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viernes, 10 de febrero de 2023

Yo aborté en el 82.

 

Lo he contado muchas veces pero repetiré. Yo aborté en el 82. La opción era ir a alguna casa y correr el riesgo de desangrarse en una cocina sin asepsia por 15.000 ptas. o ir a Londres por 30.000 ptas. Había otras opciones, claro. Una clínica en la esquina de la calle Lealtad de Santander (calle céntrica para quien no conozca) que te ingresaban en habitación lujosa, con flores frescas e intimidad y te intervenían. El jefe de la clínica era un señor muy franquista en cuyo despacho lucía la foto de Franco y un Cristo crucificado. Las niñas pijas santanderinas recurrían a él. La intervención costaba 60.000 ptas. 

Lo de  Londres, con vuelo, estancia en hotel e intervención costaba 30.000ptas. ya les dije. Les doy los precios para que comparen.

Junté mis escuetos ahorros, y algo que aportaron amigos y tomé un vuelo en Sondika. Sola, jamás había salido de España. El miedo era largo, la desesperación mucho más, por tanto marché a la desesperada.

Mi primera sorpresa fue ver un Boeing 748 lleno de mujeres. Seríamos más de 200, pensé que era extraño que solo había mujeres, porque la única que abortaba era yo. Pensaba, ingenua. Al llegar al aeropuerto sufrí la humillación de ser tratada como ganado. Ganado barato que va a abortar. No pertenecíamos a la CEE, y éramos abortantes de un país de tercera.

Subimos a autobuses, todas y más. Cada día llegaban varios aviones con un cargamento de mujeres que, como yo, volaban solas, con el mismo miedo para hacer algo que no nos dejaban en nuestro país. Era nuestro cuerpo pero no nos dejaban decidir.

Miles, cientos de miles, reuníamos el dinero para no morir en una cocina destartalada y poder abortar en una clínica saludable. Nos atendían con respeto, con mucho cariño. Y nos sorprendía, saben. Nos sorprendía porque aquí nos convencieron que éramos apestadas pecadoras.

Me ayudaron mujeres. La Librería de mujeres de Madrid, a quien no agradeceré bastante su apoyo. Feministas de Santander que se jugaban la cárcel para informarnos y darnos apoyo. Antes de que se inventara la palabra sororidad yo la experimenté un mes de febrero del año 1982.

Ahora se vuelven a levantar voces que quieren  tornar a lo mismo. A las clínicas de lujo con crucificado en pared y poca vergüenza, porque como hoy le decía a un amigo, las ricas jamás pecan. Las/os ricas pagan y con eso lavan la afrenta. Lo hacían en la guerra de África con las levas...quien pagaba no iba a la guerra. Con el aborto era igual. Si tenías dinero abortabas. Porque, ya les digo, las ricas no pecan, las ricas pagan a ginecólogos malvados con despachos de cruz en la pared.

María Toca Cañedo.


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