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lunes, 16 de septiembre de 2024

El sentido de escribir y leer de las mujeres

 “Siempre me he sentido profundamente viva cuando escribo” Siri Hustvedt, autora estadounidense.

Cada amante de la escritura tiene su razón de serlo, su particular motivación y su propia fuente de inspiración, pero también su personal forma de realizar ese sublime acto de letras íntimo, solitario y placentero, con el que además del propio bien se terminan creando interculturales e intergeneracionales puentes de palabras.

Respecto al modo, la gran pensadora y escritora británica Virginia Woolf afirmaba: “Para escribir, una tiene que combinar la soledad con la inmersión directa en el mundo, la percepción y la recreación de todo lo que se ha percibido”.

A propósito de letras, motivos y métodos, el año pasado el proyecto  Escritoras Mexicanas lanzó una convocatoria invitando a que, escritoras tanto profesionales como aficionadas, expusiéramos el motivo que cada una teníamos para escribir. Fue un buen ejercicio de introspección y autorreflexión compartido.

Pensando en las primeras formas de escritura surgidas más de tres mil años antes de la era cristiana, imagino que nacieron por la misma necesidad humana que tenemos hoy en día de  materializar a través de la poética y la prosa nuestras ideas, sentimientos, emociones, vivencias negativas y positivas…propias y ajenas, pero también del deseo de dejar huella de nuestra presencia en este mundo.

“Les aseguro que alguien se acordará de nosotras en el futuro”, proféticas palabras dichas por la poeta griega Safo de Lesbos (610-580 a. C.) a sus discípulas en la Casa de las Musas. 

La causa, el inicio y el significado de las letras en nuestra vida es diferente para cada una, aunque en el leernos vamos sintiéndonos identificadas con algunas de las particularidades de las otras escritoras.

Para la periodista y autora española Rosa Montero la escritura es su forma no de enseñar, pero sí de aprender y de perderle el miedo a la muerte. 

Y otras entre las que me cuento yo, escribimos (además de por otras causas) para vivir…para seguir respirando porque cada palabra plasmada es el aire que oxigena nuestra existencia, y también para sobrevivir al sufrimiento y el dolor que eventual o permanentemente nos arremete con la fuerza de una gigantesca ola.

En abril de 1939 Virginia Woolf escribía: «Y así yo persisto en creer que el impacto doloroso de los conflictos es lo que hace de mí una escritora. Yo adelantaré a guisa de explicación que un conflicto, en mi caso, es inmediatamente después, seguido del deseo de explicarlo. Es el testimonio de una cosa real más allá de las apariencias, y yo la vuelvo real poniéndola en palabras. Es solamente poniéndola en palabras que le doy su completa realidad. Esta completa realidad significa que ha perdido su poder de herirme>>

Hace algunos años al leer esta experiencia de Virginia Woolf, fue que pude entender mejor el enorme alivio que sentí al terminar de redactar mis memorias de infancia y juventud, (Escribir para contar…Memorias de una Mariposa) que, aunque atenuadas por algunos tiempos felices, tuvieron una gran carga de dolor.

Siguiendo con el sentido individual del hacer literatura, vemos que en algunas escritoras el enojo producido por acontecimientos personales y familiares negativos, es el banderazo de salida de su carrera literaria, pienso por ejemplo en el caso de la periodista y autora francomarroquí Leila Slimani, quien afirma haber decidido escribir después del fallecimiento de su padre para reivindicarlo, pero también para vengarse de las injusticias que su familia y ella sufrieron.

Y es precisamente el enojo ante la injusticia, la rabia…el enfado que esta genera, lo que me lleva a los motivos detonantes que escritoras de artículos de opinión como la asesora jurídica, autora, activista y divulgadora feminista marroquí Noor Ammar Lamarty y yo misma, tuvimos y seguimos teniendo para hacer de nuestras letras, la  voz que se eleva en defensa de diversas causas sociales, de los derechos humanos y políticos de las mujeres y las niñas de todo el mundo, este sentido de humana hermandad es el origen, el porqué y para qué del activismo escrito que tenemos muchas articulistas, poetas, ensayistas, cuentistas, novelistas y dramaturgas.

En cuanto a la realidad ficcionada,, cito nuevamente a Leila Slimani: «Es jugar con el silencio, es confesar, de manera indirecta, unos secretos indecibles en la vida real.»

Ciertamente sería imposible mencionar en este ensayo, los motivos que cada una tenemos para dedicarnos con amoroso fervor al arte de escribir, sin embargo, soy una convencida de que todas desde el pasado hasta el presente compartimos dos cosas: 

La primera es lo que yo llamo “el gen enheduanno”, porque estoy segura de que en nuestro ADN está la herencia genética literata de Enheduanna , (2285-2250 a. C.),  la primera poeta de que se tiene conocimiento y la primera persona que firmó sus escritos con su nombre, dando así comienzo hace miles de años en la antigua Mesopotamia, a lo que hoy conocemos como derechos de autor. 

Y la segunda cosa que las escritoras tenemos en común es el apasionado amor por los libros. Esos universos de tinta y papel…esos grandes maestros que nos desempañan el pensamiento porque, “Sin claridad no hay voz de sabiduría”, como bien expresó Sor Juana Inés de la Cruz, religiosa y escritora mexicana considerada la Décima Musa y la máxima autora de la lengua española (1651-1695).

Pasando a la percepción lectora de la escritora británica Jeanette Winterson,  “Los libros son como puertas que puedes abrir y entrar en otros mundos… y son las alfombras voladoras de las mil y una noches”.

La literatura ha sido y es aliada de las mujeres, porque  al ser en mi opinión la más erudita e incondicional profesora que existe,, y el mejor modo de viajar simultáneamente a otros tiempos y a otras realidades, es a la vez un certero medio para la emancipación femenina en el sentido de que cada libro leído expande nuestro conocimiento, capacidad de análisis y reflexión acerca del mundo desigual y violento en el que vivimos. 

Pero para cambiar el equivocado orden de las cosas, las mujeres no sólo debemos leer libros, sino también necesitamos seguir escribiéndolos y publicándolos.

“No recuerdo haber leído un libro que no hablara de la inestabilidad de la mujer, será porque fueron escritos por hombres “, escribió Jane Austen, (1775-1817) catalogada como la más grande novelista inglesa.

Los libros generan conocimiento y me atrevo a decir que sin ellos, difícilmente se puede lograr la conciencia emancipatoria que necesitamos para liberarnos y liberar a otras. 

Encuentro una magnífica forma de explicar la magia del binomio lectora-escritora en la aseveración de Jeanette Winterson:  “somos la escritura que escribimos y la que nos escribe a nosotras”.  Es ahí en esta última dónde sé que los libros que leemos y nuestra loca de la casa (como llamaba Santa Teresa de Jesús a la imaginación), se encuentran y se fusionan dando a luz un poderoso y transformador universo de palabras, el cual constituye nuestro sentido de leer y escribir…escribir y leer.

Las mujeres literatas nacemos, pero también nos hacemos pues somos las vidas que vivimos, las vidas que leemos…las vidas que escribimos!.

Galilea Libertad Fausto.


Créditos de la ilustración a quien corresponda.

martes, 3 de septiembre de 2024

Leyéndolas para conocer y enfrentar la violencia feminicida (2)

“En todos los países del mundo, en todas las épocas, las mujeres han sido asesinadas por ser mujeres”

Esta frase de la historiadora y activista feminista francesa Chrstelle Taraud, me da la pauta perfecta para dar continuidad al tema de la violencia feminicida.

Exhaustivas investigaciones científicas realizadas desde la paleontología, arqueología, antropología, y sociología demuestran que la opresión de las mujeres y los feminicidios se han sucedido en la historia de la humanidad desde el neolítico hasta la actualidad.

Y de esto nos da cuenta por ejemplo: la situación de las mujeres en la antigua Grecia y en su mitología, la muerte de la Diosa Coatlicue a manos de sus hijos en la mitología mexica, el asesinato de Hypatia de Alejandría en el año 415 cuando un grupo de “cristianos” la linchó, desolló, descuartizó y finalmente le prendió fuego; así como también  el horrendo feminicidio registrado en la Biblia en jueces 19: 24-29, donde el marido de una mujer la arroja a unos hombres para que cada uno de ellos la viole,  después él mismo la mata y corta su cuerpo en pedazos y lo reparte entre las doce tribus de Israel.

Al escribir la palabra cuerpo, me quedo pensando un momento en el cuerpo femenino…en el de la niña la joven la madura y en de la anciana, que vital se hace nombrarlo para que sea visible exista y re exista, y en este hilar de pensamientos recuerdo el artículo que leí hace tiempo: <Nuestros Cuerpos son nuestros territorios> de la investigadora, periodista y feminista italiana Emanuella Borzacchiello publicado en la Revista de la Universidad de México, en septiembre de 2018. 

Sin embargo esa legítima propiedad nos ha sido arrebatada genésicamente, estructuralmente, patriarcal y misóginamente.nuestros cuerpos dejan de ser nuestros y son territorio ajeno cuando nos desaparecen violan torturan y matan, con la complicidad asesina de una sociedad machistamente permisiva, y del estado que al no actuar actúa, como dice la investigadora, antropóloga y activista feminista mexicana Marcela Lagarde. 

En un lugar donde se fusionan los feminicidas, la sociedad y los mecanismos institucionales del poder, las mujeres y las niñas no estamos a salvo.

La re apropiación y reivindicación del cuerpo y la vida de las mujeres se hace urgente, para eso es necesario que no sólo las feministas sino la sociedad en general nos informemos documentémos , repensemos y reeduquemos. Necesitamos hacer conciencia y re humanizarnos  mediante el conocimiento no sólo del origen de la violencia feminicida, sino también de lo mucho que esta nos afecta a todos, porque la violencia patriarcal machista y misógina no es un problema que concierna únicamente a las mujeres, es, en realidad la piedra de tropiezo de toda la humanidad.


oy en día no hay pretexto que valga para no saber y no hacer, existe una abundante bibliografía y otras fuentes de conocimiento acerca del inicio de la violencia hacia las mujeres y las niñas en la prehistoria, de la matanza de brujas,  sobre el significado del concepto feminicidio y su genealogía que va de la mano con el fenómeno feminicida en Juárez, México y el impacto que este tuvo en el mundo, como también de la global violencia de género y sus diferentes caras en el siglo XXI. 

Actualmente tenemos fácil acceso al trabajo individual y colectivo, que se encuentra en los escritos de investigadoras, antropólogas, historiadoras, filósofas, periodistas, autoras, articulistas, activistas, recopiladoras, y divulgadoras feministas como Diana Russell, Marcela Lagarde,  Alaíde Fopa, Hortencia Hernández, Daniela Pastrana, Emanuela Borzacchiello, Daniela Rea, Rita Laura Segato, Christelle Taraud, Cynthia Bejarano,  Silvia Federici, entre muchas muchas otras que han hecho y hacen una verdadera arqueología feminista de hechos y archivos.

En sus obras, entre muchas otras cosas se encuentran algunas verdades universalmente  no reconocidas, como que el asesinato de mujeres y niñas fue el primer crimen de la raza humana, que la quema de brujas fue un genocidio de género, que el feminicidio físico es la actual pandemia mundial, antecedido por el feminicidio simbólico que a las mujeres nos borró de la historia.

En conclusión, que para conocer y enfrentar la violencia feminicida,  es vital leer y releer a las más escritoras feministas que podamos, por principio de cuentas a Diana Russell y Jill Radford creadoras del concepto femicidio a mediados de los años setenta del siglo pasado. Y a Marcela Lagarde que lo amplió posteriormente a feminicidio para especificar que en este tipo de crimen, el estado y la sociedad civil son parte del problema.

Cierro citándolas respectivamente:

 “Los crímenes se dan en todo el mundo y son el resultado de la violencia misógina llevada al extremo y, por ende, son la muestra más visible de múltiples formas previas de hostigamiento, maltrato, daño, repudio, acoso y abandono”. D. R.

“El feminismo es paradigmático e indispensable para erradicar la violencia feminicida y lograr el respeto ineludible a la vida y a la libertad de las mujeres”. M. L.

: Galilea Libertad Fausto.


Collage de libros con ilustración de shutterstok.

Lecturas recomendadas:

Feminicidio, la política del asesinato de mujeres, Diana Russell y Jill Raford, 1992.

A qué llamamos feminicidio?, Marcela Lagarde, 2005.

Feminicidio, Una Perspectiva Global, Diana Russell y Roberta Harmes, 2006.

Aterrorizar a las mujeres, feminicidios en América Latina, Cynthia Bejarano y Rosa Linda Fregoso, 2010.

Nuestros cuerpos son nuestros territorios, 2018, y Re-existir: prácticas para cuidar las vidas. Entre la academia y el Periodismo, 2020, de Emanuella Borzzatello.

Estuvimos vivas hasta que nos mataron, Pie de Página .

Feminicidio, Una Historia Mundial, Chistelle Taraud, 2020.

Ya no somos las mismas y aquí sigue la guerra, Daniela Rea, 2020.

Femicidio o Feminicidio? Vindictas, Pensadoras Latinoamericanas, 2023