La conformación de familias monoparentales conlleva hondos cambios para sus protagonistas y para la dinámica familiar.
• Para el grupo familiar, la formación de un hogar monoparental suele provocar la disyuntiva de tener que redefinir la situación habitacional de sus integrantes, las maneras de obtener recursos económicos y no económicos que garanticen las condiciones de existencia, la división familiar del trabajo (doméstico y extradoméstico), y los vínculos, derechos y obligaciones entre la madre y el padre del niño, entre otras cuestiones. La reorganización de la dinámica familiar y de los roles de los miembros representan los dilemas cardinales que enfrentan estas familias.
• En el plano individual, la conformación de la familia monoparental marca el inicio de un período de transición en la biografía personal de la madre y el padre, que por lo general es muy distinto para mujeres y varones. Mientras entre ellos es más probable la gestación de un nuevo núcleo conyugal en el marco de familias ensambladas, ellas, que en la mayoría de los casos permanecen residiendo con sus hijos/as, tienen que incrementar sus esfuerzos laborales domésticos y extradomésticos, comenzar a tomar decisiones sobre sus hijos sin ayuda cotidiana, incluso hacer frente por sus propios medios a situaciones familiares imprevistas. Pero al mismo tiempo, tales instancias vitales pueden provocar que estas mujeres comiencen a percibirse como más competentes, más seguras de sí mismas y más independientes.
• Para los hijos, el nacimiento de familias monoparenteles determina el comienzo de nuevas experiencias de socialización, con la alternativa de que en ellas participen, de manera simultánea, antiguos y nuevos protagonistas en la escena familiar tales como abuelos cuidadores y medios hermanos, entre otros.
Asimismo, los vínculos que mantenían con sus progenitores también sufrirán modificaciones. Para muchos de ellos, la familia monoparental incluirá menor disponibilidad de tiempo de sus madres o el
mantenimiento de contactos esporádicos con sus padres. Otros, disfrutarán de un entorno familiar menos violento ante la separación de un matrimonio conflictivo, por citar algunos ejemplos. Lo innegable es que se transforma significativamente el contexto familiar en el que se socializan los niños de las nuevas generaciones.
(..) Si bien las familias monoparentales tienen mayor representación entre las mujeres de sectores sociales vulnerables, es una realidad que se ha extendido entre mujeres de sectores sociales medios y medios altos. Pese a ello, se debe hacer una distinción importante: entre las primeras hay más madres solteras, mientras que entre las segundas hay mayor cantidad de mujeres separadas o divorciadas.
• viven en hogares monoparentales con hijos el 30,9% de las madres indigentes, el 17,8% de las que están en situación de pobreza, y el 13,5% de las no pobres. Pero si se analiza la condición socioeconómica de las mujeres en hogares monoparentales según su situación conyugal, se corrobora que al menos la mitad de ellas pertenecen a sectores medios y medios altos: el 65,1% de las madres separadas o divorciadas, el 62,8% de las viudas y el 50,6% de las solteras no son pobres.
• Además, aunque una de cada dos madres solas tiene bajo nivel educativo (no completaron el nivel secundario de estudios pese a ser obligatorio en este país), alrededor del 30% de ellas ingresó a la universidad e incluso un 20% logra completar los estudios superiores. Lo cual ratifica que la monoparentalidad no es sinónimo de vulnerabilidad social.
(...)Las jefas de hogares monoparentales son madres que presentan las mayores tasas de participación laboral y son las principales sostenedoras económicas de sus hogares, pero también quienes mayores problemas tienen para insertarse en puestos de trabajo de calidad.
• En promedio, ocho de cada diez madres solas participan del mercado laboral (están ocupadas o desempleadas), mientras que cinco de cada diez madres en hogares biparentales (casadas o unidas) lo hacen. Esto es porque las madres solas deben trabajar a cambio de una retribución monetaria puesto que sus necesidades de ingresos son perentorias. Son, las madres solteras las que exhiben las tasas de ocupación más altas: el 83,2% de las madres solteras, el 78,9% de las separadas o divorciadas, y el 73,8% de las viudas están trabajando de manera remunerada. Y ello se explica porque a diferencia de lo que ocurre con las separadas, divorciadas o viudas, las solteras no cuentan con el apoyo del padre del niño para mantener sus hogares.
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