La necesidad de construir redes y alianzas entre las personas pobres es aún más
imperiosa en el caso de las mujeres porque su capacidad asociativa es su principal
recurso para enfrentar una subordinación que tiene connotaciones también
colectivas. En este sentido, Mosedale (2003) ha recalcado la importancia de que las
mujeres tengan la oportunidad de transitar del “yo” al “nosotras” en su análisis de
sus condiciones de vida, para construir una identidad colectiva que, según Kabeer
(1998), “sostiene la mayoría de las estrategias de empoderamiento de las
mujeres”.
La importancia de esta dimensión identitaria proviene del hecho de que la habilidad
de las mujeres para lograr que sus intereses estratégicos sean tomados en cuenta
será mayor cuanto más sólida sea la organización que ellas han construido
alrededor de sus necesidades prácticas.
Ahora bien, la conciencia del “nosotras” no surge espontáneamente sino que
requiere la existencia de relaciones entre las mujeres y la reflexión conjunta en
torno a sus vivencias de la feminidad. La conciencia de formar parte de un sujeto
colectivo se construye con la subjetividad individual y con la empatía hacia las
experiencias ajenas, y su expresión más clara es que deja de tener sentido el ente
abstracto “la mujer” para que cobren sentido “las mujeres” en tanto sujetos
concretos y diversos. Pero, dado que no hay una única manera de ser mujer -son muchos los factores que tiñen la experiencia personal: edad, opción sexual, lugar
de residencia, condición laboral, nivel de ingresos, pertenencia étnica,
discapacidades visibles, experiencia política, creencias religiosas-, la forma en que
se integra la diversidad femenina tiene un papel relevante. La construcción de
identidad colectiva no puede anular la pluralidad, subordinar unas experiencias a
otras, poner la opresión de género por encima de todo o buscar una esencia
intangible que iguale a todas las mujeres. Por el contrario, requiere capacidad para
reconocer e integrar las experiencias particulares, así como voluntad política para
diseñar actuaciones alrededor de las necesidades e intereses de los distintos
colectivos femeninos.
Para afianzar la identidad colectiva es necesario crear estructuras organizativas que
puedan sostener la energía y entusiasmo femeninos. El surgimiento de numerosas
organizaciones de mujeres ha sido el fenómeno sociopolítico más pujante en las
últimas tres décadas en todo el mundo. Estas adoptan la forma de “grupos de base”
(integrados por mujeres de una misma comunidad generalmente reunidas en torno
a sus necesidades prácticas), asociaciones de afiliación masiva en ámbitos rurales y
urbanos, grupos feministas centrados en la reflexión, difusión o intervención
política, organizaciones dedicadas a la promoción y el desarrollo de las mujeres,
entidades “paraguas” de ámbito local, regional o nacional, redes continentales e
incluso plataformas de alcance mundial. La capacidad para crear, sostener y
ampliar sus propias organizaciones es uno de los indicadores centrales del
empoderamiento de las mujeres.
Lo que Evans (1979) ha denominado “condiciones para el desarrollo de una
identidad colectiva insurgente” resume los entornos necesarios para que las
mujeres se empoderen colectivamente:
a) espacios sociales donde ellas puedan sentirse valoradas y seguras;
b) modelos alternativos proporcionados por mujeres que rompen pautas de
sumisión o pasividad;
c) ideas que expliquen las causas de la opresión, justifiquen la rebeldía e
imaginen un futuro radicalmente distinto;
d) respuestas sociales a su nueva identidad que fuercen a cada mujer a
confrontar las creencias heredadas, y
e) una red que permita expandir las nuevas visiones y activar un
movimiento social.
Todo esto es, precisamente, lo que encuentran las mujeres en las organizaciones
del movimiento social de mujeres y, en particular, en los grupos feministas.
En el campo del desarrollo, Nussbaum ha analizado las posibilidades de cambio que
pueden crearse mediante la construcción de colectividades femeninas locales y ha
alertado sobre los negativos efectos que puede tener para el desarrollo económico
ignorar las tradiciones de solidaridad femenina y de pertenencia grupal que existen
en muchas sociedades. Describiendo las estrategias adoptadas por algunas
organizaciones sociales y programas gubernamentales de Bangladesh e India,
Nussbaum (2002) ha sostenido que:
“Si los que trabajan por el desarrollo proceden asumiendo (en forma
típicamente occidental) que las familias nucleares son las unidades primarias de
la solidaridad personal y que las mujeres se relacionan con otras mujeres
primariamente como integrantes de parejas heterosexuales, resultan ignoradas
las tradiciones de solidaridad femenina y de pertenencia grupal, a menudo muy
productivas para el desarrollo económico”.
Los estudios sobre el potencial empoderador de la alfabetización han llevado a
Stromquist (1997) a plantear que, para las mujeres, la principal puerta de entrada
a los procesos de empoderamiento es su organización colectiva. Salir de casa y
participar en algún tipo de iniciativa grupal o empresa colectiva que sea exitosa es
útil para que las mujeres desarrollen un sentido de capacidad que incrementa su
autoestima y autonomía, siendo el factor clave la existencia de un grupo pequeño y
cohesionado donde se dé una identificación estrecha entre sus integrantes.
Stromquist ha sistematizado el proceso de empoderamiento como una cadena de
eventos que comienza con la participación de las mujeres en un grupo pequeño que
realiza actividades de generación de ingresos, de apoyo mutuo en necesidades
básicas o de mejora de servicios comunitarios, y a través de las cuales las mujeres
obtienen experiencias valiosas que potencian su autoconfianza y sus habilidades de
liderazgo. La reflexión colectiva sobre sus condiciones de vida les permite una
mejor comprensión de las estructuras que afectan sus existencias cotidianas y les
motiva a actuar en el ámbito público-local, lo que fortalece su sentido de
competencia personal y mejora sus capacidades de negociación de las relaciones
familiares. El diagrama siguiente presenta la secuencia teórica de eventos en el
proceso de empoderamiento
Clara Murguialday Martínez
https://www.vitoria-gasteiz.org/wb021/http/contenidosEstaticos/adjuntos/es/16/23/51623.pdf
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