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domingo, 3 de noviembre de 2013

Lo simbólico de lo femenino


Los modelos eróticos con que somos socializadas van construyendo y reconstruyendo la simbólica de lo femenino desde los poderes culturales, que son reforzados permanentemente por la iconografía de los medios de comunicación y de grupos culturales que, aunque, aparentemente tengan una posición permisiva o cuestionadora de la sexualidad o de la libertad, en lo medular siguen sosteniendo los viejos valores de la masculinidad.

Para cambiar estos valores se requiere necesariamente de un proceso político cultural civilizatorio que cuestione en lo más profundo los viejos estereotipos de la sociedad patriarcal, que sigue totalmente vigente, aunque se haya travestido de una seudo igualdad en esta masculinidad moderna. Las modas y la modelación de la feminidad.
 La feminidad no es una forma esencial de ser de las mujeres, sino una construcción interesada. Las mujeres hemos sido diseñadas rasgo a rasgo bajo los intereses de la masculinidad. Un ejemplo claro de ello son las modas, creadas desde el pensamiento masculino para dominar a las mujeres. 
La moda indica un mecanismo regulador de elecciones, son aquellas tendencias repetitivas, ya sea de ropa, accesorios, estilos de vida y maneras de comportarse, que marcan o modifican la conducta de las personas. Simmel la define como la imitación de un modelo que proporciona satisfacción a la necesidad de apoyo social y conduce al individuo al mismo camino por el que todos transitan. 
De ahí que la moda debe ser conceptuada como un sistema de instituciones, esto es, una sucesión de prácticas sociales repetidas con regularidad y continuidad, sancionadas y mantenidas por normas sociales, que encuentran su importancia fundamental dentro de la estructura social. 
Con el advenimiento y desarrollo del capitalismo la moda adquiere relevancia, siendo el consumo, uno de los objetivos principales; referida a la compra y uso de mercancías como hechos sociales, constituye la etapa final del proceso económico. En tal sentido, la moda tiene la función de generar necesidades y satisfacción personal, llegando incluso a forjar procesos de fetichización. 
Por medio de la mercadotecnia o publicidad, herramientas que fomentan el consumismo, el sistema capitalista al tiempo que promueve la adquisición competitiva como signo de status y prestigio, marca las reglas de comportamiento de los sujetos a través del mandato de la moda. La moda no es un fenómeno de la modernidad, su función principal está en la modelación de comportamientos, genéricos y de clase. Existen ejemplos muy antiguos de imposición de modelos de vestimenta con el objeto de limitar la movilidad de las mujeres.
 En el siglo X inició en la China la costumbre de vendar los pies de las niñas desde los cinco años para usar el zapato de loto. Desde entonces las mujeres chinas de todas las clases han experimentado el dolor atroz de atrofiar el crecimiento de sus pies. Se creía que manteniendo a las mujeres físicamente limitadas sería menos probable que alcanzaran independencia mental. 
Los pies deformados eran sinónimo de belleza y el entorno juzgaría que una mujer sin pies minúsculos, estaba desahuciada para contraer matrimonio. La meta del vendaje era juntar los dedos del pie y el talón de modo que el pie pudiera formar un arco, con el propósito de cambiar la posición del cuerpo, de modo que siempre que caminase una mujer, sus nalgas se movieran para apoyar la parte superior del cuerpo. El efecto es similar a usar zapatos de tacón alto actualmente. Si bien la moda ha cambiado a lo largo de los años, durante el siglo XIX y principios del XX, la denominada moda de clase, respondió a estándares diferenciados, creados, adoptados y difundidos por las élites, con objeto de fijar posiciones sociales.
La historia de la indumentaria femenina y la moda no son inocentes. Los valores que situaban a la mujer como “dama inmaculada”, “madre entregada”, “ingenua”, “inocente”, “sin deseos”, “dependiente” y “acompañante del hombre”, fueron inculcados junto a ideales religiosos que predicaban la culpabilidad de la mujer en el pecado original y, en consecuencia, la dependencia de la mujer respecto al hombre. Dichos ideales debían reflejarse en la imagen física de las mujeres, así como en su vestimenta. La imagen de pureza se mostraba en pieles pálidas para lo cual bebían, entre otras cosas, vinagre que aclaraba su cutis. La vestimenta, evolucionó hacia vestidos cada vez más elaborados, aparatosos e incómodos.
El vestido victoriano se caracterizaba por cubrir el cuerpo desde el cuello hasta los pies. La parte superior, cubría completamente el torso y los brazos y llevaba debajo un corsé para estrechar la cintura. La falda destacaba por ser muy abultada, lo cual se lograba mediante una estructura de un metal. Si bien el uso de estos accesorios servía para adelgazar la silueta y hacerla más atractiva para los varones, el sentido fundamental de la estética femenina estaba centrada en su imagen débil y dependiente. Los corsés aprisionaban tanto los pulmones que las mujeres se desmayaban con demasiada frecuencia. El corsé desapareció a inicios de la Primera Guerra mundial debido a que las mujeres debían suplir la mano de obra masculina y requerían mayor comodidad en el vestir para producir mejor
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http://normamogrovejo.blogspot.com/2013/01/la-feminineidad-construccion-perversa.html
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