3) Se estigmatiza como “asesinato” la interrupción voluntaria del embarazo, pero... ¿Acaso los abortos causados por hambre, insalubridad, malas condiciones laborales y brutalidad machista son legítimos y en nada condenables porque en ellos no hay libre decisión de la involucrada? ... ¿Como pedir penalidad para el aborto por “antinatural” si es tan frecuente (un tercio o mas de los embarazos humanos) su ocurrencia involuntaria?
4) Nada mas se considera persona al embrión humano para culpabilizar la interrupción del embarazo, nunca para extender ese reconocimiento a otros efectos como bautizo, cumpleaños, registro civil, herencia, sepelio, etc. Ni al mas convencido lector de las columnas dominicales de la Señora Vollmer se le ocurriría pedir que los contratos colectivos incluyesen, junto con la prima por hijos, una prima por fetos.
5) El antiabortismo es a la par misógino y antinatalista a ultranza. La misoginia o antifeminismo es por considerar a la mujer como inferior, simple máquina reproductora al servicio de la especie (o de la “patria”), incapaz de determinar por si misma las condiciones de una maternidad feliz. El natalismo se expresa concibiendo la sexualidad únicamente en términos de sus resultados reproductivos eficientes, una vieja concepción de las clases dominantes que parecía enterrada por el miedo a la explosión demográfica, pero que ahora resurge en el capitalismo avanzado afincada en temores racistas y chauvinistas.
6) La tradición judeo-cristiana ve en lo sexual una manifestación en esencia pecaminosa y diabólica; jamás lo considera expresión real de humanidad, por el contrario, es pura animalidad que debe ser domesticada. Por eso las religiones occidentales siempre han repetido que el embarazo es “el fruto del pecado” o “el precio del placer”, aunque se obvia que el disfrute de ese placer es, demasiadas veces, acto cuasi-masturbatorio del hombre que limita a la mujer como mera receptora pasiva y paciente.
7) El Poder ha sentido desde siempre una profunda aversión por todo placer, diversión o juego que no pueda ser controlado o reprimido en sus potencialidades liberadoras ante la opresión y alienación cotidianas; recuérdese que pese a las apariencias de permisividad, el orden actual es enemigo de toda expresión de felicidad fuera de su control. Y en ello está además la contenida envidia de quienes piensan: “...si esos sinvergüenzas hacen eso y nada les castiga… ¿no estaré perdiéndome de lo bueno como un mismísimo pendejo?”.
Sofía Comuniello
(CORRE@ # 18, pp. 16-17; marzo 1992)
http://correoa.blogspot.com/2010/10/aborto-y-libertad-sexual.html
Imagen tomada a Alegriart : http://www.alegriart.tk/
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