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domingo, 26 de agosto de 2018

Te quiero Madre


Reconocer el papel obligado de sacrificio personal que nuestras madres tienen en la Historia de la Humanidad, es el principio básico de una mujer sana (sería interesante que los hombres hicieran este ejercicio de reconocimiento y justicia también).
Muchas llegamos al feminismo por haber odiado el rol que veíamos en nuestras madres: sumisas, anuladas, abnegadas, eliminadas de la vida, despojadas de su propia vida, de sus talentos, de su derecho a la educación, del amor por sí mismas, de la felicidad...
Y personificábamos ese odio insano e injusto, sutil o diréctamente, en nuestras respectivas madres.
Esto tenía otro elemento aniquilador en nuestra propia autoestima, si odias lo femenino, y eres niña, adolescente o mujer, odias lo más profundo de tu ser.
Automisoginia, misoginia, adulación ciega por lo masculino y sus prerrogativas de género.
Muchas feministas hemos querido ser niños desde bien pequeñas. Sí, no éramos tan tontas como se presuponía habíamos de ser: queríamos ser libres, no esclavas.
Así que es una catarsis absolutamente liberadora, volver los ojos a nuestras madres y reconocer el gran valor imprescindible que tienen en la Historia de la Humanidad, así como festejar el papel afectivo y de forja de unos valores que apelan a la solidaridad, el entendimiento, el amor entre iguales. Sin jerarquías ni ansias de poder destructivas e injustas.
Mi madre ha sufrido mucho por haberse visto obligada a no ser ella misma, por cumplir en exclusiva el rol que la sociedad le tenía preparado solo por nacer mujer. Por suerte, sigo teniéndola al lado y puedo transmitirle el reconocimiento y el amor que siento por ella. Lo cual me reconcilia conmigo misma y con mis compañeras del mundo como mujeres.
LoveYouMom
Laura Hermosilla Fernández

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