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sábado, 2 de noviembre de 2013

EL FEMINISMO NO ESTÁ EN CONTRA DE QUE LA MUJER SEA MADRE.


Las más explotadas son las madres de nuestro pueblo. Ellas están de manos y pies amarrados por la dependencia económica. Son forzadas a venderse en el mercado de la boda, como sus hermanas prostitutas en el mercado público.
Friedrich Engels

Para iniciar esta problemática habría que preguntarse: ¿Qué es ser mujer? Y ¿Qué es ser hombre? Las respuestas tradicionales suelen basarse en una idea sobrenatural (se es hombre o mujer de acuerdo a la creación divina) o se basan en una noción naturalista (se es hombre o mujer de acuerdo al sexo con el que se nace). Sin embargo, no es lo mismo ser hombre o mujer en la actualidad que en la prehistoria, en México o en China, así como cada hombre o mujer es un ser humano único e irrepetible, de modo que el género no es algo que podamos determinar tajantemente, sino como sostiene Marta Lamas, el género es “la construcción cultural de la diferencia sexual” (Lamas, 1996:332), es decir, cada persona va construyendo su ser hombre o su ser mujer de acuerdo a su contexto histórico y a su desarrollo personal.

En tal sentido, el feminismo no está en contra de que las mujeres sean madres, sino que la sociedad patriarcal imponga una noción de ser mujer principalmente como ser madre. Es decir, hay muchas maneras de ser mujer, ya que puede realizarse profesionalmente, políticamente, deportivamente y de infinitos modos, no sólo como madre. Incluso, en nuestra sociedad se exige que la mujer se realice como madre de un modo excluyente: como la madre abnegada que da todo por sus hijos sin pensar en sí misma, limitando la posibilidad de las mujeres a forjarse una maternidad propia y en libertad.

Asimismo, la discusión sobre la despenalización del aborto es en el fondo un debate sobre si la mujer tiene el derecho a decidir cuándo y cómo ser madre o no, dado que si no tiene la posibilidad de interrumpir su embarazo significa que tampoco tienen derecho a decidir sobre su cuerpo, sobre sí misma y sobre cómo desea ser mujer.

Esto reside en que durante miles de años las mujeres han sido recluidas al espacio privado de la familia mientras los hombres atendían el espacio público. Aunque actualmente han mejorado las oportunidades para las mujeres en dicho espacio, culturalmente se ha avanzado poco. Asimismo, existe un concepto sumamente despectivo para descalificar a las mujeres (puta), el cual obedece a un mecanismo de reclusión de la mujer al espacio privado, es decir, toda vez que las mujeres buscan ser reconocidas en el espacio público, que buscan ser dueñas de su sexualidad, que exigen vestirse como más les agrade: son acreedoras de dicho adjetivo. Al mismo tiempo, su equivalente en masculino (puto) pretende discriminar a todo hombre que muestre características no aprobadas como masculinas: sus sentimientos, sus debilidades e incluso su capacidad de amar.

Para combatir dichas concepciones no basta con un cambio de actitud individual, pues como versa la frase célebre de Kate Millet: “lo personal es político”, que se refiere a que históricamente se ha excluido a la mujer del espacio público y por ende de la historia social, por lo que su empoderamiento implica visibilizar dicha exclusión mostrando que los asuntos del hogar y de la sexualidad no son llanamente personales sino formas de dominación masculina.




Por otra parte, la prostitución suele ser falsamente combatida porque se asume que la mujer debe restringir su sexualidad a su marido. Pero ambas prácticas son reprobables, es decir, si asumimos que cada mujer debe decidir sobre sí misma, es tan represivo que venda su cuerpo de una sola vez y para siempre a un solo hombre, a que se rente a varios hombres por dinero. En ambos casos se está usando el cuerpo de la mujer como una mercancía y su ser mujer como objeto. Esto no significa que criminalicemos a las mujeres que se dedican a la prostitución, pues hay que considerar que en nuestra sociedad machista-patriarcal las oportunidades de desarrollo son limitadas, por lo que muchas mujeres se ven orilladas a rentar su cuerpo para ganarse la vida, actividad que no deber ser considerada como indigna pero que también forma parte de un proceso de fetichizar el cuerpo de la mujer en pro de brindarle goce y disfrute al otro/otra, además de que muchas prostitutas son madres solteras. Incluso, la prostitución a nivel mundial es en su mayoría trata de personas. En consecuencia, la mayor parte de la responsabilidad de que exista esta actividad está en una sociedad capitalista que brinda escasas oportunidades de educación y empleo, en una gran red de trata sexual dirigida principalmente por hombres y en que la mayoría de los consumidores son hombres.

En síntesis, en esta sociedad las mujeres tienen pocas posibilidades de realizarse libremente, ya que se les obliga a recluirse al espacio privado de ser madres tradicionales, en el espacio público se les orilla a prostituirse (o en todo caso a usar sus atributos físicos para acceder a espacios  privilegiados)y no obstante, si son víctimas de una violación o de un feminicidio (asesinato de una mujer por razones de género), se les criminaliza como incitadoras o se les victimiza, es decir, no sólo se les impide decidir sobre su sexualidad, sino que si lo intentan son agredidas y asesinadas.

LO QUE NO ES EL FEMINISMO  por MAURICIO DIMEO

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