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domingo, 11 de agosto de 2013

Cuando la mujer sólo se dedica al cuidado de su familia, figura por fuera de la población

la estadística , como se ve no tiene perspectiva de género pues sabemos que el porcentaje de abuelas, indivisible en esta imagen, es muy superior al de abuelos .





El cuidado refiere a las actividades necesarias para la reproducción de los miembros de la sociedad sobre la que se asienta el funcionamiento del sistema; se relaciona con el bienestar y la protección social de la ciudadanía, incluyendo especialmente a personas dependientes, como niños, ancianos o enfermos. En la provisión de cuidado intervienen las familias, el Estado, el sector privado y la comunidad. Sin embargo, la distribución de esta responsabilidad no está balanceada, sino que el peso de su cumplimiento recae en las familias y particularmente, en las mujeres.


¿Cómo influye el trabajo de cuidado en la inserción laboral femenina?

Históricamente ha prevalecido, al menos en la mayor parte del mundo occidental, una división sexual de las tareas necesarias para la reproducción social. Las tareas de cuidado de los niños, ancianos y del hogar en general recayeron sobre las mujeres, mientras que el contacto con lo externo sobre los hombres, ya sea para la defensa, las relaciones sociales, la búsqueda de alimentos y demás provisiones.Así,eluniversodelavida“pública”semantuvopormuchotiempo masculinizado y la esfera privada, feminizada (Carrasco, 2001). El desarrollo del capitalismo reafirmó en un principio estas identidades construyendo lo que se ha dado por llamar una alianza entre el sistema económico capitalista y elpatriarcado(Eisenstein, 1984).

Para mediados del Siglo XX, distintos factores históricos como la segunda guerra mundial, el desarrollo de tecnología que dinamizólas tareas del hogar, la caída de la tasa de natalidad, las nuevas composiciones familiaresoeldespeguedel sectordeservicios conla posterior precarización del empleo, abrieron la puerta para la inserción laboral femenina en el mundo. Esa introducción siguió en un principio la división sexual del trabajo antes mencionada: lasmujeres comenzaronatrabajarenactividadesvinculadasal cuidado, ya sea en la esfera de la salud o la educación. Si bien esta repartición se ha ido desdibujando con eltiempo, aún se reproduce en todos los ámbitos, particularmente en el mercado laboral . Un ejemplo de la feminización de los empleos vinculados al cuidado es el caso del  servicioencasasparticulares,queseabordaenelapartadosiguiente.

Por otro lado, la inserción de las mujeres en el mercado laboral no vino acompañada de una desvinculación de las tareas de cuidado y limpieza del hogar. La sociedad siguió y sigue considerando, aún décadas después del cambio, que el mundo del hogar es exclusiva responsabilidad femenina, en donde a veces el hombre puede “colaborar”. Esto ha resultado en una doble jornada laboral para la mujer: una,fuera del hogar en un empleo remunerado, y otra dentro del hogar sin remuneración. Para reflejar el fenómeno que se da puertas adentro de una casa, se suelen utilizar encuestas de uso del tiempo en las que se les pregunta a hombres y mujeres cuánto de su día dedican a diversas tareas. Un estudio realizado por Valeria Esquivel en la Ciudad de Buenos Aires, para el año 2005, reflejó que las mujeres dedicaban el triple de tiempo a tareas de cuidado y limpieza que los hombres. En un intento de delegar este trabajo (ypoder coordinarlo con el trabajo remunerado fuera del hogar), es común que la mujer pida ayuda a otras mujeres delafamilia(abuelas, tías),vecinasy/ootrasmadres conocidas (CEPAL,2007).Estapráctica mantienelainvisibilidaddelatarea.



El Observatorio de Género y Pobreza en Argentina (OGPA), en su informe “Percepciones sobre jardines maternales y de infantes en la República Argentina” –una investigación realizada en 2011 por la Universidad Nacional de San Martín-, exhibe el rol que cumplen las mujeres en el cuidado de la familia: el 88%se ocupa del cuidado de los niños menores de cinco años, mientras que de esa tarea se ocupa sólo el 10,6% de los varones.

La invisibilidad de la economía del cuidado y la consecuente persistencia de las desigualdades en la distribución de cuidado han derivado en la práctica en una legislación laboral diferenciada según
el sexo, que se construyó entendiendo que son las mujeres quienesdeben conciliar ambas actividades. Por ejemplo, el apartado sobre licencias de la Ley de Contrato de Trabajo N° 20.744 otorga noventa
días a las trabajadoras embarazadas y sólo dos días a los trabajadores del sexo opuesto. Asimismo, aunque en la práctica no se ejecute por falta de reglamentación, la ley propone el establecimiento de guarderías en los lugares de trabajo, sólo en relación a la cantidad de mujeres que se encuentran empleadas.

Habiendo una legislación diferenciada, en un contexto donde gran parte de los prejuicios hacia las capacidades femeninas siguen vigentes, el empleador termina ejerciendo discriminación de género en la selección del personal. Aun cuando las arcas públicas financian el sistema de licencias, los empleadores suponen que la llegada de un hijo o las obligaciones maritales interrumpirán la jornada laboral de las mujeres en más de una oportunidad.

La discriminación puede verse hoy en los indicadores del mercado laboral. En principio, la participación en ese mercado para todos los rangos etarios (como desempleadas o como ocupadas) sigue siendo más baja. Luego, el desempleo femenino suele ser siempre más alto que el masculino, en especial en edades “fértiles”: según datos del MTEySSl, en el segundo trimestre de 2011, la tasa de actividad en mujeres fue del 48%, mientras que la misma tasa para hombres alcanzó el 73%. En el caso de la tasa abierta de desempleo fue de 8,7% para las mujeres y de l6,5% para los hombres. Entre los jóvenes esta diferencia es aún más marcada: 16,9%vs. 11.4%.

Una vez insertas en el universo de los ocupados, la probabilidad de adquirir un empleo informal es mucho más alta para ellas: la tasa de empleo no registrado en mujeres fue del 38,7%y la de los hombres 34,1% para el segundo trimestre de 2011. A su vez, las mujeres ocupadas plenas recibieron un ingreso en promedio 12.3% menor al de los hombres que se encontraban en la misma condición. En términos del salario promedio en el sector privado, la brecha entre sexos fue del 26%.Además, la CEPAL indicó que durante el año 2010 las mujeres en Argentina recibieron menores salarios por trabajos idénticos y sufrieron de mayores tasas de desempleo e informalidad laboral.

Cuando la mujer sólo se dedica al cuidado de su familia, no recibe remuneración alguna y figura por fuera de la población
"Las tareas de cuidado en la Argentina hoy.Un tema pendiente en la agenda política"
http://xa.yimg.com/kq/groups/17814176/1591519248/name/NUMERO_2.pdf


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