Imagen de la Isla de Gorée , desde donde los esclavistas europeos hacían partir sus esclavos hasta América.Para una reflexión sobre el respeto a los derechos de los otros o otras.
Anita Nayar
El vínculo entre la dinámica del poder mundial y la creciente desigualdad es evidente, pero también debemos reconocer que la profundización de la desigualdad es una de las principales causas de los conflictos violentos y los disturbios sociales que pueden vincularse a los llamados “fundamentalismos”.
Pero ¿qué significa esta palabra “fundamentalismo”?
Es más, ¿es apropiado utilizar el término? Muchas feministas de las sociedades musulmanas, en particular, han manifestado que es una expresión inapropiada. Después de todo, cualquier persona de fe que cree en los fundamentos de la fe podría ser considerada un fundamentalista. Los fundamentos de la fe, por supuesto, dependen de quién los defina y eso es un tema polémico. Pero quienes creen en los fundamentos de su religión, no son conservadores o de derecha. Por lo tanto, ¿no sería más apropiado utilizar las expresiones “conservadores” religiosos o “derecha religiosa”?
La respuesta de las feministas a la derecha religiosa ha sido insistir en un estado laico que sea responsable de garantizar los derechos humanos de toda la población. Pero, ¿es ésta una respuesta suficiente, dada la complejidad de algunas situaciones en las que la derecha religiosa brinda servicios sociales básicos que el estado laico no es capaz de proporcionar? ¿Es esto suficiente donde hay estados seculares patriarcales y no democráticos?
No podemos luchar por un estado laico sin desarrollar deliberadamente formas de abordar la base económica de la creciente atracción hacia el extremismo religioso. Por eso, debemos preguntarnos, más allá de ser laico o no, ¿qué necesita hacer el estado a nivel económico?
Quizás no tengamos todas las respuestas, pero debemos ser conscientes de que uno de nuestros retos consiste en imaginar un sistema económico alternativo al capitalismo que proteja los derechos de las personas y la salud del planeta.
Tomado de: Anita Nayar, “Women’s Rights and Global Change”
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