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martes, 30 de mayo de 2023

Se requiere del desarrollo de nuevas formas de resistencia para transformar la precariedad en vida política activa 4/4


 Sí, sobre todo considerando que el tiempo de la justicia y la igualdad de género se mueve a un ritmo más lento que los otros procesos de cambio social. Además, los avances en materia de justicia de género siempre están plagados de contradicciones y de amenazas de retroceso. En particular, los períodos de crisis siempre magnifican las desigualdades y generalmente traen golpes fuertes para las mujeres y otros grupos que enfrentan condiciones históricas de exclusión y desposesión. 

En ese sentido, las oportunidades para el avance de las propuestas del feminismo fluctúan entre los momentos de apertura y receptividad por parte de la sociedad, generalmente en períodos progresistas y de expansión democrática, y los períodos de crisis, represión y aumento de los conservadurismos, en que se producen retrocesos. Desde mi punto de vista, la crisis provocada por la pandemia del coronavirus representa un punto de quiebre que desde ya está generando serias amenazas a los logros conseguidos por el movimiento feminista durante los últimos 50 años. Esta pandemia se está constituyendo en una marca muy fuerte que afectará toda la sociabilidad de las próximas décadas. 

En particular, las mujeres han recibido tres golpes importantes en esta pandemia. En primer lugar, los sectores de la economía afectados más temprano y más fuerte fueron los sectores con mayor presencia de mujeres: restaurantes, tiendas, servicios de belleza, algunos sectores exportadores, como textiles, frutas y flores, y el sector informal. Eso expulsó a una gran cantidad de mujeres del mundo del empleo. En el caso de Costa Rica, la pandemia ha retrocedido en treinta años los logros en la participación laboral remunerada de las mujeres. Esto puede limitar las perspectivas de vida de muchas mujeres, incluso de algunas con mayor educación, y condenarlas a la dependencia económica y una reducción de ingresos para toda la vida.

El segundo golpe está relacionado con el cierre de los lugares de cuidado de niñas, niños, personas adultas mayores y, por supuesto, las escuelas. Eso obligó a las mujeres a multiplicar sus horas dedicadas a las tareas de reproducción y cuidados, y les limitó aún más su disponibilidad de tiempo y las posibilidades de seguir participando en el mercado laboral. Esto ha creado nuevas formas de encierro y de redomesticación de las mujeres. Asimismo, el cierre de las escuelas probablemente va a tener un impacto mayor en las niñas y adolescentes, sobre todo de zonas rurales y de comunidades urbano-marginadas, las que tienen más altas probabilidades de no volver nunca a los espacios educativos. 

El tercer golpe es el aumento de todas las formas de violencia que sufren las mujeres en el contexto del hogar y de las relaciones familiares, pero también en el espacio público. El espacio del hogar siempre ha sido uno de los escenarios por excelencia para la opresión y para el ejercicio de múltiples formas de violencia, incluyendo el abuso sexual contra niñas y adolescentes. El encierro, las tensiones causadas por la pandemia, el desempleo, los problemas económicos y la exacerbación de las normas tradicionales de género solo han incrementado esas formas de violencia. También han aumentado los femicidios en muchos países debido a que casi todos los recursos de los Estados están dirigidos a atender las diferentes manifestaciones de la pandemia y se han desatendido otros espacios. Las calles vacías y el encierro también contribuyen a que los espacios públicos sean más peligrosos para las mujeres que tienen que transitar por ellos. 

Estos golpes han tenido efectos inmediatos, pero también tendrán efectos de largo plazo. En ese sentido, creo que la independencia y la libertad de las mujeres serán parte de las víctimas silenciosas de la pandemia. La crisis está ofreciendo nuevas justificaciones para la implementación de medidas represivas y nuevas formas de coerción política y social, tanto en los espacios públicos como privados. De esta forma, se han radicalizado todos los aparatos de control biopolítico y, utilizando el concepto de Verónica Schild ya mencionado, se construye una tendencia a una remasculinización o hipermasculinización del Estado, de la sociedad y de las familias. Desde esa perspectiva, se podría argumentar que la pandemia es el último de los dispositivos de la necropolítica de la que hablaba antes y por eso está alimentando y fortaleciendo la crisis civilizatoria que ya se venía construyendo como efecto del neoliberalismo y del fascismo social.

En este contexto, se requiere del desarrollo de nuevas formas de resistencia para transformar la precariedad en vida política activa. La crisis también podría servir para reconocer nuestra vulnerabilidad, fragilidad e interdependencia de la vida humana y con la vida de otras especies, y para cuestionar un modelo de acumulación y de organización social que se ha vuelto necrótico. Y para eso, como ya lo expresé antes, necesitamos reconstruir el concepto y la práctica de la justicia para transformar los factores que fomentan todas las formas de desigualdad y opresión.


MONTSERRAT SAGOT

 Tomado del libro de Camilo Retana Cartografías de género


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