Han pasado muchos años desde aquel 8 de enero, cuando yo tenia nueve y comencé mi estancia en el colegio de interna .
Habia cambiado el septiembre del año anterior de clase en mi pueblo al nivel más alto, y desde el inicio mi madre se dio cuenta que ese camino no era el que quería para mi. Las clases en la tarde eran dedicadas prácticamente solo a costura, más bien a bordados.
Moviendo Roma con Santiago consiguió una plaza para mi en el colegio en el que ella había estudiado un curso para señoritas y pronto se puso manos a la obra para hacerme los uniformes y todo el equipo que que debía estar marcado con el numero sesenta y uno. Busco ayuda de modistas y compro sabanas, toallas, objetos personales de aseo …
Finalmente el 8 de enero comencé mi curso en el colegio. Yo según los estándares de mi escuela era una niña lista y adelantada. Cuando venían las inspecciones. siempre me preguntaban y me habían dado premios por mis respuestas, pero en el colegio era distinto. El primer día nos hicieron un cuestionario y yo copie las preguntas, que no debían ser copiadas, y apenas me dio tiempo a escribir las respuestas. Lo peor fue que tuve más de 20 faltas de ortografía (materia en la que jamás había puesto atención)
Siguió un tiempo complicado. Por el día compartía clases con dos grupos que teníamos la enciclopedia de Álvarez tercera y cuarta . Yo me movía de una clase a otra con unas monjas más bien ásperas .
En una ocasión, no recuerdo cual fue nuestro pecado, nos pusieron como castigo unas orejas de burro hechas en papel y debíamos lucirlas frente a la fila que formaban nuestras compañeras para entrar en el comedor. Felizmente las compañeras se solidarizaban, no resultándome muy traumático el evento.
En la noche me colocaron en una habitación en la que había más de 10 camas , enfrentadas a otras tantas, y en una esquina estaba la cama de la monja que nos vigilaba . Mi cama que era plegable estaba al lado de la monja colocada perpendicularmente a todas las demás. Todas teníamos curiosidad por ver el pelo de las monjas, pero nunca conseguí ver nada pues tenían unas cortinas muy tupidas que envolvían su espacio.
Recuerdo a sor Erminda en la mañana levantándonos con sus oraciones, y al poco rato el olor al jabón Heno de Pravia que salía de los lavabos que teníamos a un lado de la gran habitación.
Recuerdo también el sueño más terrible de mi vida, un juicio final sobre mi cabeza .
En ese tiempo, yo aun me hacia pis en la cama, y como era la más pequeña, enseguida venían las monjas a ayudarme a hacerla. Yo sufría mucho cambiando las sabanas antes de que la monja llegase por otras que puede que estuvieran manchadas de pis de pocos dais antes.
Al ser tan niña, se asignaba que te cuidara una joven mayor que tu, era una bonita costumbre y si algún día enfermabas , venia a cuidarte un poquito y a escucharte. Yo agradezco mucho a mi "cuida" Poly que era muy dulce.
Lo mejor eran los tremendos lazos de amistad que se creaban, próximos al enamoramiento. Nos cantábamos canciones de enamorados para resolver nuestros pequeños desencuentros.
Aunque mi madre siempre había estado pendiente de que hiciéramos nuestros deberes, no teníamos un espacio para hacerlos en casa, siempre rodeadas de la familia en los espacios comunes , asique la quietud de estudio para mi era pesadísima. Recuerdo mirar el reloj esperando la hora de cierre de del tiempo de estudio, así como recuerdo a la persona que justo se sentaba debajo del reloj, que se ha hecho famosa por casarse con un torero.
Este 8 de enero recuerdo el cariño infinito de mi madre, su atención por que tuviera una vida mejor , su estimulo permanente, su fuerza y coraje. Ella estaba empeñada en que sus hijas tuviésemos formación para ser autónomas. La vida le había enseñado que era necesario no tener que depender . GRACIAS MAMA
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