De vez en cuando se hace necesario alejarse de la densidad de los temas y asuntos escabrosos para poner la mirada en lo bueno, en lo positivo, en lo que inspira, en lo que invita a soñar. Es en ese renglón en el que para mí se encuentran las historias de floristas y floricultoras, mujeres que nos conectan con la tierra, con la vida.
Me gusta pensar que en cada comunidad pueblo o ciudad, hay un lugar especial en donde abastecerse de plantas y flores, atendido siempre por encantadoras floristas. Por fortuna yo no tengo que ir muy lejos para encontrarme con algunas de ellas.
En el jardín de su casa a unos pocos metros de la mía, mi hija mayor, siembra y cosecha exitosamente semillas de pensamientos, malvas, tulipanes, blancas rosas, hortensias, y mentas con olor a chocolate, entre otras, así como diferentes tipos de frutas y verduras, todo, con esa buena mano para la floricultura que heredó de mi abuela materna, quien allá en nuestro México, era capaz de plantar y crecer flores hasta en los terrenos más inhóspitos y en las condiciones de vida más adversas.
Por su parte, la más chica de mis hijas con el talento sensibilidad y buen gusto natural que tiene, lo mismo forma hermosos ramos de frescas flores personalizados con los que a menudo nos agasaja, que organiza y decora fiestas creando mágicos jardines rebosantes de mariposas ninfas duendes y flores. Son diseños hechos de papel, pinturas en acuarelas, y objetos de otros materiales, pero en ellos se percibe el espíritu de las hadas, el amor a la belleza y a la creatividad tan presentes a lo largo de nuestro linaje femenino.
Y a propósito de ancestrales herencias femeninas, me traslado unas cuantas calles más adelante, todavía dentro de la zona oeste de South Bend IN., en donde se ubica el Invernadero Martín creado por Leonatine Van Lake hace más de cien años, mismo que se ha ido heredando durante cinco generaciones hasta llegar en 1995 a las manos de Jean Martin Neblung, bisnieta de Leonatine.
El invernadero está en el jardín de la modesta casa familiar de Jean y es enorme,no por su tamaño en metros cuadrados, sino por el significado que tiene lo que representa y lo que ofrece este pequeño oasis en medio del efervescente barrio latino. Ahí se respira el aroma de las flores ,del amor, de la familia, de la resiliencia de Jean y su compañero ante la enfermedad y la pérdida, pero también, está presente la solidaridad vecinal que con su apoyo en tiempos de necesidad, recientemente evitó el cierre de este icónico y entrañable sitio.
Jean continúa siendo el ángel de su jardín invernadero pese a ser ya de una edad madura, y a las dificultades que tiene para moverse después del derrame cerebral que sufrió en 2017. Es alegre amable y generosa, ha gustado de regalar una plantita a los niños que visitan su jardín, de donar flores a Jardines de Unidad, y ha participado como anfitriona de clases de educación especial en una escuela secundaria local.
El Invernadero Martin, es un lugar de unión, reunión y tradición no sólo para nuestra comunidad, sino también para visitantes que vienen de afuera.
Y en este sendero de flores y mujeres me dirijo ahora a New Carlisle, un pintoresco pueblito a escasa media hora de aquí. Ahí en Camino de los Tulipanes, está la enorme granja de flores propiedad de Melissa Ripley y su esposo; esta mujer es una increíble floricultora y es el alma de este maravilloso lugar.
Todo comenzó hace nueve años con Melissa sembrando algunas flores y vendiéndolas en el pequeño porche de su casa . Fue según sus propios comentarios, la forma perfecta para cuidar a sus niños y a la vez generar ingresos haciendo lo que tanto ama. Definitiva y literalmente su negocio familiar ha florecido.
Esta belleza de granja le hace honor a su nombre-lema: “Del campo al jarrón”, en ella, las personas podemos disfrutar caminando a lo largo de sus varias hectáreas colmadas de una gran diversidad de flores, cortar la cantidad de ellas que nos apetezca para crear nuestros propios arreglos florales y todo a un bajo precio; así como tomarnos fotos con fondos espectaculares, asistir a las actividades especiales de pareja, niños/as y de familia que se llevan a cabo ahí. En fin, que Melissa y su granja nos dan la oportunidad de disfrutar de una experiencia única en los alrededores.
Y por último, del otro lado del mundo en Madrid España, están las no menos inspiradoras Elsa Valverde y Mercedes Rodríguez, quienes en 2020 decidieron emprender la titánica labor de rescatar y reabrir la centenaria floristería El Jardín del Ángel ahora nombrada El Ángel del Jardín, ubicada desde 1889 en el corazón del histórico Barrio de las Letras, un lugar mágico inundado de literatura, arte y cafés.
Tenemos entonces que estas dos emprendedoras mujeres, convencidas de que las ilusiones mueven montañas como ellas mismas dicen, han logrado su cometido y la calle Huertas sigue impregnada con el perfume de las flores que emana de la que aseguran, es la floristería más querida de Madrid. Haberla podido adquirir y revivir, es el sueño hecho realidad de sus propietarias y dicho sea de paso, esta tienda de flores es la que junto con su jardín,su olivo y su invernadero inspiró la novela Mujeres que compran flores, (2016) de Vanessa Monfort.
Y aquí, con la imagen en mi mente del hermoso óleo que de mi hizo mi primogénito, nombrado “Mujer Flor”, y viendo la belleza del simbólico Jardín Fausto, hecho de vidrio y madera que me regaló otro de mis hijos, es que termino de escribir este breve recorrido por la refrescante y motivadora historia de mujeres que nos hablan de naturaleza, amor, familia, herencia, amistad, pasión, dedicación y resiliencia, mujeres admirables que en épocas de alegrías o de sinsabores, igual sueñan, diseñan, siembran y venden flores!
Galilea Libertad Fausto.
Ilustración: Jean Martin, Elsa Valverde y Mercedes Rodríguez (foto de Maya Balany), Granja de Melissa Ripley, y El Jardín del Ángel.